sábado, 17 de diciembre de 2011

TELEVISA: REZOS Y RETOS


TELEVISA: REZOS Y RETOS
14 de diciembre de 2011

Artículo escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de san Cristóbal de las Casas, Chiapas
VER

Directivos y trabajadores de TELEVISA hicieron su tradicional peregrinación a la basílica de Guadalupe. Durante la Misa, en la oración de los fieles, hicieron estas peticiones: El presidente: "Padre Nuestro, postrados ante la imagen celestial de Nuestra Señora de Guadalupe, te pedimos nos ilumines en nuestra diaria tarea de comunicar; permítenos ser el medio para llegar a más personas con mensajes que enriquezcan su vida familiar, con valores que dignifiquen a la persona, que enaltezcan a nuestro país y que nos conviertan en seres cada vez más libres".

El vicepresidente: "Permítenos descubrirte en cada uno de nuestros hermanos; inspira en nosotros la voluntad de transmitir tu paz y que sepamos llevar el sosiego de tu amor a quienes viven en la incertidumbre y la inseguridad".

El presidente del Comité Financiero: "Padre nuestro, te pedimos que, como hiciste con San Juan Diego, colmes de bendiciones a nuestros hermanos indígenas, los más desprotegidos, para que encuentren en tu amor el refugio bondadoso que les permita descansar en sus preocupaciones cotidianas".

El presidente de Contenido: "Padre nuestro, te pedimos que tu Espíritu Santo ilumine las propuestas de nuestros gobernantes, a fin de que se traduzcan en acciones encaminadas a unirnos a través de la paz, la justicia y la concordia".

¡Qué peticiones tan bien formuladas! Nos unimos a ellas e insistimos ante Dios para que les ayude a ponerlas en práctica.

 JUZGAR

 El Grupo Televisa ha procurado, en general, respetar y preservar las tradiciones y la identidad católica del país. En muchos de sus programas hay signos religiosos, cruces, imágenes de la Virgen, ceremonias católicas; dan información sobre el Papa, sobre obispos y eventos de nuestra religión. Resaltan las visitas del Papa y las devociones guadalupanas. Sin embargo, varios de sus contenidos reflejan mensajes y valores contrarios a la fe, como el erotismo provocativo de algunas escenas en sus comedias, que son un incentivo a imitar en la vida diaria; el lenguaje vulgar de ciertos comediantes, la publicidad inmoral de productos sexuales, la banalización de la familia, pues la infidelidad conyugal se presenta casi como algo normal. Unos comentaristas no se detienen en sus críticas y juicios, no siempre equilibrados y documentados.

No pedimos que oculten nuestras deficiencias, pues son una excitativa a luchar por nuestra purificación y santificación; pero es justo que nos den oportunidad de expresar, en su sección de opiniones, nuestra perspectiva sobre diversos puntos. Son dignos de elogio los reportajes sobre la marginación en determinados lugares y ambientes del país, sobre los desastres naturales, sobre los sufrimientos de los migrantes y de los presos, para suscitar la solidaridad social.

Dijimos en Aparecida: “La mayoría de los medios masivos de comunicación nos presentan ahora nuevas imágenes, atractivas y llenas de fantasía. La información transmitida por los medios sólo nos distrae. La falta de información sólo se subsana con más información, retroalimentando la ansiedad de quien percibe que está en un mundo opaco y que no comprende. Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Los medios de comunicación han invadido todos los espacios y todas las conversaciones, introduciéndose también en la intimidad del hogar. Al lado de la sabiduría de las tradiciones se ubica ahora, en competencia, la información de último minuto, la distracción, el entretenimiento, las imágenes de los exitosos que han sabido aprovechar en su favor las herramientas tecnológicas y las expectativas de prestigio y estima social” (DA 38-39).

ACTUAR

Debemos educarnos para escoger las diversas opciones que ofrecen la televisión y los medios de comunicación, sobre todo internet; interactuar con ellos, hacerles llegar nuestro reconocimiento por sus buenos servicios, así como nuestra inconformidad con algunos programas, cambiar de canal como un método de protesta, tocar sus puertas para difundir la mejor noticia, que es Jesús.


miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL ESPÍRITU GUADALUPANO, NUEVA FACETA DE XALAPA

EL ESPÍRITU GUADALUPANO,
NUEVA FACETA DE XALAPA

Comunicado de Prensa del domingo 11 de Diciembre de 2011 presentado por el Pbro. José Juan Sánchez Jácome, Director de la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa.

Después de que los juegos olímpicos panamericanos se realizaran con gran éxito el mes pasado, con la llegada de diciembre se comienza a hablar con insistencia del maratón Guadalupe-Reyes, que no tiene nada que ver con una competencia deportiva, sino con la temporada de festividades y tradiciones religiosas más importante del año.

Algunos incluso sostienen que este maratón es ahora más que olímpico, porque no empieza exactamente con la fiesta de la Guadalupana, sino con la fiesta de Todos santos y los Fieles difuntos. Por lo que toca a Xalapa se generó un movimiento espiritual muy importante en torno a San Rafael Guízar Valencia y San Judas Tadeo, a finales de octubre. Y a finales del mes de noviembre se dieron particulares manifestaciones de fe en relación a la festividad de Cristo Rey.

En todo caso lo que conviene destacar es que en Xalapa ya es todo un fenómeno religioso la veneración a la Virgen de Guadalupe. Quizá se ha llegado a convertir en el acontecimiento que genera la mayor movilización de personas durante el año. Desde hace aproximadamente 15 años se ha incrementado notablemente el movimiento espiritual en torno a la Virgen de Guadalupe. Miles y miles le manifiestan su cariño a través de diversas expresiones de fe que van desde peregrinaciones, oraciones, rosarios y Eucaristías hasta sacrificios y particulares manifestaciones de fe, como vestir a los niños de inditos.

Prácticamente desde el 1º de diciembre comenzaron aparecer en nuestras calles y carreteras miles de peregrinos que a toda hora y sin importar las condiciones climatológicas se movilizan para visitar a la Dulce Señora del cielo en las capillas, parroquias y Santuarios que tradicionalmente han promovido su veneración. Nada detiene a todos estos peregrinos, ni las condiciones climatológicas, ni las enfermedades, ni la inseguridad, ni las crisis económicas. Su deseo es estar junto a la Madre a fin de pedirle fuerzas para el camino, bendiciones para sus seres queridos y esperanza para vislumbrar un futuro mejor.

En el territorio arquidiocesano -que comprende 36 municipios veracruzanos y uno ubicado en el estado de Puebla- no descansa el espíritu guadalupano, por lo que las primeras semanas de diciembre y hasta el día 12 se le rinde un homenaje muy especial a la Virgen Morena.

En las 83 parroquias de la diócesis se llevan cabo diversas actividades religiosas, pero especialmente en los lugares donde se tiene a la Virgen de Guadalupe como la patrona de esas comunidades: en el Santuario de Coatepec, Malpaís, Altotonga, Plan de Arroyos, El Espinal, Mesa de Guadalupe, Rinconada, Los Pescados, El Huérfano, Tenochtitlan, Tlaltetela, Las Minas, El Castillo y parroquias de Xalapa como Emperatriz de Américas, La Guadalupe en Tlalnehuayocan y El Tepeyac en la Col. Higueras.

Dentro de este elenco de Iglesias que celebran a la Morenita del Tepeyac vale la pena destacar el fervor tan grande que se le manifiesta en el Santuario ubicado en el Barrio de El Dique. En los años precedentes han llegado más de 500,000 fieles y tan sólo el día 12 de diciembre se reciben aproximadamente 250,000 peregrinos. Toda una revelación el guadalupanismo que se expresa en Xalapa, ciudad religiosa y de profunda piedad popular, además de ser una ciudad culta y cosmopolita.

De hecho, este año se ha revelado el espíritu religioso de los xalapeños que han celebrado con júbilo y esperanza a sus santos, especialmente al beato Juan Pablo II, San Rafael Guízar Valencia y la Santísima Virgen María.

Los peregrinos que seguirán llegando a los recintos guadalupanos, especialmente al Santuario de El Dique, expresarán su afecto y sus plegarias a la Morenita del Tepeyac y coincidirán en una oración urgente para suplicarle a la Virgen de Guadalupe que nos bendiga como Madre amorosa para superar la violencia y la pobreza que tanto lastiman la dignidad de este pueblo que quiere vivir en la justicia y en la paz.

La Guadalupana da el banderazo a este maratón que seguirá viviendo momentos de profunda espiritualidad a través de las tradiciones de Navidad, que también confirman la vocación de justicia y de paz que han sellado el alma del pueblo veracruzano.


LA VIRGEN MARÍA; SIGNO DE ESPERANZA PARA NUESTRO PUEBLO


LA VIRGEN MARÍA, SIGNO DE
ESPERANZA PARA NUESTRO PUEBLO

Artículo escrito por el Mons. Enrique Sánchez Martínez, Obispo Auxiliar de Durango.

Las celebraciones litúrgicas del Adviento, especialmente la Eucaristía, nos invitan a contemplar a María, como un signo claro de espera para la Iglesia, ya que la recordamos en las celebraciones del nacimiento de su Hijo (su primera venida) y en la espera de su vuelta al final de los tiempos. Desde la solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre) hasta la celebración de la Maternidad de María (1 enero), la presencia de María en la liturgia es abundante.

Durante el tiempo de Adviento la Liturgia recuerda frecuentemente a la Santísima Virgen, sobre todos los días del 17 al 24 de diciembre y, más concretamente, el domingo anterior a la Navidad, en que hace resonar las voces proféticas sobre la Virgen Madre y el Mesías, y se leen episodios evangélicos relativos al nacimiento inminente de Cristo y del Precursor. Los fieles que viven la Liturgia el espíritu del Adviento, al ver el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo, se sentirán animados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la oración y... jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene.

Es importante señalar cómo la Liturgia de Adviento, uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de Cristo al admirable recuerdo de la Madre, presenta un equilibrio cultual que nos puede ayudar a no separar la piedad popular mariana de su punto de referencia fundamental que es Cristo.
La Navidad es una prolongada memoria de la maternidad divina, virginal, salvífica de María, "cuya virginidad intacta dio a este mundo un Salvador". En la solemnidad del Nacimiento del Jesús, la Iglesia, al adorar al divino Salvador, venera a su Madre gloriosa; en la Epifanía del Señor, al celebrar la llamada universal a la salvación, contempla a la Virgen, Sede de la Sabiduría y Madre del Rey, que ofrece a la adoración de los Magos el Redentor del universo (Mt 2, 11); y en la fiesta de la Sagrada Familia, contempla la vida santa que llevan la casa de Nazaret: Jesús, María y José, el hombre justo (Mt 1,19).

Hay que dirigir una atención especial a la solemnidad de la Maternidad de María. En ella celebramos la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y exalta la singular dignidad de que goza la Madre por la cual merecimos recibir al Autor de la vida. Esta celebración es una ocasión propicia para renovar la adoración al recién nacido Príncipe de la paz, para escuchar de nuevo el jubiloso anuncio angélico (Lc 2, 14), y para implorar de Dios, por mediación de María, el don supremo de la paz.

Para nosotros los mexicanos, la solemnidad de Santa María de Guadalupe (12 diciembre), le da un toque de especial espiritualidad guadalupana al adviento. Dice el P. Fidel González: El Acontecimiento guadalupano fue la respuesta de gracia a una situación humanamente sin salida: la relación entre los indios y los recién llegados del mundo europeo. El encuentro de la Virgen de Guadalupe y el indio Juan Diego, fue el gancho entre el mundo antiguo mexicano y la propuesta misionera cristiana llegada a través de los españoles. El resultado fue el nacimiento de un nuevo pueblo cristianizado. Juan Diego no era ni un español llegado con los conquistadores como Cortés, ni un misionero español como los primeros que fueron franciscanos y dominicos. Era un indígena perteneciente a aquel viejo mundo.

Aquellos dos mundos hasta entonces desconocidos entre sí, y ahora enemigos, con todas las premisas para el odio o para la aceptación fatalista de la derrota por parte de los indios vencidos, y para el desprecio o la explotación por parte de los recién llegados, se empezaron a reconocer en aquel símbolo tangible de María, imagen de Iglesia, anunciado a través de un indio convertido y acogido por todos. Se llegó así a una inculturación del Acontecimiento cristiano en el mundo cultural mexicano. Es el nacimiento del pueblo latinoamericano.

La devoción a la Virgen María, basada en el Acontecimiento Guadalupano constituye un punto notable de convergencia religiosa y cultural para los católicos mexicanos, para los latinoamericanos, y sin duda también para todo el Continente, incluso aquel de matriz anglosajona. El acontecimiento guadalupano sigue afirmando el método usado por Dios en la historia salvífica: el uso de un particular histórico (un pueblo) que contiene en sí una dimensión universal. El acontecimiento guadalupano es un hecho de la historia y no un simple símbolo fabricado para promover una ideología o como consecuencia de una ambigua religiosidad popular.

Durango, Dgo., 11 de Diciembre de 2011.


MENSAJE DE MONS. CLAUDIO MARÍA CELLI


A LOS COMUNICADORES DE AMÉRICA LATINA POR LA FIESTA DE GUADALUPE

Estimados amigos y amigas comunicadores:

Con la alegría de celebrar a Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe, patrona de los pueblos latinoamericanos y del Caribe, me dirijo de nuevo a todos ustedes con un saludo fraternal que lleva consigo el gozo del trabajo y servicio a la comunicación, realizado durante este año que pronto concluirá.

A lo largo de 2011 tuve la oportunidad de visitar varios países de América Latina y pude encontrar a muchos de ustedes en el Congreso sobre Iglesia y Cultura Digital que celebramos en Santiago, Chile. Ha sido una alegría constatar el entusiasmo y la entrega con que realizan su servicio a la Iglesia en el campo comunicativo, siendo agentes de comunión dentro de ella y de un diálogo fecundo con la sociedad de cada lugar.

Es cierto que en muchos contextos no se cuenta con suficientes recursos humanos o materiales y que aún tenemos que aprender a hacer sostenibles nuestras iniciativas. Pero hemos verificado una y otra vez que la auténtica eficacia de la comunicación no depende tanto de la abundancia de recursos o de la tecnología, cuanto de la autenticidad con que se vive lo proclamado, de la calidad profesional y de la voluntad de estrechar vínculos fraternos en esta gran familia llamada Iglesia Católica, que está llamada a ser levadura de bien y de justicia en el mundo de hoy.

Así nos lo enseñó la Virgen de Guadalupe, que con su presencia es ya mensajera y portadora de la Palabra hecha carne que se entregó a la humanidad para redimirla, dando un nuevo sentido a nuestra existencia. Ella misma es maestra y referencia en el servicio de comunicar el misterio del amor de Dios. Por eso el beato Juan Pablo II la llamó “Estrella de la nueva evangelización”.

En medio de grandes cambios culturales, el Papa Benedicto XVI nos invita a un renovado anuncio del Evangelio a través de dos eventos importantes. Del 7 al 28 de octubre de 2012 se celebrará en el Vaticano el Sínodo sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Sin duda este Sínodo impulsará un intenso testimonio de las comunidades en todo el mundo. Y para celebrar los 50 años del Concilio Vaticano II, el Santo Padre ha anunciado que a partir del día 12 octubre del mismo año la Iglesia celebrará un “Año de la fe” para recordar la belleza y la centralidad de ese don de Dios, reforzarlo y profundizarlo a nivel personal y comunitario. Dice el Santo Padre que hemos de “hacerlo en perspectiva no tanto celebrativa, sino más bien misionera, en la óptica, justamente, de la misión ad gentes y de la nueva evangelización”. Este llamado evoca y está en sintonía con el que hicieron los obispos de América Latina reunidos en Aparecida.

¡Cuánto bien pueden y deben hacer nuestros medios de comunicación para informar a la sociedad debidamente, y también para preparar al Pueblo de Dios a estos eventos eclesiales! Deseo invitarlos a ser facilitadores, ante la sociedad y la Iglesia, de una información completa, adecuada a cada sector social, que haga llegar el mensaje y lo haga comprensible a todos los públicos, más cercanos o más alejados. Esa es la tarea de los buenos comunicadores allá donde se encuentren.

El Santo Padre celebrará hoy una Eucaristía en honor de nuestra madre la Virgen María de Guadalupe. Unámonos a él y a toda la Iglesia pidiendo la maternal y amorosa intercesión de la Morenita del Tepeyac, para que aliente nuestro compromiso cristiano de ser signos vivos y luminosos de Cristo Jesús en medio de un mundo que cambia.

Mons. Claudio María Celli


martes, 13 de diciembre de 2011

PALABRA DOMINICAL DEL OBISPO DE QUERÉTARO: DOMINGO III DE ADVIENTO

¡TESTIGOS DE LA LUZ!

Palabra dominical de Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de Querétaro.

El sentido del Adviento: esperar a Dios y esperarlo en Jesús; creer en su venida progresiva, misteriosa pero real, a nosotros, al mundo. El Adviento es un tiempo concreto que rompe nuestra monotonía para ponernos en camino de conversión, para centrar nuestra vida no en una irrealidad, sino en la realidad maravillosa de Jesús que se acerca a la vida de los hombres como nuestro Salvador. Juan el Bautista tiene esta misión, de anunciarnos el camino del adviento.

El evangelio de Juan nos presenta el testimonio que Juan el Bautista da a los judíos a orillas del Jordán sobre su identidad. Dando testimonio de quien es y quien no es, nos está presentando, indirectamente, la identidad de Jesús.

Juan es testigo de la luz “No era el la luz, sino testigo de la luz”. Vemos la figura austera de Juan el Bautista, para preparar a los que esperan el Mesías, para dar testimonio de la luz, para que por el todos vinieran a la fe. Sus palabras son recias y claras, avaladas por su conducta intachable. Las respuestas de Juan el Bautista son sinceras y sencillas. Sus palabras son una lección de humildad y de verdad, por ello confeso sin reservas quiere era y quien no era, supo andar en verdad, que en eso consiste la humildad. Con esta descripción, en el evangelio de Juan, el Bautista se convierte en el primer testigo de Jesús.

Todo creyente que tomo en serio su fe se convierte en testigo de Jesucristo. El testimonio del cristiano es como el de Juan el Bautista, que “vino como testigo para dar testimonio de la luz, y que por el todos llegasen a la fe”; grita “allanen el camino del Señor”; proclama “Entre ustedes está ese que no conocen”. Se trata de anunciar y hacer creíble a Jesucristo.

Un hombre o mujer de fe con verdadera conciencia de su identidad de creyente, no titubearía ni callaría la experiencia de Dios que vive en su corazón, en su existencia; la realidad nos invita a hacer nuestra la proclama del Bautista cuando dice “entre ustedes esta ese que no conocen”.

Somos testigos de la luz y no podemos esconder esa luz debajo de una olla o de la cama; es necesario difundirla. Si no tenemos que difundir, necesario será cuestionarnos sobre nuestra experiencia de Dios. En la vida ordinaria, en los medios de comunicación, que poco se habla de Jesús. Se habla e incluso se discute de personajes de moda, en la calle, en los medios de transporte, en las reuniones de amigos o de negocios. Pero poco o nada se habla de Cristo. Somos testigo de la luz o nos da vergüenza compartir nuestra experiencia, la que tenemos.

La invitación es asumir nuestra responsabilidad, como el Bautista, de ser luz del mundo. Si al menos nos preguntamos ¿cómo hacerlo?, hemos comenzado un camino para vislumbrar una respuesta.

La repuesta la encuentro en Jesús: “Vayan y anuncien el evangelio…” Si nos preocupa la tiniebla del otro, o su vacío de Dios, el camino es la misión. Es compartir el amor de Dios a los hermanos, en todo tiempo y en todo lugar. Somos testigos de la luz.


¡QUÉ HERMOSO ES VER CORRER AL MENSAJERO QUE TRAE BUENAS NOTICIAS!


¡QUÉ HERMOSO ES VER CORRER AL MENSAJERO QUE TRAE BUENAS NOTICIAS!

Artículo escrito por el Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal, de la Diócesis de Campeche

«En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludo a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno» (Lc 1, 39-41).  

Así inicia el fragmento del Evangelio que se proclama en la fiesta solemne de la Virgen de Guadalupe el día 12 de diciembre.

No cabe duda de que la Palabra de Dios es viva y eficaz, que se hace actual, que guía, que da vida… que se concretiza en cada tiempo y lugar de la historia.

El pasado jueves 8 de diciembre, muy de mañana, me encaminé presuroso, junto con un entusiasta grupo de laicos, hombres y mujeres, de la parroquia de san Francisco de Asís, en División del Norte, Escárcega, a un pueblo de las montañas, como ellos le llaman, del estado de Campeche.

Al llegar a la capilla quedamos gratamente sorprendidos, pues se encontraba bellamente adornada; y no era para menos, ya que celebraban su fiesta patronal, la fiesta de la Virgen de Guadalupe.

En cuanto la comunidad allí reunida «oyó el saludo» del sacerdote y los cantos de los laicos que le acompañaban, «saltó de gozo» y también se puso a cantar y a alabar a Dios.

Verdaderamente todos nos encontrábamos muy alegres celebrando a la Virgen de Guadalupe; todos los integrantes de la comunidad católica del Ejido de Nuevo Tabasco, hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos, aplaudían y se movían mientras cantaban «el amor de Dios es maravilloso… ¡Grande es el amor de Dios!».

Y vaya que el amor de Dios por aquellos hermanos nuestros y por todos nosotros es maravilloso…

Llegar a nuestra cita con esta comunidad no fue nada fácil; hicimos más de dos horas. Salimos de División del Norte muy temprano rumbo a Escárcega para dirigirnos al Ejido Miguel de la Madrid donde tuve que dejar el auto para que nos trasladaran en camioneta de doble tracción hasta una parte del camino donde, por las lluvias, no puede pasar aún ningún vehículo.

Allí, en medio del “monte” dejamos la camioneta y caminamos un buen trecho entre un lodo chicloso, donde yo perdí hasta los zapatos; terminé caminando en puros calcetines (y, después celebré la Misa, sin zapatos; en contacto con la madre tierra). Mas adelante otro trecho a caballo hasta llegar al lugar donde ya nos esperaba otra camioneta para conducirnos a Nuevo Tabasco, nuestra meta, nuestra «tierra prometida».

Algo atrajo poderosamente mi atención: A pesar de las dificultades para llegar a esta comunidad, ninguno de nosotros se desanimó, ni perdió su entusiasmo ni su alegría. Absolutamente, nadie. Regresamos a casa, más animados y llenos de fe que al momento de partir hacia Nuevo Tabasco.

Ha sido una bellísima experiencia que ha dejado una profunda huella en mí y me ha hecho recordar las palabras plasmadas en la Carta Pastoral de Mons. Carlos Suarez Cázares, entonces XI Obispo de Campeche, con las que invitaba a: «llenarse de amor por nuestra Iglesia Diocesana de Campeche, de manera que nos llenáramos de solicitud por todas las comunidades y creciéramos en el sentir de la Iglesia Diocesana, asumiendo sus gozos y sus esperanzas, sus tristezas y también sus angustias».

«Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor» (Lc 1, 45). Estas palabras que Isabel, llena del Espíritu Santo, dirigió a María en el amanecer de la «plenitud de los tiempos», son aplicables hoy a la Iglesia de División del Norte en esta preciosa aurora de su historia.

Dichosa tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en División del Norte, porque se cumple en ti cuanto te fue anunciado de parte del Señor. Fuiste llamada y elegida para entrar con toda tu historia, tu cultura y tus raíces ancestrales, como una nueva y recién nacida comunidad parroquial, en la comunión de la Iglesia diocesana.

Dichosa tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en División del Norte, porque se cumple en ti cuanto te fue anunciado de parte del Señor. Con el agua de la Fuente Bautismal das a luz nuevos hijos que conservarán tu rostro siempre bello y juvenil. Hijos hijas que no se desaniman ni se cansan ante las dificultades; hombres y mujeres de fe que se lanzan a recorrer decenas de kilómetros, a caminar entre el lodo, a montar a caballo, con la alegría de llevar la Buena Noticia del amor de Dios a sus hermanos.

Dichosa tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en División del Norte, porque has hallado gracia y se te ha dado una nueva vocación de ser Iglesia Madre en la comunidad parroquial para ayudar a crecer, cuidar y amar, a todas las demás comunidades, grandes y pequeñas, que integran tu territorio parroquial. Comunidades que al verte llegar en tus hijos e hijos exclaman con alegría: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva de Jesús resucitado!».

Dichosa tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en Nuevo Tabasco, porque se cumple en ti cuanto te fue anunciado de parte del Señor. Se ha pronunciado sobre ti una nueva misión: Ser pueblo de Dios para cantar y contar las maravillas que el Señor realiza en ti, para vivir feliz cantando las alabanzas al Señor.

Dichosa tú, que has creído, Iglesia de Dios que peregrina en Nuevo Tabasco, porque la fe y la perseverancia de tus hijos e hijas son para nosotros un ejemplo vivo que nos anima a continuar nuestra misión.


sábado, 10 de diciembre de 2011

HOMILÍA DEL OBISPO DE CAMPECHE: DOMINGO III DE ADVIENTO


DOMINGO III DE ADVIENTO
11 de Diciembre de 2011
 
INTRODUCCIÓN: VIVAN SIEMPRE ALEGRES

Hay de imprudencias a imprudencias. Alguna vez escuché que alguien al pasar por una sala funeraria saludaba diciendo “que pasen muy buena tarde” a los dolientes congregados; o aquel recuerdo de quien daba el pésame a los familiares de un difunto, que entre nervioso y confundido les deseaba “muchos días de estos”.

Comienzo compartiendo estas anécdotas porque tal vez resulta igualmente una imprudencia hablar de alegría e invitar al gozo a los hombres y mujeres de hoy, en medio de un panorama como el que nos ha tocado vivir.

En el tercer domingo de adviento que nos prepara al nacimiento del Salvador, la espera da un giro de la austeridad y penitencia, a la expectación jubilosa. A este domingo la tradición le llama de “Gaudete”, por las palabras con que inicia la segunda lectura del día: “Vivan siempre alegres…”, tomada de la carta primera de San Pablo a los tesalonicenses. Un signo más es que en este domingo se enciende el cirio rosado de nuestra corona de adviento, como marcando una diferencia y una pausa en nuestro itinerario de esperanza.

Pero pensemos si en realidad no es una absoluta imprudencia hablar de la alegría, y hacer como el Apóstol una insistente invitación a que estemos siempre felices. Puede parecer más bien un acto cruel de poner el dedo en la llaga cuando contemplamos no solamente el conocido ambiente de violencia, incertidumbre y muerte que ronda nuestras calles; ni solamente el estrés y el apuro derivado de la crisis económica que pega en todos los bolsillos; sino cuando contemplamos tanta tristeza y desesperanza en el corazón humano. Podemos parecer inoportunos llamar al gozo cuando nos hemos quedado vacíos de esas cosas que traen consigo alegría, paz y esperanza. Nuestra exhortación es desacertada porque le hablamos al oído de quien se encuentra desilusionado por la injusticia, por las estructuras invencibles de corrupción y opresión, por la irrelevancia de intentar ser mejores porque los breves esfuerzos de superación quedan como mera utopía, por el dolor que acompaña la traición, deslealtad y  por el cansancio ante la imposibilidad de pretender cambiar el mal que anida y mueve el corazón del hombre.

¿Cómo es posible estar alegres, cuando la tristeza nos embarga por dentro y por fuera? ¿Cómo alegrarse cuando parecen vanos todos los esfuerzos por transformarnos y transformar el mundo? ¿Cómo puede vencer la tenue luz de la esperanza a las densas tinieblas que nos cercan?

Podríamos sumarnos al pesimismo a que conducen muchos signos de los tiempos que son amargos y desalentadores, si no conociéramos la Buena Noticia, si no hayamos escuchado el Evangelio, si no supiéramos del amor de Dios que se ha encarnado y sigue presente entre nosotros. La Palabra de Dios es siempre Buena Nueva y razón suficiente para la alegría porque anticipa y cumple una realidad diferente donde impere la paz, la justicia, la verdad, la gracia, el amor…

Jesús viene a nosotros para realizar aquella promesa que consigna Isaías en la primera lectura de hoy: para anunciar la buena nueva a los pobres, liberar a los prisioneros y pregonar el año de gracia del Señor. Esta alegría radica en la acción de Dios que reviste al hombre con su salvación y nos cubre con un manto de justicia. Hay una razón verdadera para la alegría, su nombre es Jesús y su identidad es ya sabida, Él es el Dios-con-nosotros.

Existe quién prefiere contemplar las cosas difíciles y dolorosas de la vida, que las hermosas que también encontramos en el camino. Y viene a mi mente aquella historia del hombre que cultivando un rosal y antes de que éste rompiera en flor, le nació el disgusto en la injusticia de Dios, por qué a la rosa que era una flor tan bella y exquisita le tuvo que poner esas ásperas y crueles espinas. Por este motivo dejó de cultivar su rosal, hasta que un día, una voz en su interior le aclaró todo: Dios no le ha puesto espinas a las rosas, sino que por el contrario, le ha puesto rosas a las espinas.

El sufrimiento y las penas son inevitables en nuestra condición de creaturas, pero Dios ha querido en su amor coronar con alegría y bendición todos los esfuerzos de fidelidad, de lucha, de perseverancia. Así, esta llamada a estar alegres no es tan imprudente para quienes hemos experimentado el amor de Dios, para quienes hemos contemplado brotar rosas de entre las espinas del dolor. Podemos decir, que la vocación urgente del cristiano de hoy es ser testigo de esperanza y de alegría en medio de un mundo que vive triste y aferrado a su amargura. Seamos testigos de la Buena Noticia de la proximidad del Salvador.

¿QUIÉN ERES TÚ?

En el Evangelio de este tercer domingo de adviento escuchamos una versión similar, aunque con claras diferencias, del pasaje evangélico del domingo pasado que es la presentación de Juan el Bautista, el Precursor, figura clave de este tiempo litúrgico. En esta versión según san Juan, es el mismo Bautista quien entra en diálogo y da razón de sí mismo.

La personalidad del Bautista resulta impresionante para los hombres de su tiempo, al grado de considerar que bien podía ser él el Mesías esperado, por su singular manera de vivir, por la fuerza y el ardor de sus palabras, por lo enigmático de su mensaje. De aquí se comprende fácilmente el por qué de la inquietud de los judíos por hacer una “investigación” acerca de este personaje. Enviados desde Jerusalén, algunos sacerdotes y levitas le plantean la cuestión fundamental: ¿Quién eres tú?

En palabras textuales, el evangelista nos comparte la libertad y la claridad de conciencia del Bautista, cuando dice: Él reconoció y no negó quién era.

Acto seguido, el Precursor afirma no ser el Mesías, no ser Elías, no ser el Profeta o Segundo Moisés. Él sabe que solamente es esa voz que grita en el desierto, anunciada por el profeta Isaías. Él sabe que su bautismo es sólo anticipo del verdadero bautismo, y que quien le sucede es más grande que él.

Nos bastarían estas ideas para reflexionar en nuestra propia vida y obtener de ellas una lección para nosotros. Se habla ahora de una profunda crisis de identidad cristiana en medio del pluralismo religioso y pseudoreligioso que nos envuelve, pero quizá hemos de decir que se antepone a este dilema que es real, una crisis más vital sobre la misma identidad de la persona humana. Si no reconocemos y valoramos en su justa medida la dignidad humana, y esto significa recuperar la conciencia de que somos imagen y semejanza de Dios, difícilmente nos mantendremos sólidos en la identidad específica de nuestro cristianismo. Resulta ahora demasiado común confundirse y extraviarse tomando identidades ajenas. El Documento de Aparecida recoge como un gran desafío este signo del gran porcentaje de católicos con identidad cristiana débil y vulnerable (cfr. n. 286), luego de una mirada de fe sobre la realidad de la crisis de sentido personal y social.

Por eso, es interesantísimo que nos hiciéramos la misma pregunta propuesta al Bautista, como una ayuda para nuestra toma de conciencia de nuestra identidad y misión como cristianos. ¿Quién eres tú? La falta de respuesta a esta cuestión ha sido motivo de escándalo en los distintos tiempos y lugares de la historia, y ahora con preocupante acento. Si bien es cierto que el hombre es un misterio, también es cierto que ha quedado ya develado en el misterio del Verbo Encarnado (GS 22). Hará falta pues, reconocernos y descubrirnos ante la mirada de Dios para que consideremos en adelante el compromiso de nuestra verdadera identidad.

El que no sabe quién es en realidad, está condenado a vivir la vida de otros. No es un mal desconocido en nuestro tiempo este de vivir de disfraces y actuaciones. El Bautista nos da testimonio de autenticidad cuando reconoció y no negó quién era. Muchos de nosotros nos desgastamos siendo quien en realidad no somos, sólo por complacer, por entrar en ciertos círculos, por disfrutar de algunos privilegios…

El Bautista bien pudo adjudicarse el título de Mesías, o proponerse como Elías o el Profeta, pero más que a la indiferencia e insignificancia, tuvo miedo a la mentira. Entre nosotros hay quienes tenemos miedo de parecer poca cosa a los ojos de los demás, tenemos miedo al rechazo y a la exclusión, y en tal medida que somos capaces de traicionarnos a nosotros mismos, en nuestras creencias y convicciones, con tal de no perder el reconocimiento ajeno. En este sentido, nos han heredado un ejemplo bellísimo nuestros antepasados que con valentía, sin esos falsos temores, deseaban buen día en nombre de Dios, agradecían en nombre de Dios, todo lo confiaban a “si Dios quiere”, y no tenían la moderna pena de santiguarse o reverenciar al Señor en su paso frente a las iglesias. Hoy los rosarios y crucifijos son más objetos de ornato y moda, que verdaderos distintivos.

Hay una sentencia de Cristo en el Evangelio que puede ayudarnos a replantearnos este punto de reflexión: “Si alguno de avergüenza de mi delante de los hombres, yo me avergonzaré de él delante de mi Padre”.

Seamos pues, valientes para vivir nuestra fe, para tener una respuesta pronta a quien nos pregunte quién somos, para reconocer nuestra identidad y no negar nuestra condición de hijos de Dios y discípulos de Jesucristo. Quien sabe quién es, conoce de antemano su destino

TESTIGOS DE LA LUZ

En esta dinámica de la claridad del Precursor para saber quién es él en realidad se inserta la descripción del evangelista que habla de Juan como el testigo. Sin duda para los judíos de aquel tiempo las palabras del Bautista sonaban con tanta convicción que creyeron que era él el Mesías esperado. Sin embargo, su papel es ser testigo. La claridad habla de una vela encendida pero no es la vela. El Bautista es testigo de la luz, pero no es la luz. Es el mismo evangelista el que comienza la narración de la Buena Nueva diciendo que en el principio era el Verbo y el Verbo era Dios…En efecto, en este juego de imágenes, Cristo es el Verbo, pero Juan es la Voz que lo anuncia, el que prepara el sendero del que viene detrás de él con poder y con un bautismo de Espíritu Santo y fuego.

Quizás por eso, la predicación de Juan infundía miedo en sus oyentes, porque anunciaba algo novedoso, porque la inminencia en el tono de su voz desconcertaba a los hombres de Jerusalén. Parece ser que las cosas nuevas nos incomodan porque nos desarraigan, vienen a romper nuestros esquemas anquilosados de vivir, nos sacan de nuestro ambiente placentero y amañado.

No es oficio fácil este de ser testigo. A veces resulta más cómodo y práctico ser maestro o informador, o relator o cuentacuentos. Pero ser testigo significa arriesgar mucho, comprometer mucho, respaldar mucho. Sin embargo, el testigo auténtico no se debe a nadie, no tiene que devolver favores, no tiene deuda con nadie, solamente con la verdad. Pero esta no es una verdad que se testifique con las palabras solamente porque exigen la vida.

El Bautista era consecuente con el mensaje que anunciaba, era coherente con el testimonio que daba. La molestia que causaba en sus espectadores no era tanto por las palabras que pronunciaba sino por su manera de vivir tan contrastante, tan inverosímil.

Empero, estas características del Precursor son los requisitos de todo testigo que tiene el deber de poner en acto la verdad que atestigua, cosa que resulta arriesgado y molesto sobremanera.

Cuando obtienen por respuesta la negativa a la identidad como el Mesías, Elías, o el Profeta, los emisarios regresan conformes, muchas veces habían escuchado y sabían de memoria el pasaje de Isaías que Juan había citado, así que si este hombre no era el esperado, todo había sido falsa alarma, no se imaginaban qué tan cerca estaba aquel a quién buscaban, tan cerca que ya estaba en medio de ellos pero no lo conocían; tan cerca como en Nazaret, atando sus sandalias para comenzar su misión, el testimonio del Bautista no les fue suficiente.

Pensemos ahora queridos hermanos en nosotros mismos. El nombre cristiano exige por sí mismo nuestra condición de testigos. Pero detallado el cuadro de un buen testigo como Juan, las notas que presentamos resultan cortas, insuficientes, limitadas.

Nos sucede lo que a muchos personajes del Antiguo Testamento elegidos por Dios para ser sus testigos, cómo rehuían, cómo se resistían a aceptar tal encargo. Nos resulta mucho más atractivo y placentero sólo llamarnos cristianos pero sin la molestia de avalar con la vida tal nombre.

Un testigo sólo es creíble en la medida en que sus palabras y obras corresponden al mensaje que anuncia. Somos falsos testigos, y hay que decirlo, cuando no sólo no coincide nuestro nombre con la conducta, sino que hasta se contradicen.

Un testigo da fe de lo que ha visto y oído. Y muchos de nosotros damos un testimonio confuso, incierto, porque ni lo hemos visto a Él ni hemos abierto el corazón para escucharlo, exactamente como a los judíos del Evangelio, que está en medio de nosotros y no le reconocemos.

Un testigo no tiene miedo a las consecuencias de su declaración, lo único que le asusta es faltar a su misión. Y entre nosotros hay muchos que se quedan callados, que prefieren guardar las apariencias, que evitan la persecución y el rechazo, que aplacan el fuego que arde en el corazón del testigo.

A MODO DE CONCLUSIÓN

En breves palabras, el mensaje evangélico de este tercer domingo de Adviento podemos resumirlo así: claridad de nuestra identidad, coherencia de testigo y la alegría como garantía de la verdad y la esperanza.

Las luces de nuestra corona de adviento van encendiéndose poco a poco,  procuremos no malgastar el tiempo y disponernos con un corazón limpio y vigilante a la llegada del Redentor a nuestra vida. Que sintamos la urgencia de esperar con alegría a Aquel que viene con poder, a Aquel a quien el Bautista anunció con sus palabras y su vida.

Nuestro mundo necesita de testigos que le devuelvan la esperanza que la violencia y la muerte le ha arrebatado, esa es nuestra identidad, nuestra vocación y misión, ser testigos creíbles de la luz que ilumina las tinieblas en que vivimos sumergidos; testigos del amor de Dios que renueva la armonía y fraternidad entre todos los hombres; testigos  de la fe que es la única capaz de alcanzar la realización de las promesas de salvación; testigos de la paz, de ese don que el mundo anhela con vehemencia.

Termino con las palabras del Apóstol: vivan siempre alegres, se los repito, vivan siempre alegres. No impidan la acción del Espíritu Santo, ni desprecien el don de profecía…Que el Dios de la paz… los conserve irreprochables hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo. El que los ha llamado es fiel y cumplirá su promesa.

 Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche