URGE NUEVA EVANGELIZACION
30 de Noviembre de 2011
Artículo
escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de san Cristóbal de
las Casas, Chiapas.
VER
El país vive el azote de
la violencia y de la inseguridad. Nos culpamos unos a otros y, quien más quien
menos, ofrecemos soluciones, más impactantes en el discurso que en una efectividad
real. Los enemigos políticos del Presidente de la República lo juzgan único
responsable de los miles de muertes ocasionadas por su inderogable y
constitucional obligación de combatir a los inhumanos y abusivos
narcotraficantes y llevan el caso ante instancias internacionales. Otro ofrece
crear millones de empleos para los jóvenes, como si esto fuera tan sencillo.
Las familias y los pueblos sufren, y ya no saben qué hacer.
Las iglesias nos sentimos
cuestionadas. La mayoría de los narcos y asesinos son bautizados y dicen ser
creyentes, algunos hasta muy devotos, a su manera… Nos preguntamos en qué hemos
fallado, y qué debemos hacer.
Juan Pablo II, siguiendo
la inspiración del Concilio Vaticano II y de Pablo VI, nos propuso una nueva
evangelización. Por primera vez usó esta expresión en Polonia, el 9 de
junio de 1979. Después, la difundió y urgió por todas partes, sobre todo en sus
múltiples viajes y mensajes a América Latina. En Santo Domingo, al inaugurar la
V Conferencia General, nos dijo que debería ser nueva en su ardor, en sus
métodos, en su expresión.
El Papa Benedicto XVI ha
convocado el Sínodo de los Obispos, en Roma, del 7 al 28 de octubre de 2012,
precisamente sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe
cristiana. Ya han sido elegidos los obispos que nos representarán. Y “para
que la Iglesia entera pueda presentar a todos un rostro más bello y creíble,
reflejo más claro del rostro del Señor”, nos ha invitado a celebrar un Año
de la Fe, del 11 de octubre de 2012, al 24 de noviembre de 2013.
Las tres diócesis de
Chiapas nos hemos reunido para estudiar el documento preparatorio al Sínodo,
ofrecer un aporte desde nuestra realidad pastoral, cuestionar y renovar la
práctica evangelizadora, “pues el Evangelio no ofrece una palabra sólo de
consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el
encuentro con El, por el cual florece una humanidad nueva” (29-X-2011).
JUZGAR
El mandato de evangelizar
es perentorio, desde que Jesús lo encomendó a sus apóstoles. Evangelizar ha
sido siempre y será la misión que da identidad a la Iglesia. Si no lo hiciera,
escudándose en restricciones legislativas o amoldándose al relativismo
imperante, traicionaría su misión.
El documento para el
Sínodo describe algunos escenarios que debemos enfrentar: Una profunda
secularización, que ha perdido la capacidad de escuchar y de comprender la
palabra evangélica como un mensaje vivo y vivificador. Una mentalidad en la
cual Dios está, de hecho, ausente. La cultura del relativismo. La mentalidad
hedonista y consumista. La superficialidad y el egocentrismo, que lleva a un
estéril culto al individuo. Una atrofia espiritual y un vacío del corazón.
Formas subrogadas de pertenencia religiosa y de vago espiritualismo. Formas de
contaminación y de desmoronamiento de los puntos fundamentales de referencia de
la vida. Un clima de extrema fluidez y liquidez. Un fundamentalismo que
justifica la violencia y el terrorismo. La proliferación de sectas. Se difunde
una progresiva alienación de la dimensión ética y política de la vida. La
cultura de lo efímero, de lo inmediato, de la apariencia. Desequilibrios
económicos en la distribución de recursos. El daño a la creación. La ciencia y
la tecnología se presentan como los nuevos ídolos del presente. Nuevos cultos,
religiones de la prosperidad y de la gratificación instantánea” A esta
descripción, más de corte europeo, agregamos lo más específico de nuestra
realidad.
ACTUAR
Seamos humildes y
revisemos nuestra vida personal, porque a veces la gente se aleja de Dios y de
la Iglesia porque no somos tan santos como deberíamos. Confrontemos nuestra
práctica pastoral y no engañosamente pensemos que todo lo hacemos bien, pues
los resultados no confirman nuestras afirmaciones. Apasionémonos más por
Jesucristo y contagiemos esta fe, para que muchos otros encuentren en El la
fuente de la vida.