IGLESIA EN PROCESO DE CONVERSIÓN
23 de Noviembre de 2011
Artículo
escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de san Cristóbal de
las Casas, Chiapas.
VER
En el encuentro que tuvimos
sacerdotes, religiosas y laicos de nuestra diócesis para analizar los cambios
que viven los pueblos y los retos que plantean a la pastoral, subrayamos lo
siguiente, que compartimos porque puede servir en otras latitudes:
Chiapas ha disminuido un poco su
pobreza extrema, pero seguimos en los últimos lugares en desarrollo, educación,
vivienda, salud y seguridad social. Los jóvenes han cambiado mucho y no los
atendemos adecuadamente. Hay otros modelos de familia, distintos al tradicional.
Sigue decreciendo el número de católicos, fenómeno que se repite en toda la
nación y el continente. Muchas personas se sienten atraídas por ofertas
religiosas, también católicas, distintas a las nuestras, lo que genera
divisiones y desgastes internos dolorosos. Nos sentimos rebasados,
interpelados, dispersos, cuestionados, pequeños, ante cambios que amenazan con
arrollarnos. Hemos idealizado algunas cosas y necesitamos ser autocríticos.
Sin embargo, vivimos un momento de
gracia, porque Dios permite que reconozcamos tanto nuestras limitaciones como
nuestras riquezas que nos animan. Experimentamos paz, porque hay mucha vida y
muchos laicos comprometidos. Percibimos que surgirá una nueva semilla y nos
sentimos muy motivados a trabajar en esperanza, pues hay directrices diocesanas
claras.
JUZGAR
Alguien podrá pensar que, al analizar
la realidad actual y esforzarnos, desde el Evangelio y la Doctrina Social de la
Iglesia, por responder a los retos que plantea, nos estamos saliendo de nuestra
identidad y misión. Como una persona de Saltillo que envió una carta anónima a
todos los Obispos del país y ala Congregación para los Obispos en Roma, en que,
desinformado y malinterpretando lo que hacemos o decimos, acusa a varios de
nosotros de diversas cosas. ¡Lo que tenemos que soportar! Todo sea por el Reino
de Dios y su justicia.
Ante estas situaciones, decimos en
Aparecida: “Nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser
católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana
arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos. Esto
requiere una evangelización mucho más misionera” (DA 13).
“Las condiciones de vida de muchos
abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen el
proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor
de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo vino a traer es
incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos cerrar los ojos
ante estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos
en el camino de la muerte: ‘Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la
vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte’ (1 Jn
3,14)”. (DA 358).
ACTUAR
¿Qué hacer? Nos propusimos: Salir al
encuentro de las personas, acompañarlas. Conocer la realidad. No sólo ver la
paja en el otro sino la viga que llevamos. Abrirnos con creatividad y lenguaje
nuevo a la gente que no llega ala Iglesia. Confiaren que somos luz y levadura;
algo pequeño, pero eficaz. Desinstalarnos para llevar la buena nueva de Jesús;
romper la inercia y la monotonía pastoral. Necesitamos conversión personal y
pastoral. Es tiempo de despojarnos, para dejarnos conducir por el Espíritu.
Renovar nuestra espiritualidad. Volver a las fuentes. Ser testimonio vivo y
creíble. Tener espíritu misionero y un trato amable con todos, dentro y fuera;
tolerancia. Ser hombres y mujeres de fe; animarnos unos a otros y ser agentes
de esperanza.
Fortalecer el trabajo con los niños.
Atención a los jóvenes, desde la adolescencia. Elaborar un plan de pastoral
familiar. Incrementar la pastoral penitenciaria. Consolidar la pastoral de
migrantes. Apoyar de manera más decidida la participación de las mujeres.
Pastoral de la comunicación. Prepararnos para manejar la violencia y hacer
procesos de reconciliación. Que nos dejemos ayudar por los laicos y darles más
responsabilidad. Formar servidores que impulsen la labor evangelizadora.
Permanecer fieles como María.