domingo, 16 de octubre de 2011

LA FAMILIA: DON VALIOSO PARA CONSTRUIR LA COMUNIDAD

LA FAMILIA: DON VALIOSO
PARA CONSTRUIR LA COMUNIDAD

Artículo escrito por el Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal, de la Diócesis de Campeche.



«En esta época difícil, la familia necesita particulares atenciones […] La familia es riqueza para los esposos, bien insustituible para los hijos, fundamento indispensable de la sociedad, comunidad vital para el camino de la Iglesia».

Son palabras que el Papa Benedicto XVI dirigió a las familias con las que se reunió en la Catedral de san Ciriaco, en Ancona, la tarde del 11 de septiembre de 2011, horas después de la Misa de Clausura del XXV Congreso Eucarístico Nacional Italiano.

«En el plano eclesial –profundiza el Papa–, valorar  a la familia significa reconocer su relevancia en la acción pastoral. El ministerio que nace del sacramento del matrimonio es importante para la vida de la Iglesia: la familia es lugar privilegiado de educación humana y cristiana […] un don valioso para la edificación de la comunidad».

La iglesia reconoce que la familia constituye uno de los tesoros más apreciados de nuestros pueblos y descubre que «a pesar de las ideologías antifamilia que circulan con frecuencia, y de los esfuerzos que implica formar, establecer y llevar adelante una familia, ella sigue siendo una institución de total vigencia».

En efecto, el Obispo de san Cristóbal de la Casas, Chiapas, comenta «los resultados de una encuesta nacional sobre la confianza que la sociedad mexicana tiene hacia diversas instituciones, hecha por una empresa particular. En una escala de 10 a 50, la familia es la mejor calificada, con un 47.4 de confiabilidad; es decir, a pesar de las crisis que vive, la mayoría cree en la familia y le tiene confianza; sólo un 2.4 dijeron no confiar en ella. Aunque con casi 21 puntos de diferencia, la que le sigue es precisamente la Iglesia Católica, con un 26.7 de confianza; 6.2 dijeron lo contrario».

Consciente de la relevancia de la familia en la vida y pastoral de la Iglesia, nuestra diócesis de Campeche, en comunión con las demás Iglesias particulares –Cancún-Chetumal, Tabasco y Yucatán– que forman la Provincia Eclesiástica de Yucatán, ha celebrado desde el pasado domingo la Semana de la Familia 2011 que hoy finaliza.

Desde el lunes 10 y hasta el viernes 14 de octubre las familias católicas se han reunido en parroquias y comunidades para reflexionar sobre el tema propuesto por los Obispos de la Provincia: La Familia, el trabajo y la fiesta.

Con la mirada puesta en que la Familia es la esperanza para «la construcción de una sociedad más equitativa y fraterna», en los talleres de reflexión se descubre la necesidad de emprender el camino para «restituir dignidad a las jornadas del hombre y, por lo tanto, a su trabajo, en la búsqueda de conciliación de los tiempos dedicados a la fiesta y a la familia y en el compromiso por superar la incertidumbre de la precariedad y el problema del desempleo».

El Papa Benedicto XVI ha insistido que la Iglesia, a través de su Pastoral Familiar, aunque no exclusivamente, debe ayudar a las familias para superar «el individualismo y el egoísmo que a menudo caracterizan la vida cotidiana», y conducirlas al «redescubrimiento de la centralidad de las relaciones, a partir de la familia».

En nuestro estado, encontramos muchas expresiones de la vida familiar con un enorme contenido humano, espiritual, afectivo y educativo, que queremos seguir cultivando para conservarlas, pues ayudan a fortalecer las relaciones interpersonales en la familia. Comer en familia es un ejemplo de estas bellas expresiones culturales de la vida familiar.

Carleton Kendrick, un terapista de familia, en Boston, en un estudio presentado en 2010 menciona que es importante comer en familia, pues «es la mejor vitamina diaria que los padres pueden dar a los hijos».

Bernardo Kliksberg, economista argentino asesor principal del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de América Latina y el Caribe, profundiza al respecto en su libro “Escándalos Éticos” afirmando que «implica interactuar en el marco de las comidas familiares, recibir preguntas sobre qué han hecho en la escuela ese día, quiénes son sus amigos, qué tal el maestro, o hacerlas sobre en qué están trabajando sus padres».

Al compartir los alimentos y conversar puede uno «enterarse de dónde vino la familia, de dónde llegaron los abuelos, qué hacen los tíos y primos. Escuchar en ellas comentarios sobre las noticias del día. Y junto a ello intervenir en un plano de igualdad, sin temores, ni vergüenzas, ni inhibiciones. Ser alentado a hacerlo, y estimulado naturalmente. Todo ello sumado es mucho. Mejora la autoimagen, fortalece la autoestima, desarrolla el pensamiento crítico-creativo, moviliza la capacidad de participar, construye una identidad sana. Es un instrumento poderoso en el corto y el mediano plazo».

Añade Kliksberg, apoyándose en estudios recientes, que «practicar esta costumbre en forma sistemática, y sin teléfonos, blackberrys, ni TV encendidos, está asociado después con conductas como evitar el embarazo adolescente, mejores notas en la escuela, menos desórdenes de comida en jóvenes. Los niños en general mejoran su sensación general de felicidad […] Los que comen con sus hijos regularmente, tienen un nivel de satisfacción de la vida más alto».

La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de los hijos, por eso recordemos siempre «Dios ama nuestras familias a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia de Cristo, invocada a través de la oración en la familia, nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre nuevos caminos de esperanza» (DA 119).