miércoles, 12 de octubre de 2011

HOMILÍA DEL CARDENAL NORBERTO RIVERA CON MOTIVO DE LOS 519 AÑOS DE LA EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA


LA VIRGEN MARÍA DERRAMA

SU TERNURA EN LA COLINA DEL TEPEYAC

 

Homilía del Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México, en la Basílica de Ntra. Sra. de Guadalupe con motivo de los 519 años del inicio de la Evangelización en América Latina.


Hoy celebramos con gran alegría la Eucaristía llamada Misa de las Rosas, en la cual le damos gracias a Dios por el inicio de la Evangelización en nuestro Continente hace 519 años; además, en un día como hoy, pero de 1895, es decir hace 116 años, fue coronada pontificiamente la imagen de Santa María de Guadalupe, Patrona del Continente Americano. También en un día como hoy, pero hace 35 años, se consagró este nuevo recinto, la nueva Basílica de Guadalupe, y donde fue trasladada la bendita imagen de nuestra Reina del Cielo, Emperatriz de América.

A esta cadena de acontecimientos por los cuales damos Gracias a Dios y celebramos la Misa de las Rosas, hoy se añade un Gran Regalo de Dios, hoy se nos entrega oficialmente la Plaza Mariana, un centro desde donde se impulsará la Nueva Evangelización, un centro en donde el acontecimiento Guadalupano será el corazón, un centro de reunión tan necesario para esta Arquidiócesis abierto a nivel nacional e internacional. Damos Gracias a Dios por haberle dado un corazón tan generoso a Don Carlos Slim y a su familia y por tener colaboradores tan eficaces.

Desde el siglo XVIII, el caballero Lorenzo Boturini, conmovido por la belleza y la grandeza de la Virgen del Tepeyac, hizo un gran esfuerzo para coronar pontificiamente la Imagen sagrada de Santa María de Guadalupe, y fue hasta el 12 de Octubre de 1895 cuando esto fue una realidad gracias al Papa León XIII.

Podríamos decir que los Sumos Pontífices siguieron “coronándola” con las expresiones más importantes, ponderando la aparición de la Madre de Dios en este lugar bendito del Tepeyac como un momento trascendental que ha marcado la historia. Como por ejemplo, el Papa Pío XII, quien el 12 de octubre de 1945 ofreció una Alocución que se transmitió por radio: “Y así sucedió –decía el Santo Padre–, al sonar la hora de Dios para las dilatadas regiones del Anáhuac […] cuando a las orillas del lago de Texcoco floreció el milagro. En la tilma del pobrecito Juan Diego –como refiere la tradición– pinceles que no eran de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de los siglos maravillosamente respetaría.”

También el Papa Juan XXIII, el 12 octubre de 1961, declaró: “«la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive», derrama su ternura y delicadeza maternal en la colina del Tepeyac, confiando al indio Juan Diego con su mensaje unas rosas que de su tilma caen, mientras en ésta queda aquel retrato suyo dulcísimo que manos humanas no pintan. Así quería Nuestra Señora continuar mostrando su oficio de Madre: Ella, con cara de mestiza entre el indio Juan Diego y el obispo Zumárraga, como para simbolizar el beso de dos razas [...] Primero Madre y Patrona de México, luego de América y de Filipinas;  el sentido histórico de su mensaje iba cobrando así plenitud, mientras abría sus brazos a todos los horizontes en un anhelo universal de amor.”

El Papa Pablo VI, en otro 12 de octubre pero del año 1970, exclamó “La devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe […] sigue conservando entre vosotros su vitalidad y su valor, y debe ser para todos una constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana.”

Mientras que el beato Juan Pablo II, de feliz memoria, en varias ocasiones declaró la gran importancia del Acontecimiento Guadalupano, como uno de los hechos históricos más relevantes que ha dado frutos de salvación.

Y esto nos lleva a una gran responsabilidad.

En esta Santa Misa de las Rosas seguimos dando gracias a Dios por el maravilloso encuentro que Él sigue teniendo con nosotros gracias a Santa María de Guadalupe, y que trasciende las fronteras como de hecho hemos sido testigos en un sinnúmero de eventos en varias partes del mundo en donde quieren conocer más de cerca su mensaje de amor, como pudimos ser testigos en el Encuentro Mundial de la Juventud en Madrid donde hubo Conferencias sobre el Evento Guadalupano; o como tuvimos la alegría de participar en la bendición del mosaico que se le dedicó en la capilla abierta de nuestra Morenita del Tepeyac en el Santuario de Lourdes en Francia.

¡Sí, una gran responsabilidad! Pues no es solamente el pronunciar frases hermosas magnificando a la Virgen de Guadalupe, sino que se tiene que vivir coherentemente conforme a lo que exige nuestra fe.

¿Cómo poder ponderar la maravilla de que en esta tierra, Dios se ha encontrado con el ser humano, gracias a Santa María de Guadalupe, cuando el crimen organizado a sacrificado a tantos hermanos nuestros, cuando no somos capaces de crear más fuentes de trabajo y mejor remuneradas, cuando no estamos creciendo en la educación que necesita nuestra Patria, cuando no se defiende el derecho a la vida humana desde el momento de su concepción en el vientre de la madre? ¿Cómo poder decir que Dios eligió no sólo encontrarse con nosotros sino vivir en este lugar, en esta casita sagrada, cuando se tiene un sentido erróneo de lo que es la libertad, confundiéndola con un egoísmo que destroza lo más sagrado, a un niño inocente e indefenso en el vientre de su propia madre? ¿Cómo poder estar contentos y satisfechos cuando en esta tierra, en donde se dio el milagro de la Imagen de la Virgen de Guadalupe en la tilma de san Juan Diego, y se manifiestan algunos hermanos despreciando la vida humana del más inocente y no quieren ver ni entender que todo ser humano es imagen y semejanza de Dios, desde el momento de la concepción hasta cuando Él nos llame a su presencia?

Sí, una gran responsabilidad de reflexionar profundamente, y saber actuar a favor de la vida humana, ahí en donde Dios nos ha colocado y nos ha plantado, para que florezca la verdad. Hoy tenemos una gran responsabilidad de coronar a la Virgen de Guadalupe con serenidad y con valor, con coherencia y honestidad, con misericordia y generosidad, con respeto y con autenticidad, con justicia y con paz, con reconciliación y con amor.

Coronemos a la Virgen de Guadalupe, nuestra Madre, Patrona de la Vida, que nos ha dado a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, siendo católicos y guadalupanos coherentes con nuestra  fe y en nuestro actuar de cada día, manifestando un verdadero testimonio de amor a la vida de los más indefensos y necesitados, simplemente por el Amor de Dios. Porque Dios nos ha amado, porque nos ha enviado a Santa María de Guadalupe.

 ¡Viva Jesucristo, Señor de la Vida!

¡Viva la Virgen de Guadalupe, Patrona de la Vida!