domingo, 30 de octubre de 2011

EN EL AMOR AL PRÓJIMO SE VIVE EL REINO DE PAZ QUE ES CRISTO


EN EL AMOR AL PRÓJIMO SE VIVE
EL REINO DE PAZ QUE ES CRISTO

Artículo de Mons. Enrique Sánchez Martínez, Obispo Auxiliar de Durango

Uno de los legados del Papa beato Juan Pablo II a lo largo de pontificado es su compromiso fuerte en la construcción de la paz. Así lo inició en 1986 en Asís, cuando invito a cristianos, de otras religiones y a no creyentes, a orar por la paz en el mundo, decía “El encuentro de Asís será una jornada dedicada precisamente a impetrar el gran don de la paz. Cuantos creemos en Dios estamos convencidos, en efecto, de que es Él quien nos da la paz. Cuanto más intrincadas se hacen las situaciones conflictivas y las dificultades resultan humanamente insuperables; cuantos más peligros se ciernen sobre la humanidad, tanto más debemos dirigirnos a Dios para que nos conceda la gracia de vivir como hermanos, en un mundo reconciliado. Nuestros recursos y medios humanos no bastan...”.

Tenemos la visita de las reliquias del beato Juan Pablo II en nuestra Arquidiócesis. Y es buena oportunidad para unirnos en la Oración por la Paz del mundo, de nuestro México y de nuestra Arquidiócesis. Nuestro Dios no quiere la pérdida de los vivientes (Sab 1,13). Es un Dios que ama la vida (Sab 12,26). Por esto debemos presentarle nuestras súplicas para que la humanidad no se vea envuelta en una catástrofe. La oración, decía el Papa, es el medio más inofensivo al que se puede recurrir y es, sin embargo, un arma potentísima; es una llave capaz de forzar incluso las situaciones de odio más inveterado.

Ante la crisis de violencia e inseguridad que no ha cesado en nuestra Arquidiócesis, debemos volver al mensaje de amor de Jesús. Como creyentes debemos estar convencidos que “la contribución más valiosa que podemos ofrecer a la causa de la paz es la de la oración”, invita el Papa Benedicto XVI. Volvamos a escuchar la Palabra de Dios, para que ilumine nuestras mentes y nuestros corazones y, guiados por ella, podamos ser constructores de justicia y reconciliación para nuestras comunidades.

Jesús es el Rey de la Paz que nos anuncia y ofrece un reino de paz que es para todos. Él ha inaugurado un reino de justicia y de paz y su horizonte son los confines del mundo, va mas allá de toda raza, lengua, cultura, crea comunión, crea unidad. Este anuncio del Reino de justicia y de paz, se realiza en cada comunidad de fe que existe, teniendo como centro la Eucaristía, ahí se hace presente el sacrificio de amor de Jesús. Es en cada comunidad de fe donde Él viene, donde se hace presente, en torno a Él los hombres y mujeres se unen entre ellos, como un solo cuerpo, sin divisiones, sin rivalidades, sin rencores, sin individualismos, para formar un reino de paz en un mundo dividido.

Estamos llamados a construir este Reino de paz, como mensajeros de la paz. Debemos ponernos en camino como discípulos y misioneros, para responder a su invitación de “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos...yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). Como Jesús, los mensajeros de la paz de su reino deben responder a su invitación. Deben ir, pero no con la potencia de la guerra o con la fuerza del poder; no les envía con medios potentes sino “como corderos en medio de lobos”, sin bolsa, ni cayado, ni sandalias. El reino de paz de Cristo no se extiende con el poder, con la fuerza, con la violencia sino con el don de uno mismo, con el amor llevado al extremo, también a los enemigos. Jesús no vence al mundo con la fuerza de las armas, sino con la fuerza de la Cruz, que es la verdadera garantía de la victoria.

Invoquemos a Dios el don de la paz, pidamos que nos convierta en instrumentos de su paz en un mundo lacerado por el odio, las divisiones, los egoísmos, las guerras, queremos pedirle que lleve un rayo de luz capaz de iluminar la mente y el corazón de todos los hombres, para que el rencor le devuelva el sitio al perdón, la división a la reconciliación, el odio al amor, la violencia a la mansedumbre, y en el mundo reine la paz.

Durango, Dgo., 30 de octubre del 2011.