miércoles, 7 de septiembre de 2011

AMOR: REQUISITO ESENCIAL PARA UNA VIDA SANA


AMOR: REQUISITO ESENCIAL
PARA UNA VIDA SANA

Artículo escrito por el Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal, de la Diócesis de Campeche.

Entre la noche del lunes 15 y la madrugada del martes 16 de agosto, pues fue descubierto por su madre alrededor de las cuatro de la mañana, un adolescente de tan sólo 14 años y estudiante de secundaria optó por quitarse la vida en nuestra ciudad. Esta noticia vuelve a encender los focos rojos, pues crece de modo alarmante el número de jóvenes, cada vez más jóvenes, que no encuentran una razón para continuar viviendo.

Esta estremecedora noticia me hizo recordar la historia de otro adolescente, de apenas doce años de edad, que optó por quitarse la vida al colgarse de un árbol de nance ubicado en el patio aledaño a su casa.

Es la historia de Gerardo, así dicen los reporteros que se llamaba, un adolescente, ¡casi un niño!, de doce años que fue hallado colgado de un árbol de nance, aparentemente sin motivo alguno. Sus padres desconocen cuál pudo ser el motivo. No tenía ninguna razón para hacer lo que ha hecho, dicen sus angustiados padres.

Para sus padres, amigos, vecinos, profesores… Gerardo era un niño normal. Todos le creían un niño feliz. Todo era normal. Pero aquella mañana Gerardo caminó, entre decidido y temeroso, la distancia que lo separaba de aquella mata de nance, quizá llevando en sus manos ese pedazo de cable de dos metros, que emplearía para acabar con su vida.

¡Tenía doce años, sólo doce años! Aquella mañana caminó, entre decidido y temeroso, con la esperanza de encontrarse con algún amigo que lo llevara con él a jugar una “cascarita”; con alguien que lo invitara a platicar para no sentirse tan solo; o con el vecino que lo regañase por meterse a su terreno; pero no se encontró con nadie. Por eso siguió caminando, descubriendo cómo en cada paso que avanzaba se iban extinguiendo sus últimas chispas de esperanza. No se encontró con nadie. Por eso siguió caminando, descubriendo que no le quedaba otra salida más que tomar el cable y atarlo cuidadosamente a la mata de nance.

¿Qué habrá pasado por su mente en esos momentos? ¿Habrá recordado que doce años antes había estado en el seno materno, donde se sentía seguro y amorosamente protegido; donde únicamente había amor; donde su madre le acariciaba con sus sueños llenos de esperanza, pues aquel niño que esperaban con emoción era una bendición?

¿Habrá recordado que en la escuela sus profesores le hablaron de los grandes adelantos científicos y tecnológicos del hombre: viajes al espacio, computadoras, iPod, mp3, Internet, redes sociales, satélites, autos? ¿Se habrá preguntado para qué sirven todos estos adelantos si en el mundo muchos niños-adolescentes-jóvenes, como él, no son felices? ¿Para qué sirven todos los adelantos de la digimodernidad si nadie es capaz de percibir esa soledad que viven los niños, y también los adolescentes, los jóvenes, los adultos y hasta los ancianos, cuando no se sienten suficientemente amados?

Por eso, el Papa Benedicto XVI afirma que «es necesario que en su crecimiento las nuevas generaciones no sólo se alimenten de nociones culturales y técnicas, sino sobre todo del amor, que vence al individualismo y al egoísmo y hace atentos a las necesidades de todo hermano y hermana».

Los niños-adolescentes-jóvenes para crecer sanos, física y espiritualmente, necesitan «un requisito esencial: el amor… Un amor lleno de paciencia y de comprensión; atento, tierno y dispuesto al sacrificio, como el de una madre», expresa el Papa.

Y es que la principal invitación que Jesús hace a sus discípulos es a vivir en el amor, en su doble vertiente: amor a Dios y amor al Prójimo. Pero no un amor en abstracto, sino un amor que se que se manifieste en gestos concretos, en cada momento de la vida cotidiana.

¡Padre de familia! ¡Madre de familia!: Dedica tiempo a tus hijos; escúchalos siempre con atención y con el corazón; trata de comprender sus razones; sé exigente, pero también comprensivo y cariñoso, para que tus hijos se sientan a gusto en casa y permanezcan en ella.

¡Padre de familia! ¡Madre de familia!: Que no todo el tiempo que pases con tus hijos sean regaños, desconfianza, amenazas. Date tiempo para jugar juntos, para descansar juntos, para conversar con ellos, para tomar tus alimentos con ellos.

¡Padre de familia! ¡Madre de familia!: No le consientas a tus hijos aquello que es indebido; respeta su libertad, pero también enséñalos a respetar las normas y los tiempos de la familia; dialoga con ellos.

¡Padre de familia! ¡Madre de familia!: Sé para tus hijos ejemplo de rectitud, de trabajo, de fidelidad, de bondad, de disciplina, de paciencia y constancia. Ora con ellos; lee la Biblia junto con ellos y participa junto con ellos en la Misa, sin forzarlos. La mejor educación son los valores sembrados y vividos en la familia, pues, tarde o temprano, dan fruto abundante.

¡Joven!: No sólo exijas amor y comprensión; también ama y comprende a tus padres y a tus hermanos; disculpa sus errores y limitaciones; procura convivir con tu familia. Si haces esto, te descubrirás amado y valorado por tus padres y hermanos.

¡Joven!: Ora, escucha con atención la Palabra de Jesús, participa en la Eucaristía… Si estamos arraigados y edificados en Cristo, permanecemos ¡firmes en la Fe!