lunes, 15 de agosto de 2011

UNIDOS EN FE Y FESTIVIDAD


UNIDOS EN  FE Y FESTIVIDAD

Artículo del  Pbro. Richard L. Clifford, Misionero de Maryknoll, sacerdote católico y colaborador de la Pastoral del Amor en la Arquidiócesis de Yucatán.

La verdadera devoción a la Virgen María
procede de una fe auténtica y un amor filial
a nuestra Madre y de la imitación de sus virtudes
Concilio Vaticano II

Desde mi llegada a Mérida, hace 30 años, ha sido para mí una bendición especial acompañar, con aprecio y amistad, fe y festividad, a los feligreses de la comunidad de San Sebastián en su celebración de la Asunción de María al cielo (15 de agosto).

Dicho dogma de fe fue proclamado el 1 de noviembre de 1950, para afirmar lo relevante de lo humano y del más allá.

Nuestros cuerpos están destinados -como el de María- a participar en la vida eterna. No habrá suspensión de las facultades humanas. Seremos más humanos por ser más divinos.

Este jubiloso recuerdo siempre me ha fascinado tanto por la gran devoción de los fieles como por la manera tan especial en que honran a nuestra Señora.

Bajo la sabia dirección y vigilancia del párroco de San Sebastian, Gabriel Gamboa Crespo, los fieles de la comunidad Mariana se siguen dedicando con infinita paciencia y admirable fervor para dar realce a la belleza humana y espiritual de nuestra Madre María. Ésta es una imagen gloriosa que inspira nuestro amor a la Madre de Dios.

Además, las Mañanitas, misas, marchas, música, festividades, bailes, cantos, oraciones y variedad de celebraciones especiales en su honor siempre crean un ambiente que inspira devoción. Lindísimas son las decoraciones del altar y de la Virgen que a diario cambian los integrantes de los 10 gremios.

El pasado martes, luego de mi Misa en honor de la Virgen María, tuve la bendición de acompañar al padre Gabriel, a los integrantes e invitados del gremio "La Esperanza Católica", encabezado por el famoso "Jacarandoso" Marcelo Sanguinetti Briceño, y una linda "Vaquería" compuesta de niños de unos tres años, jóvenes y adultos vestidos con el traje regional; reinaba amor, amistad y acompañamiento personal, todos unidos para honrar a María en un mensaje piadoso y personal. Hubiera querido unirme al baile, a ese ambiente alegre que tanto movía nuestros corazones y nuestros deseos de mostrar una sencilla devoción.

Como bien sabemos, la verdadera devoción a María consiste en una sólida manifestación que encuentra eco en los corazones y en el diario caminar de millones de fieles en todo el orbe. Tan sólo en Francia, por ejemplo, hay más de 2,000 santuarios marianos, pero en ningún otro lugar del mundo se encuentra la devoción mariana tan extendida y efusiva como la que expresa el pueblo mexicano.

Cuando pequeño, el nombre de María llegó pronto a mis oídos. Así se llamaba mi madre y me sentía atraído a María por las amorosas atenciones que me enseñaba de aquella otra María por excelencia, Madre e intercesora nuestra, a quien Cristo mismo desde la cruz nos entregó a través del apóstol Juan (Juan 19, 27). Innumerables imágenes de María adornaban nuestro hogar.

Años después, desde los Andes del Perú, mandé a mi casa una lindísima virgencita tallada delicadamente y con destreza por un humilde artesano. A diario mi madre prendía una vela a esta virgencita -me dijo- especialmente por su hijo sacerdote.

Recordamos hoy con gozo y gratitud aquel mensaje del Sumo Pontífice Juan Pablo II a Yucatán: "Que Dios conceda a los habitantes de esta notable tierra, cuna de la gloriosa cultura maya, mantenerse siempre fieles a sus valores cristianos para avanzar en el progreso espiritual y material de esa querida Arquidiócesis. Los encomiendo a la maternal protección de nuestra Señora Reina y Patrona. Los bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".