domingo, 7 de agosto de 2011

DÍA NACIONAL DE LA JUVENTUD


DÍA NACIONAL DE LA JUVENTUD

Artículo del Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal, Encargado de la Comisión Diocesana para la Pastoral de la Comunicación Socia de la Diócesis de Campeche.

Hace ya casi un año, el 12 de Agosto de 2010, la Secretaría de Gobernación emitió un decreto en el cual declaraba el día 12 de Agosto como Día Nacional de la Juventud, «siendo 2010 el primer año en que se celebre tan importante fecha». Ya desde 1999, la ONU había declarado y celebrado dicha fecha como el Día Internacional de la Juventud.

Ya desde agosto de 2010, la ONU y la UNESCO había convocado para celebrar el Año Internacional de la Juventud: Diálogo y comprensión mutua, para conmemorar el vigésimo quinto Aniversario del Año Internacional de la Juventud: Participación, Desarrollo, Paz, proclamado en 1985. Este Año Internacional de la Juventud: Diálogo y comprensión mutua, comenzó el 12 de agosto de 2010 y finaliza este Agosto de 2011. Debió ser una preciosa oportunidad para fomentar entre los jóvenes «los ideales de paz, respeto mutuo y comprensión entre los pueblos».

Una oportunidad para ayudar a todos jóvenes a descubrir que «no es la sociedad nueva la que creará los hombres nuevos. Son los hombres nuevos quienes formarán la nueva sociedad». Si siembran valores en su vida, mañana nuestra sociedad, hoy envuelta por la espiral de la violencia, se verá transformada.

Una excelente ocasión para decir a los jóvenes que son como una espiga, y ayudarlos a reconocer que «la misión de la espiga nos es ser el lugar definitivo para la semilla. Cada semilla debe asumir la vida de una manera tan suya y personal, que pueda vivirla independientemente de la espiga en la que maduró.

Toda semilla que quiera cumplir con su vocación de vida, y con su misión por los demás, debe aceptar la deschalada y el desgrane. Sólo si ha asumido su vida en plenitud y de una manera personal, será capaz de seguir viviendo luego de la desgranada. Y así podrá incorporarse al gran ciclo de la siembra nueva.

Si su vida es auténtica y acepta hundirse en el surco de la tierra fértil, su lento germinar en el silencio aportará al sembrado nuevo una planta absolutamente única, pero que unida a las demás, formará el maizal nuevo.

No es el maizal el que valoriza la identidad de las plantas. Es el valor irremplazable de cada planta en su riqueza y fecundidad lo que valoriza al maizal. No es la sociedad nueva la que creará los hombres nuevos. Son los hombres nuevos quienes formarán la nueva sociedad».

Una oportunidad para ayudar a los jóvenes a reconocer que cada uno de ellos es tierra fértil, es un surco fecundo, donde hay que sembrar. Si se siembran semillas de bondad, mañana recogerán una cosecha fecunda.

El Padre Mamerto Menapace, en su libro “Cuentos desde la cruz del sur”, cuenta la historia de un joven que gracias al esfuerzo de su padre, un sencillo agricultor, pudo estudiar agronomía en la universidad. Al terminar sus estudios, decide regresar a su pueblo para poner en práctica todo cuanto aprendió en la universidad.

Un buen día, nuestro joven ingeniero agrónomo se acercó al más viejo del pueblo, don Laureano, para comentarle sus proyectos, y le preguntó:

– ¿Ha visto, don Laureano, mi campito?
– Sí, ¿cómo no lo voy a ver? – contestó el viejo. Lindo lo ha dejado, patroncito.
– Don Laureano, yo le quería preguntar una cosa. ¿Cree usted que este campito me dará buen algodón?
– ¿Algodón dijo, patroncito? –Respondió dubitativo el viejo y añadió–. No. Mire, no creo que este campo le pueda dar algodón. Fíjese los años que yo vivo aquí y nunca vi que este campo diera algodón.
– ¿Y maíz? –Insistió el joven–. ¿Usted cree que me puede dar maíz?
– ¿Maíz dijo, patroncito? No. No creo que este campo le pueda dar maíz. Por lo que yo sé, este campito lo más que le puede dar es algo de pasto, un poco de leña, sombra para las vacas y, con suerte, alguna frutita de monte. Pero maíz, no creo que le dé.
Cada vez más sorprendido, nuestro joven ingeniero agrónomo insistió:
– ¿Y soja, don Laureano? ¿Me podrá dar soja este campito?
– ¿Soja, patroncito? Mire, no le quiero engañar. Yo nunca he visto soja por estos lados.
Cansado de recibir siempre la misma respuesta, el joven ingeniero se apresuró a despedirse diciendo:
– Bueno, don Laureano. Yo le agradezco todo lo que usted me ha dicho. Pero ¿sabe usted una cosa? De cualquier manera quiero hacer una prueba. Voy a sembrar algodón en el campito y vamos a ver lo que resulta.
Entonces el viejo levanta los ojos y con una media sonrisa en los labios le dice:
– Bueno, bueno, patroncito. Si usted siembra..., si usted siembra es otra cosa.

¡Queridos jóvenes no se desanimen! Nuestro mundo está lleno de «don laureanos» que están absolutamente convencidos de que las cosas no funcionarán, pero que nunca se han tomado la molestia de probar si funcionan; que están seguros de que la juventud actual no tiene futuro; «don laureanos» que, cual profeta de desventuras, afirman que nada se puede hacer para transformar la situación que vive nuestro país, echándole la culpa a los otros.

¡Animo Jóvenes! Si quieren cosechar triunfos mañana, prepárense hoy: Entrénense para la vida, capacítense, estudien, esfuércense, trabajen, púlanse, acérquense a Dios. La vida no es fácil, tiene riesgos y obstáculos. La vida es para los valientes.

«Les escribo, jóvenes, porque han vencido al maligno […] Les he escrito, jóvenes, porque son fuertes y la Palabra de Dios permanece en ustedes» (1Jn 2,14).