lunes, 6 de junio de 2011

EL OBISPO PALAFOX Y MENDOZA, SABIO Y DE BUEN GOBIERNO


EL OBISPO PALAFOX Y MENDOZA,
SABIO Y DE BUEN GOBIERNO

Artículo del Pbro. Manuel Ceballos García, de la Arquidiócesis de Yucatán.

Conciertos, ciclos de conferencias, simposios, actos académicos en las universidades de Alcalá de Henares, de Pamplona y de Soria; ediciones especiales de revistas, artículos periodísticos, programas de televisión son sólo una muestra del interés general que ha despertado la beatificación de Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla de los Ángeles (México, 1639-1649) y de Osma (España, 1654-1659), el próximo domingo 5 en la Catedral de El Burgo de Osma.

La ceremonia dará comienzo a las diez de la mañana con la procesión de entrada que partirá desde el Seminario Diocesano "Santo Domingo de Guzmán". Será el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el encargado de presidir la ceremonia en representación de Su Santidad, el papa Benedicto XVI.

En 1986, durante los estudios del doctorado en la Universidad de Navarra, el ilustre historiador don Ismael Sánchez-Bella puso en mis manos el valioso texto de 640 páginas "Una mitra sobre dos mundos. La del Venerable Don Juan de Palafox y Mendoza", escrito por Sor Cristina de la Cruz de Arteaga, monja culta y acuciosa investigadora. Me fascinó la vida de este gran hombre: miembro del Consejo Supremo de Guerra y del Consejo Supremo de Indias durante los reinados de Felipe III y Felipe IV, arzobispo electo de México, virrey y capitán general de la Nueva España.

Juan de Palafox y Mendoza nació en 1600 en la pequeña villa Navarra de Fitero, hijo de don Jaime de Palafox y Rebolledo -Marqués de Ariza- y Ana Casanate y Espés. En 1626 entró al servicio de la monarquía, en 1629 se hizo sacerdote y en 1639 recibió la ordenación episcopal. Los historiadores señalan su inteligencia, integridad, actividad, preparación académica, voluntad firme, y lo califican como la figura más brillante de toda la historia de México del siglo XVII. La lealtad de Palafox fue una de sus más evidentes cualidades, junto a la preocupación por la justicia y el papel del ordenamiento jurídico, siendo famoso aquel dictamen suyo que reza: "Las leyes que no se guardan son cuerpos muertos, atravesados en las calles, donde los magistrados tropiezan y los vasallos caen". Toda su vida estuvo profundamente sensibilizado ante la injusticia, por su convicción de que "justicia torcida no es justicia". Junto a la lealtad y la justicia, la prudencia, la rectitud y la capacidad de observación fueron valores muy particulares del obispo-virrey. Entre sus muchos dictámenes, al referirse a los puestos y cargos, siempre repetía que "las personas se han de buscar para los puestos y no los puestos para las personas, mirando qué sujeto conviene a aquel reino, no qué reino le conviene a aquel sujeto".

Sin embargo, los pobres y desprotegidos fueron siempre la mayor razón de sus desvelos. "Todo es de Dios", escribió en su obra "Direcciones pastorales", "y nada le damos; no somos dueños sino mayordomos suyos. Los pobres le representan y nosotros: ellos al ser socorridos, nosotros al socorrerlos. No ha de tener términos la limosna, como no los tiene la caridad. Dios nos dio hasta su misma sangre de limosna y así todo lo debemos. Con esto y con estar dispuestos, si fuere necesario, a dar la vida por todas las ovejas, espere en la misericordia de Dios que le dará la gracia para obrar de manera que no le sea el ministerio y la dignidad motivo de confusión sino corona en el juicio".

Además, el obispo Palafox conoció plenamente y tuvo la oportunidad de auxiliar, interesarse y luchar por la defensa de los indígenas que eran maltratados y marginados de la sociedad. El ejemplo de Palafox, que desarrolló realmente una labor valiosa con los indígenas, debe estimular nuestro interés por los inmigrantes, por su situación, por la denuncia de las situaciones injustas con ellos, por la evangelización de los mismos, preocupándonos y dándoles cabida en nuestras comunidades, para que encuentren en ellas el respaldo y la fuerza de la fe que les haga mantener encendida la llama de la esperanza.

Otra de las grandes preocupaciones de Palafox fueron los sacerdotes diocesanos, el cultivo espiritual y cultural de los mismos. Fue para él como una especie de obsesión por la gran responsabilidad que los sacerdotes tienen con respecto a los laicos, y por el convencimiento de que un sacerdote espiritual y bueno puede hacer mucho bien.

Benedicto XIII firmó en 1726 la introducción de su causa (por cierto, muy accidentada, porque -en su momento- la Compañía de Jesús se sintió agredida por el prelado); Benedicto XIV abrió el camino para la aprobación de sus escritos en 1758 y, ahora, el papa Benedicto XVI aprobó el decreto de virtudes heroicas en 2009 y el decreto sobre el milagro en 2010.

Beato Juan de Palafox y Mendoza. Ejemplo de buen gobierno y testigo del amor divino.
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