LA BEATIFICACIÓN NO CONSISTE
EN ENDIOSAR A UN HOMBRE
Comunicado de Prensa del 1o. de Mayo de 2011 presentado por el Pbro. José Juan Sánchez Jácome, Director de la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa.
Xalapa, Ver., 1º de mayo de 2011.
La noche del sábado 2 de abril del año del Señor 2005 murió Juan Pablo II. Después de 26 años, 5 meses y 17 días de Pontificado regresaba a la Casa del Padre. En todo el mundo los fieles se congregaron en las Iglesias para elevar plegarias al cielo.
En la Plaza de San Pedro, mientras se preparaban los funerales, comenzaban a llegar miles y miles de fieles y seguidores del Papa de la sonrisa. Se calcula que llegaron a despedirse de Karol Wojtyla un aproximado de tres millones de fieles.
Dentro del silencio reverencial que se vivía en la Plaza de San Pedro por la muerte del Papa misionero, de repente se escuchó un clamor que transformó el silencio en convicción: “Santo súbito”, es decir, Santo de inmediato, Santo ya. Después de la innegable tristeza por la partida de uno de los grandes de la historia, puente entre el segundo y tercer milenio, brotó de manera inmediata la convicción de que habíamos tenido entre nosotros a un verdadero santo, de que la vida de Juan Pablo II había sido excepcional y al mismo tiempo un desafío para todos los que queremos seguir los pasos de Cristo.
¡Santo súbito! Después de 6 años de su muerte y habiendo pasado todo el proceso que contempla en estos casos la normativa de la Iglesia, Benedicto XVI ha proclamado como Beato a Juan Pablo II en una ceremonia eucarística que se acaba de celebrar en la Plaza de San Pedro. La imagen oficial del Beato Juan Pablo II se mantuvo en reserva y fue develada de una manera solemne dentro del rito propio de la Beatificación. Este acto causó gran emoción y alegría incluso entre los que estábamos congregados en la Plaza Lerdo de la ciudad de Xalapa.
La Iglesia ha reconocido la santidad de este hombre extraordinario en un día emblemático para su Pontificado pues fue precisamente Juan Pablo II quien difundió la devoción a la Divina Misericordia y quien estableció el segundo domingo de pascua para celebrar a la Divina Misericordia.
La Beatificación no consiste en endiosar a un hombre ni mucho menos en suplantar a Dios. Se trata, más bien, de descubrir cómo el amor de Dios puede transformar a las personas y provocar que vivan su existencia de una manera excelente. Juan Pablo II lo ha logrado porque los secretos de su vida fueron el amor a la Eucaristía y a la Santísima Virgen María. Estos amores hicieron tan grande su corazón que se dedicó por completo a propagar este amor a lo largo del mundo.
Estamos seguros que este acontecimiento vendrá a fortalecer nuestra fe cristiana y a comprometernos en la transformación de la sociedad. Beato Juan Pablo II pide, en la presencia de Dios, por nuestro país y por todas nuestras familias.