MENSAJE A LOS LAICOS DE
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
Laicos, Obispos y Sacerdotes provenientes de 21 países de Latinoamérica y de El Caribe, convocados por los Departamentos de Vocaciones y Ministerios, Comunión Eclesial y Diálogo y Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), nos hemos reunido en Lima, Perú del 10 al 14 de marzo de 2011, para reflexionar sobre la identidad, espiritualidad y misión del laico, con la finalidad de fortalecer su protagonismo eclesial en el mundo a la luz de Aparecida, de cara a la Misión Continental. Compartimos este mensaje, fruto de nuestras reflexiones, con el Pueblo santo de Dios que peregrina en este Continente, de manera especial con los laicos y laicas.
I. VER
1. Los acelerados cambios que se experimentan en el tiempo presente nos indican que “Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural” (DA 44). En los procesos de construcción cultural, que nacen del intercambio personal y colectivo, se han privilegiado en el mundo actual los criterios de la eficacia, la rentabilidad y lo funcional, destruyendo lo auténticamente humano (Cf. DA 45). Se ha ido generando un empobrecimiento de grandes magnitudes como consecuencia de una injusta distribución de los recursos, donde una minoría posee la mayor parte de la riqueza con crecientes y nuevas exclusiones.
2. Reconocemos que, en muchos de nuestros países, se han logrado niveles de crecimiento económico nunca antes visto, con mejoras considerables en los niveles de vida para una parte importante de sus habitantes. Sin embargo, de los avances conseguidos se ve que más de la tercera parte de la población se encuentra aún en niveles de extrema pobreza. Al mismo tiempo, constatamos que en el Continente existe una preocupante y creciente desigualdad en la distribución de la riqueza, generando grandes cantidades de excluidos de los sistemas de salud, educación, vivienda y otros servicios.
3. Los medios de comunicación social son la punta de lanza de una colonización cultural que reduce o elimina las culturas locales (Cf. DA 46). La juventud crece en la lógica de un individualismo narcisista (Cf. DA 51). Para las generaciones jóvenes se pierde el sentido del pasado al mismo tiempo que el futuro se presenta como una simple posibilidad, donde lo único que importa es vivir el éxtasis del tiempo presente.
4. Vivimos en un mundo digital marcado fuertemente por la comunicación en tiempo real en el que la velocidad es considerada como factor fundamental. Los modos de pensar y obrar propios de este tiempo generan una inestabilidad de saberes, costumbres y verdades.
5. Como parte de los procesos de cambios culturales, la familia, célula básica de la sociedad, se ve sumergida en una serie de dificultades con continuos ataques a su identidad poniendo en riesgo la estabilidad de la sociedad..
6. Se han dado considerables avances en el campo de los derechos humanos. Sin embargo, también constatamos que se hace cada vez más difícil la construcción de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Junto con esto, persiste la corrupción, la crisis de valores, el individualismo político, la violencia, las migraciones masivas y la pérdida de la conciencia ciudadana se ha acrecentado asombrosamente.
7. De manera particular expresamos nuestra preocupación por la creciente migración que viven nuestros pueblos por la falta de empleos dignos y estables y por razones de orden político ambiental, que amenazan la vida de las personas y de los pueblos.
8. Entre muchos de los signos positivos que encontramos nos alegra constatar el incremento de la participación ciudadana en la búsqueda de una sociedad más justa y equitativa en los procesos democráticos y de control social de las entidades públicas y privadas en defensa de la vida digna y de los derechos de los ciudadanos.
9. La Iglesia Latinoamericana y Caribeña es para nuestro continente la Iglesia de la esperanza y de la vida. Ella vive su fe inserta en la realidad pluricultural de los pueblos y un decidido compromiso con los pobres y los excluidos de la sociedad.
10. La crisis de modernidad que estamos viviendo pone en cuestión todas las instituciones sociales, de la que no está exenta la religión. Ella necesita dar respuestas a las transformaciones culturales generadas por el cambio de época.
11. La toma de conciencia de los laicos de su rol de corresponsabilidad eclesial es un factor positivo, que asumido en profundidad los lleva a la donación total de su vida para que nuestros pueblos tengan vida en plenitud. (cf. Jn. 10,10)
II. JUZGAR
12. La Iglesia, pueblo de Dios en comunión y participación, es enviada a anunciar la Buena Noticia de Jesucristo. Ella está al servicio del mundo como sacramento e instrumento del Reino de Dios. Los obispos en Aparecida nos dicen que, “como discípulos de Jesucristo, nos sentimos interpelados a discernir los “signos de los tiempos”, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino” (DA 33). Somos llamados a mirar el mundo y descubrir ahí la presencia del Espíritu que nos llama a servir.
13. Frente a los grandes desafíos del cambio de época, “la Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales” (DA 11). Esto nos exige replantear los modos y formas habituales de vivir y de obrar. Aparecida nos alerta que nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (DA 12). Debemos, pues, encontrar y construir nuevas estructuras mucho más flexibles y de calidad humana. Esto implica pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera con audacia profética (cf. DA 370).
14. En el cambio cultural que vivimos, donde el testimonio cobra mayor relevancia que la palabra y el discurso, nos exige vivir la Palabra Encarnada y dar la vida por el Reino, que nos lleva a reencantar el mundo desde Jesús y los valores del Reino.
15. El Papa Pio XII nos advertía que el siglo XXI sería el siglo de los laicos o de lo contrario la Iglesia tendría serias dificultades para presentarse ante el mundo. Esta afirmación cobra cada vez mayor fuerza profética. El laico, discípulo misionero de Jesús luz del mundo,
debe impregnar las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales, con los valores del Reino de Vida.
16. Por el bautismo, todos somos Iglesia, formamos un solo Cuerpo y compartimos la misma misión de hacer presente el Reino de Dios con los carismas recibidos. Los cambios culturales exigen el protagonismo del Laico en la construcción de la sociedad, con una espiritualidad propia que se vive y experimenta en el tejido humano de la sociedad. (cf. LG 31). La espiritualidad propiamente laical tiene su fundamento en la eclesiología del Concilio Vaticano II que presenta una Iglesia Pueblo de Dios, en comunión, participación y misión. Esta espiritualidad tiene su centro en el carácter secular de la vocación laical.
17. Una espiritualidad laical auténtica no aliena, no se reduce a un individualismo religioso, o fuga de las responsabilidades temporales, sino que impulsa a vivir la fe en el cotidiano vivir y en la búsqueda y promoción del bien común, animado por la Palabra de Dios y la vivencia de los sacramentos, principalmente de la Eucaristía.
III. COMPROMISOS PARA LA ACCIÓN
18. La urgencia del amor de Dios nos lleva a buscar buenas prácticas que deban ser implementadas en la vida de los laicos, haciendo presente a la Iglesia comprometida con el Reino de Dios en la construcción de un mundo más justo, más humano y ecológicamente sustentable.
19. Inspirados por Jesucristo, Palabra Encarnada, ante los desafíos que la realidad nos presenta, proponemos:
a. Abandonar las estructuras caducas que no favorecen la transmisión de la fe y de la vida (Cf. DA 365)
b. Renovar las estructuras y organizaciones con la participación de los cristianos en la construcción de la nueva civilización.
c. Profundizar la identidad laical en este tiempo de la Misión Continental permanente;
d. Promover la formación del laicado en un mundo en crisis cultural que busca nuevos paradigmas, con voz profética, que por un lado denuncia las prácticas de muerte que existen en nuestro medio y, por otro lado, anuncia la novedad del Reino de vida a partir de la Palabra Encarnada.
e. Ser voz que defienda y promueva la vida en los nuevos areópagos de la sociedad.
f. Retomar la mirada creyente sobre la creación a partir de la Palabra de Dios, entendiendo que todo lleva en sí la huella del Verbo, por quien todo fue hecho (Cf. VD 109)
g. Promover estilos de vida sobrios. Revertir, con una nueva forma de vivir lo cotidiano, los efectos del actual modelo económico, genocida y geocida.
h. Generar e impulsar creativamente formas de economía que privilegien dignidad del ser humano y promuevan la justicia, el bien común, la igualdad y la solidaridad.
i. Defender el trabajo digno como derecho humano fundamental en línea de la Doctrina Social de la Iglesia.
j. Impulsar la renovación de los procesos educacionales para que estos faciliten el encuentro y el compartir de saberes entre las personas. Que la educación promueva los valores que privilegien la construcción de la justicia, la fraternidad, la solidaridad, la verdad, la paz y el amor, en la valoración del ser por encima del tener.
k. Educar a las nuevas generaciones en la generosidad y disponibilidad para el servicio solidario con responsabilidad social, ambiental y ecológica.
l. Conocer, profundizar y difundir la Doctrina Social de la Iglesia.
m. En el Bicentenario de la independencia de nuestros pueblos, asumir el desafío de hacer de este continente de la esperanza un continente del amor a partir de los pobres y excluidos, donde todos seamos ciudadanos de las Américas, con responsabilidades y derechos, lo que nos exige abrir definitivamente nuestras fronteras.
n. A los fieles laicos que participen en la política o en cargos públicos de modo directo o indirecto se les pide que:
* Promuevan el respeto a la vida, desde su concepción hasta su fin natural.
* Defiendan la familia como núcleo de la sociedad y espacio privilegiado de formación.
* Fomenten los procesos de construcción de una democracia participativa con ética y respeto de la pluralidad, fortaleciendo los organismos de fiscalización y control de los poderes del Estado;
* Promuevan el diseño y la ejecución de políticas públicas que favorezcan la calidad de vida de los más pobres y excluidos, principalmente en las áreas de vivienda, alimentación, salud y educación.
* Actúen coherentemente con su fe, asumiendo el poder como servicio a los hermanos y a la sociedad para generar el bien común, la justicia, la paz y la solidaridad.
La construcción de una nueva sociedad, casa común y espacio de fraternidad, nos compete a todos. En ella nacemos, vivimos y ejercemos la variedad de los dones que el Creador nos ha dado. Inspirados por la Palabra de Dios y animados por el Espíritu Santo de Dios, junto a las personas de buena voluntad, asumimos con entereza y valentía la responsabilidad de contribuir al crecimiento y dilatación del Reino de vida, verdad, justicia, paz y amor.
Sentimos que no estamos solos en esta tarea. El Espíritu de Dios nos anima, inspira y fortalece para que, junto con la Virgen María de Guadalupe, Madre del Amor y Señora de la Esperanza, seamos ante el mundo testigos de la verdad y del amor que nos lleva al encuentro del Señor resucitado que está entre nosotros caminando con su pueblo.
Lima, Perú, marzo de 2011.
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