EN LA CUARESMA,
SOLIDARIOS CON LOS MÁS POBRES
Escirto por: Pbro. Alfredo Hernández Vázquez, de la Arquidiócesis de Xalapa.
La opción por los pobres es uno de los rasgos que deben marcar la fisonomía de nuestra Iglesia.
Y la razón es que Cristo no sólo amó a los pobres sino que vivió en la pobreza, centró su anuncio de liberación a los pobres y quiso que nuestra grey fuera un signo de esa pobreza en la sociedad.
En todos los tiempos y lugares ha habido millones de personas que carecen de lo más indispensable y diariamente se debaten entre la angustia y la incertidumbre.
Hubo un tiempo en que los pescadores fueron los más pobres y necesitados de la sociedad. Como no había, como ahora, tanta contaminación en los mares, ríos y lagunas, la pesca era abundante. El gran problema era que no vendían su producto porque la gente no estaba acostumbrada a comer pescado, por eso fue meritoria la intervención de la jerarquía religiosa que se identificó con los pescadores,- en ese momento los más pobres entre los pobres-, al invitar a los fieles, como un signo de sacrificio y solidaridad con ellos, a comer pescado los viernes de Cuaresma. De esa manera la Iglesia hacía suyos los problemas y las angustias de muchos de sus fieles, que eran los pescadores.
Actualmente el espíritu de pobreza y solidaridad entre nosotros, tiene que traducirse en gestos y actitudes concretas que sean un signo claro y auténtico de Jesús. La pobreza, y en muchísimos casos, la miseria de miles de personas, en este tiempo de Cuaresma, claman de nosotros solidaridad, compromiso y testimonio cristiano. Porque los hermanos que más sufren son los que menos tienen. En nuestro mundo los rostros sufrientes de los pobres son los rostros sufrientes de Cristo. Y todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres. Si no hay esperanza para los pobres, no habrá esperanza para nadie.
¿Actualmente comer pescado los viernes de Cuaresma es un signo de sacrificio y solidaridad con los más pobres? ¿No sería un compromiso más cristiano consumir papa y así ayudar a tantos campesinos que frecuentemente pierden sus cosechas por las heladas y las sequías? ¿Cambiar el consumo de Coca-cola por agua de frutas y así apoyar a muchos hermanos que llegan hasta la puerta de nuestra casa ofreciéndonos estos productos del campo?
Con acciones sencillas pero muy concretas, haremos que nuestra Iglesia sea abogada de la justicia y defensora de los pobres.
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