lunes, 6 de septiembre de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
5 de Septiembre de 2010


Del Evangelio según san Lucas 14, 25-33:

«En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar’.

¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz

Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

Todos los hombres y pueblos hacen esfuerzos titánicos por conseguir pasar de la esclavitud a la libertad. Todo el mundo defiende hoy, como derecho supremo y bien absoluto del hombre, la libertad, raíz de su personalidad y de la dignidad de la persona humana. En el Evangelio de hoy Cristo propone la condición básica para seguirle: amarle a Él más que todo y a todos, tomar su cruz y renunciar a los bienes por su Reino. Se trata de una invitación que se enfrenta a nuestra libertad. Decimos SÍ O NO al Señor. Reflexionemos sobre esa extraordinaria fuerza que tiene el ser humano en sus manos: la libertad.

1.- LA LIBERTAD DE CRISTO

La Buena Nueva predicada por Cristo puede muy bien resumirse en aquellas palabras de San Pablo: "Hermanos, habéis sido llamados a la libertad" (Gal 5,13), que no son más que el eco de las primeras palabras de Jesús en la sinagoga de Nazaret: "Me envió a predicar a los cautivos la liberación, a poner en libertad a los oprimidos" (LC 4,18). Pero ¿Qué se entiende por libertad? La Revelación no nos da ninguna definición de libertad, pero hace algo mucho mejor: señalar un camino, probar con hechos concretos cómo Dios libertó a su Pueblo y cómo Cristo trajo por fin al hombre la verdadera libertad en la fe.

Varias veces Israel fue libertado de la esclavitud: La liberación de Egipto; la liberación de Babilonia; la esperanza de una liberación definitiva. Pero las sucesivas liberaciones de Israel son solamente figura y símbolo de la verdadera y definitiva libertad que para todos los hombres alcanzó Cristo.

a).- Cristo, nuestra libertad. Para el cristiano, la libertad no es sólo una meta y un ideal que hay que conseguir; ni una nueva situación social; ni unos derechos determinados. Para el cristiano la libertad es algo vivo, concreto, persona; es una persona, y esta persona es Cristo, quien enviándonos al Espíritu nos hizo en plenitud hijos adoptivos y nos dio la posibilidad de llamar "Padre a Dios".

La verdadera raíz de nuestra libertad es la muerte victoriosa de Jesús. Pablo y Juan son los que deducen las consecuencias teológicas de ese acontecimiento y pregonan más claramente la libertad cristiana. Pablo, en la carta a los Gálatas: "Para que fuéramos libres nos liberó Cristo..."; hermanos habéis sido llamados a la libertad " (Gal 5,1.13). Para Juan esa libertad está, ante todo, en la fe con que se reciben aquellas palabras de Cristo: "La Verdad os hará libres..., si el Hijo los librase, serán libres de verdad" (Jn 8, 32.36).

b).- La libertad cristiana. La libertad cristiana abarca todo el contexto existencial del hombre, individual y social; pero, al mismo tiempo, va mucho más allá de él. No consiste únicamente en la situación sociológica de un individuo, sino que la trasciende inmensamente: todo hombre, sea esclavo, sea señor, es libre en Jesucristo, porque es un hermano (v. 16). La emancipación que nos trae Cristo está sobre todas las categorías sociológicas humanas, es una libertad mucho más radical. Se extiende, sobre todo, a tres campos: el pecado, la muerte y la ley.

+ Libres del pecado: Cristo nos arranca de su tiranía. "Dios nos ha arrancado del dominio de las tinieblas y nos ha pasado al reino de su Hijo muy amado, en quien tenemos la redención, la remisión de los pecados" (Col 1,13).

+ Libres de la muerte: es la consecuencia del pecado. Los cristianos están ya libres de su yugo, si bien esta liberación sólo será absoluta en la resurrección (1 Cor15, 26.54). Pero fundamentalmente "hemos pasado de la muerte a la vida" (1 Jn 3,14).

+ Libres de "la ley": la última liberación que nos consiguió Cristo es la de la ley, so sólo de la ley ritual, sino de toda la ley mosaica, pues "no estamos ya bajo la ley sino bajo la gracia" (Rom 6,15). Ahora no tenemos otra ley que la nueva "Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús" (Rom 8,2), es decir: la ley de la libertad, porque "donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Cor, 2,17).

Libertad NO es libertinaje. Los Apóstoles denuncian en seguida ciertas corruptelas de la verdadera libertad: "Habéis sido llamados a la libertad, pero cuidado con que esta libertad se convierta en pretexto para la carne" (Gal 5, 13). "Como libres, y no como quien toma la libertad como pretexto para la maldad (1 Pe2,16).

+ La caridad sobre todo. Por encima de la libertad y de cualquier otra cosa, hay que poner la caridad, como dice Pablo: "Todo me está permitido, pero no todo es edificante" (1 Cor 6,12 ss).Cuando lo pide el bien espiritual de un hermano hay que renunciar a nuestra libertad para no dañarle.

2.- ¿EN QUÉ CONSISTE LA AUTÉNTICA LIBERTAD?

Según lo que nos dice la Sagrada Escritura, ¿en qué consiste prácticamente la verdadera libertad humana? Hay que deslindar bien los campos:

a).- Las libertad no consiste en:

- Hacer cada uno lo que se le antoje;
- Hacer lo que nos apetece, o nos es útil, o agradable, sino lo que se debe hacer, lo que es objetivamente honesto y bueno.
- Seguir la moda o la corriente para no chocar con el ambiente social. Todos ésos no son nunca criterios de verdadera libertad, sino su negación total. Muchos que gritan "libertad" no son más que unos pobres esclavos con muchas cadenas:

+ la cadena de los instintos, que los dominan por completo;
+ la cadena del egoísmo más descarado: el hombre se hace el centro del mundo;
+ las cadenas de las pasiones más rastreras: dios-vientre, dios-sexo, dios-droga;
+ las cadenas del orgullo, de la ambición, de la avaricia, etc.

b).- La verdadera libertad consiste en:
+ la facultad que tiene el hombre para elegir los medios más aptos para conseguir su verdadero fin. Libertad es una noble, consciente y libre sujeción a la ley para mejor conseguir el fin de la vida que es el Bien, es decir: Dios. "Libertad, decía Juan Pablo II, es la facultad que tiene el hombre de obrar sin ninguna clase de coacción interna ni externa, en la elección y ejecución de sus propios actos" .

+ Facultad para el bien: nunca puede ser la libertad una facultad para el mal; eso no sería una perfección, sino la gran imperfección y ruina del hombre. "Libertad es la facultad de la voluntad de dirigirse y determinarse al bien, sin que se aparte de él por el instinto, las emociones, las pasiones o el influjo de los hombres.

+ Facultad que nos asemeja a Dios: Dios es infinitamente libre, precisamente porque su obrar está perfectamente identificado con la ley eterna que es El mismo. Cristo, en cuanto hombre, fue libre: sin embargo, "se sujetó" siempre, no a la fuerza, sino libre y gozosamente, a la voluntad de su Padre: "mi alimento es hacer la voluntad del que me envió" (Jn 4,34). "Hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil. 2,8).

+ La libertad de los hijos de Dios (Rom 8,21.32) que Cristo nos trajo. Esto es la verdadera libertad, la libertad cristiana, libertad del pecado y de la muerte. Nadie puede negar que siempre existirá una cierta tensión entre ley y libertad, entre soberanía divina y autonomía humana. La Revelación tampoco nos desvela este misterio. Pero una cosa es cierta: la gracia de Dios y el libre albedrío del hombre son necesarios para la salvación. El misterio sigue en pie, pero Dios tiene el secreto de saber inclinar nuestro corazón, sin violentarlo, y de llevarnos a Él sin forzar nuestro libre albedrío. En esta economía divina, la ley es el "pedagogo" que nos lleva a Cristo, "fin de la ley", ley única del cristiano (Gal. 3,24).

A MODO DE CONCLUSIÓN

Ser cristiano significa optar por Cristo, es decir, orientar la vida hacia Él y luego ir detrás de él con todas las consecuencias. En última instancia es siempre una decisión personal y no un fenómeno puramente sociológico o estadístico. Ser discípulo de Cristo es estar dispuesto y decidido a renunciar a lo más querido de este mundo por seguir a Él. ¿Qué sucedería si un día fueran expulsados de la Iglesia y de las distintas comunidades cristianas todos aquellos que no tienen un absoluto esta disposición ni se han planteado siquiera esa decisión?

En un mundo de profunda crisis en el mundo, por ejemplo México o Venezuela, y en la vida de la Iglesia, tenemos la impresión de que son demasiado escasos los que escuchan la invitación de Jesús y le siguen con radicalidad. ¿Hasta qué punto es posible este seguimiento en un mundo cuya filosofía es la de la máxima comodidad y el mínimo esfuerzo? ¿O es que la culpa la tenemos los viejos cristianos por nuestra indiferencia y falta de coraje y atractivo evangélico? ¡Ánimo!


Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
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