miércoles, 25 de agosto de 2010

NO SE PUEDE LLAMAR MATRIMONIO

Presentamos un Artículo del sacerdote español José Carlos Areán sobre las uniones de personas del mismo sexo, publicado el sábado 21 de Agosto de 2010 en la Página Editorial, de la sección nacional-internacional, del Diario de Yucatán. Nos parece interesante darlo a conocer.


NO SE PUEDE LLAMAR MATRIMONIO
Cada palabra tiene su significado propio


Dos leonas no hacen pareja. Dos gatos, tampoco. No pueden aparearse. Para ello tendrían que ser de distinto sexo y de la misma especie. Son cosas de la zoología. No es producto de la cultura hitita, fenicia, maya, cristiana o musulmana. Por supuesto no es un invento de la Iglesia católica.

Muchos siglos antes de que Jesús naciera en Belén, el Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Después los romanos se divertían con sus efebos, que para eso estaban, para el disfrute. La esposa era para tener hijos.

La palabra matrimonio procede de dos palabras romanas: “matris” y “munio”. La primera significa “madre”, la segunda “defensa”. El matrimonio es la defensa, el amparo, la protección de la mujer que es madre, el mayor y más sublime oficio humano. Cada palabra tiene su significado propio. Una compraventa gratuita no es una compraventa, sino una donación. Y una enfiteusis por cinco años no es una enfiteusis, sino un arriendo vulgar.

Llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo me parece como poco serio. Jurídicamente, un disparate. De carcajada. Que le llamen “homomonio”, “chulimonio”, “seximonio”, lo que quieran, todo menos matrimonio, que ya está inventado hace tiempo. Nadie llama pastel de manzana al que está hecho de peras.

Lo curioso es que cuando dices cosas como estas algunos te miran como extrañados de que no reconozcas la libertad de las personas. Y por más que les dices que sí, que respeto la libertad de todos, que cada uno puede vivir con quien quiera, incluso con su perro, pero que eso no es un matrimonio, van y me llaman intolerante.

No sé lo que harán los parlamentarios españoles a la hora de votar, tal vez seguir el modelo argentino. Son políticos, no juristas. Votarán por razones políticas, no según el Derecho. Las consecuencias son graves.

Si un varón tiene derecho a casarse con otro varón y una mujer a hacerlo con otra mujer, ¿le vas a negar el derecho a un hermano a casarse con su propia hermana? ¿O a un padre a hacerlo con su hija? ¿No tienen el mismo derecho? La sociedad se quiebra. Huele a podrido. Como en Dinamarca, cuando la profesora le preguntó a Pablito cómo se llamaba su madre y el niño contestó: “Mi mamá se llama Pedro”.— Vigo, España.
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