sábado, 7 de agosto de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO
8 de Agosto de 2010

Estimados Amigos y Hermanos:

Un saludo cariñoso. Hoy Jesús va directamente al fondo de nuestra conciencia y nos advierte: "Donde está tu tesoro ahí está tu corazón". Nuestro Maestro, no puede ser más claro ni directo. Por ello tampoco yo debo hacer más preámbulos: Hermanos: ¿Dónde está su corazón? Respondamos con la sinceridad y la conciencia de saber que tenemos la oportunidad de reubicarnos en lo más importante e indispensable. ¡Ánimo!

Del Evangelio según san Lucas 12, 32-48:

«En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosna: Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón ni carcome la polilla. Porque donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón.

Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los servidores que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre”.

Entonces Pedro le preguntó a Jesús: “¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?” El Señor le respondió: “Supongan que un administrador, puesto por su señor al frente de su personal, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este servidor, si su señor, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’ y empieza a maltratar a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su señor y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales.

El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

El Evangelio de hoy nos lleva a reflexionar sobre nuestra responsabilidad de cristianos y nuestro compromiso como hijos de Dios por el Bautismo y educados en la fe. Advertimos dos secciones:

1ª La exhortación de Jesús al desprendimiento de los bienes materiales, y la invitación a alcanzar los bienes celestiales.

2ª Parábola de los siervos que esperan vigilantes la vuelta de su amo, y la explicación de la parábola a los discípulos.

Jesús nos recuerda una vez más la necesidad de no apegarse a las riquezas; de ellas hay que "aligerarse" a través de la limosna y elegir lo esencial, sabiendo discernir cuáles son los valores, cuya validez no "caduca". Una frase clave es: “Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón”.

1.- LA EXHORTACIÓN DE JESÚS AL DESPRENDIMIENTO DE LOS BIENES MATERIALES, Y LA INVITACIÓN A ALCANZAR LOS BIENES CELESTIALES

Él nos enseña a no apegarnos a las riquezas y a los recursos mundanos, pero sobre todo nos recuerda que la verdadera riqueza procede de aceptar la invitación de Dios a compartir los bienes con los más pobres.

La enseñanza del Señor es clara: todos anhelamos poseer riquezas y llevar una vida cómoda y segura, en la que creemos que vamos a encontrar nuestra felicidad. Sin embargo, este tipo de tesoro se convierte con frecuencia en una fuente continua de preocupaciones y disgustos. Jesús nos enseña que ninguna cosa creada, puede convertirse para nosotros en el fin último, en nuestra seguridad, en nuestra meta, ya que nuestra meta es Dios, a quien debemos amar y servir en medio de nuestro trabajo y nuestras actividades de todos los días.

Puede que nos ocurra que estemos buscando la felicidad en el poder ó en el tener, y que ignoremos que está dentro de nosotros, pero hace falta descubrirla. Ya lo advertía, San Agustín, quien después de una larga experiencia vital de búsqueda, escribía: "No vayas fuera, busca en tu interior, pues en el hombre interior habita la verdad", la clave está en profundizar en nuestro interior para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios. Nuestro tesoro es el conocimiento de Dios.

2.- PARÁBOLA DE LOS SIERVOS QUE ESPERAN VIGILANTES LA VUELTA DE SU SEÑOR Y EXPLICACIÓN DE LA PARÁBOLA A LOS DISCÍPULOS

El Señor insiste que debemos estar preparados y nos ha entregado a cada uno de nosotros cualidades, aptitudes, capacidades para cultivar y usar, pero también para cuidar mientras Él regresa, no debemos dormir, ni actuar como el empleado infiel, sino hemos de estar vigilantes y despiertos y trabajar por hacer un mundo mejor.

La preparación que nos enseña no consiste solamente en vigilancia, sino en el cumplimiento constante del deber. Los criados deben esperar a su señor estando dentro de la finca; el dueño debe esperar al ladrón nocturno estando dentro de la casa. No es huyendo del mundo como nos acercamos a Dios.

No basta con decir, yo estoy en paz con Dios porque no hago daño a nadie, porque no me meto con nadie, voy a misa y rezo. No es solamente eso lo que quiere Dios, no es eso lo que predica Jesús. Un cristiano queda en paz con Dios cuando se esfuerza para que crezca un poco más en el mundo la esperanza, el amor y la fe.

Por eso habla también el Señor del administrador fiel y prudente, imagen nueva que nos habla de la fidelidad en nuestro servicio. Jesús pone en evidencia que no somos dueños de nuestra vida, sino administradores. De ahí la responsabilidad de cada hombre de cuidar lo que él puso en nuestras manos. Porque a quien se le dió mucho, se le reclamará mucho. Todo aquello que hemos recibido del Señor no es para uso propio de cada uno de nosotros, sino que debemos utilizarlo en provecho de la comunidad.

La tarea por nuestra parte, no es más que la respuesta a un don que nos hemos encontrado entre las manos. El "Amo", pues, nos entrega algo para que trabajemos. Él puso en nuestras manos la antorcha de las cualidades y los talentos, no para que las levantemos en alto para que todos nos admiren, sino para iluminen el camino de los demás. No podemos contentarnos con una vida mediocre, que en forma mezquina y sin generosidad, cumple sus obligaciones de cristiano. Porque hemos recibido mucho, mucho se nos reclamará.

3.- “DONDE ESTÁ TU TESORO, ALLÍ ESTARÁ TU CORAZÓN” (v. 34)

El ser humano pone su corazón, es decir, toda su capacidad de esfuerzo, dedicación y acción, allá donde cree que está su bien o estima que es el camino de su éxito y su dicha. Desde que nace hasta que muere necesita una motivación para trabajar, sacrificarse y desarrollarse como persona. De lo contrario, su vida quedaría paralizada y momificada. El problema está en discernir dónde está realmente el bien y qué medios debe emplear para alcanzarlo. No se olvide que los hechos más importantes y las empresas más nobles y generosas se han llevado a cabo siempre buscando el bien. Pero también las páginas más negras y vergonzosas de la historia se han escrito por la pasión y el afán de alcanzar bienes, riquezas y tesoros.

Por eso Jesús no se limita a proclamar aquel principio, sino que hace una urgente llamada a vivir atentos y vigilantes. Es preciso estar con los ojos abiertos para ser lúcidos y conocer dónde está el verdadero bien. Luego habrá que obrar en consecuencia para ser felices. Por dos veces proclama la “bienaventuranza” de aquellos que viven así y no se dejan encandilar ni desviar por falsos tesoros y bolsas, que se deterioran sin tener ningún valor para la vida del reino de los cielos.

Sólo son dichosos los que aquí en la tierra viven como peregrinos liberados de lastres inútiles. Este mensaje de Jesús es en el fondo una llamada al realismo. Nos pone en guardia frente a los falsos bienes o dioses que seducen y desquician el corazón humano. Debemos estar atentos y preparados para la venida del Hijo del hombre, que tendrá lugar a la hora que menos se piense. ¿A qué venida se refiere? No sólo a la “parusía” o segunda venida, sino a las permanentes visitas que el Señor nos hace en las formas más variadas. Se incluye también, naturalmente, la última visita de la muerte personal. La vida cristiana es camino, no hacia la quimera, sino hacia el encuentro real y fecundo con Cristo resucitado.

Por eso es tan importante saber dónde está el tesoro de un hombre, porque sabremos cómo y cuál va a ser su vida. Y usted, ¿dónde tiene su tesoro?

A MODO DE CONCLUSIÓN

Cuentan que un joven recibió en sueños una gran revelación: en el cruce de dos caminos cercanos a su aldea había un gran tesoro. Sólo tenía que ir allí y remover la tierra para conseguirlo. Ni corto ni perezoso se dirigió a aquel lugar. Estuvo todo el día cavando, retirando las piedras y apartando la tierra.

Cuando ya estaba derrumbado y agotado por el duro trabajo pasó por aquel cruce un sabio que le preguntó qué estaba haciendo. Al explicarle su sueño el sabio le dijo que él también había tenido un sueño parecido, pero que el tesoro de su sueño estaba dentro de una casa que tenía dos ventanas, un hermoso porche a la entrada un tejado de color rojo. El joven recapacitó y se dio cuenta de que la casa de la que le estaba hablando aquel desconocido era su propia casa. Salió corriendo hacia su domicilio y excavó justo al lado de la puerta y encontró un hermoso cofre. Se dio cuenta de que el tesoro lo había tenido muy cerca, en su propia casa durante muchos años y no se había percatado del hecho.

Muchos momentos de nuestra vida, los desperdiciamos buscando fuera de nosotros un gran tesoro, peor aún envidiando las cualidades de los demás olvidándonos por completo que a nosotros también el Señor nos ha puesto de administradores de nuestra propia vida y que ella es un gran tesoro. ¡Ánimo!

Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
________________________________________________________________________