lunes, 12 de julio de 2010

BASILIO


Escrito por: Manuel Cruz Bernés

Artículo publicado en la columna “Abarrote
en la edición del viernes 9 de julio de 2010
del periódico El Expreso.



Morir, sólo para vivir de nuevo. Dios, y nadie más, dispuso que los garabatos abarroteros de hoy nada tengan que ver con las mentadas alianzas, ni de los deseos manifiestos de Andrés Manuel López Obrador, Santiago Creel, Beatriz Paredes, César Nava, Manlio Fabio Beltrones, Marcelo Ebrard y Enrique Peña Nieto –los ponga usted en el orden que mejor le convenga– y a su muy personal manera de seguir este fenomenal embrollo en que ha devenido, en apenas una década, eso que hoy seguimos llamando, con engolada voz, la clase política nacional.

A media semana y en cuestión de minutos, la noticia de la muerte en Guadalajara de un sacerdote michoacano sin liga alguna con las gráficas cotidianas de la violencia callejera, sino en el ejercicio pleno de su profesión ministerial en tantos lugares de México y el mundo a pesar de su relativamente corta vida, sacudió y nos llenó de tristeza a quienes tuvimos la fortuna y el privilegio de conocerle.

El Padre Basilio, –Ochoa López– fue convocado súbitamente por su jefe máximo directo en el organigrama, para despechar los asuntos de la fe y –para quienes creemos en estos menesteres– todo lo relacionado con la promesa de una vida mejor, más allá de la muerte.

En tiempos como éstos, en donde el alza cuello y la negra sotana son sinónimo de la nefasta pederastia, la pérdida de una persona con las habilidades de excepción justifican la tristeza de quienes ahora mismo y para el caso de Campeche ya lo extrañan. De ello pueden dar amplio y generoso testimonio en Ciudad del Carmen, Bécal, Hecelchakán, y en la preparatoria Fray Angélico, donde a lo largo de siete años de convivencia directa, contagió y transformó corazones y voluntades, con una sola meta por delante: dar sentido y utilidad a la vida de las personas con las que tuvo contacto.

La vapuleada clase política que hoy mantiene la atención mediática tras la jornada electoral del domingo anterior, debe preguntarse con una razonable cuota de incomodidad contenida, porque llegarán hoy en punto de las siete de la noche a la Catedral aquellos que le conocieron, a despedirlo en las exequias fúnebres que la Iglesia celebra en su memoria y que serán presididas por el propio Obispo de Campeche, don Ramón Castro y Castro.

Como es la costumbre, no hablo ni escribo de oídas. Guardo –así en presente y para siempre– con profunda emoción las gratas conversaciones a las que fui convocado por el sacerdote en su condición de director de la preparatoria, sin protocolos de por medio, para hablar en distintos momentos sobre las cualidades, virtudes y pesares de mis tres hijos adolescentes, que me ayudaron, no sé cuanto, a ser un mejor papá. Vaya con Dios. Feliz viaje, padre.
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