miércoles, 9 de noviembre de 2011

CON FRANCISCO DE ASÍS, TE DESEO PAZ Y BIEN

 CON FRANCISCO DE ASÍS,
TE DESEO PAZ Y BIEN

Artículo escrito por el Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal, de la Diócesis de Campeche

Esta colaboración semanal ha sido escrita desde lo alto. Sí. Literalmente desde lo alto, pues gracias a los avances tecnológicos plasmo estas líneas desde el avión que me conduce de regreso a mi bella y añorada ciudad de Campeche.

Estos últimos días de mi estancia en la no menos bella ciudad de Monterrey han sido de sentimientos encontrados; por momentos la alegría del ansiado y cercano retorno a Campeche y, en otros, la nostalgia y tristeza de la cercana despedida. Pero sobre todo, prevalece un sentimiento de gratitud, de una profunda y sincera gratitud.

Gratitud a Dios, que a través de su Hijo Jesús continúa, día a día, invitándome a seguirlo con mayor disponibilidad y generosidad, como a tantos hombres y mujeres de fe a lo largo de la historia de salvación: Abraham, Moisés, David, Pedro, Santiago y Juan…

Gratitud a mi Obispo, que me ha bridado esta oportunidad de crecer en todas las áreas: intelectual, humana, espiritual y pastoral. Ha sido una bella oportunidad para crecer y retomar el ministerio sacerdotal…

Gratitud al Obispo Auxiliar de Monterrey, quien hizo un espacio en su muy apretada agenda de trabajo para compartir con nosotros su experiencia pastoral, así como “el pan y la sal”.

Gratitud a todas las personas que han orado siempre por un servidor; de manera especial, a quienes han intensificado su oración en estos meses de mi estancia en Monterrey, una ciudad agobiada por personas que se han dejado seducir por el mal y han dejado de ver al otro como un hermano, amigo, compañero de camino…

Gratitud a tantos hombres y mujeres de buena voluntad que no se rinden, que caminan con mucha esperanza; miles de hombres y mujeres de buena voluntad que se esfuerzan día a día, que devuelven bien por mal, héroes anónimos que ofrecen perdón y trabajan fuertemente para dar vida a esta tierra que los vio nacer, para reconstruir su ciudad a partir del amor y de la no-violencia…

Gratitud a las personas que nos dirigieron este curso de Formación Integral, sacerdote o laico, por su tiempo, por su paciencia, por compartirnos sus conocimientos, pero también su experiencia de vida, su alegría, su fe, su esperanza y dedicación…

Gratitud al Padre Hilario González, coordinador del Seminario Menor de Monterrey, porque sin conocernos nos miró y consideró, desde el principio, como hermanos. Nuestra eterna gratitud por abrirnos las puertas del Seminario, Corazón de la Arquidiócesis, y explicarnos, con todo el amor que siente por su casa de formación, la historia de cada rincón del seminario Mayor y Menor de Monterrey; por abrirnos las puertas del “santuario” deportivo regiomontano más importante, como es el estadio Universitario, sede del equipo Tigres del UNL y de la afición número 1 de México; a pesar, de ser “rayado de corazón”; pero, lo más importante, por abrirnos su corazón…

Gratitud profunda a las Misioneras Catequistas de los Pobres, fundadas por Mons. Juan José de Jesús Herrera y Piña, V arzobispo de Monterrey, quien sucedió en el gobierno pastoral de la Arquidiócesis de Linares (hoy Arquidiócesis de Monterrey) al sabio y santo IV Arzobispo, Mons. Francisco Plancarte y Navarrete, quien fuera primer Obispo de nuestra Diócesis de Campeche, fallecido en Monterrey el 2 de julio de 1920.

Gratitud por todas sus atenciones durante nuestra estancia en Villa de la Paz, en cuyo “Centro de Apostolado” nos brindaron hospedaje, pero también testimonio de su profunda vida espiritual y amistad.

Gratitud por abrir las puertas del corazón de su instituto religioso, la casa madre o casa central, donde la mayoría de las hermanas son mayores, pero que han dejado una profunda huella en nosotros. Su presencia constante ante Jesús Eucaristía “arrodilladas espiritualmente” porque la edad o la enfermedad les impide ponerse de rodillas, pero no les impide disfrutar de la compañía de Jesús.

«Cuando ya no tenemos más que ofrecer a Dios y a la Iglesia, ofrecemos nuestro dolor y nuestra enfermedad». Son palabras de sor Delfina, Misionera Catequista de los Pobres que desde hace más 9 años padece cáncer en los huesos.

Cuando llegamos en agosto pasado, aún podía asistir, en su silla de ruedas motorizada, a la capilla para hacer sus oraciones y para la misa. Un mes después la dejamos de ver en la capilla. El cáncer ha devorado su pelvis y ya no puede moverse; desde entonces está postrada en cama. Pero su fe, su ánimo y su deseo de vivir siguen intactos. Sigue cumpliendo, desde su cama;  sus funciones de ecónoma de la casa madre.

El pasado viernes comimos en la casa madre con las religiosas; después  fuimos a Betania, como llaman a la sección de la casa donde se encuentran las Misioneras Catequistas de los Pobres que están enfermas; nuestro objetivo visitar, darle ánimo y despedirnos de sor Delfina. «Padres, ¿les dieron naranjas?», nos dijo. Y añadió: «Porque en las cuentas de los gastos para la comida de hoy me pasaron una nota de las naranjas que compraron, y a mí mo me dieron».

Después de darle la bendición nos despedimos. «Qué tengan buen viaje. Yo me quedo aquí esperando a Jesús para mi viaje». Salimos de allí fortalecidos y llenos de esperanza. Ante tantos gestos de amabilidad, fraternidad, fidelidad y fe, a través de los cuales se ha manifestado el amor de Dios durante nuestra estancia en Monterrey, surge espontáneamente una profunda gratitud.

¡Muchas gracias, Monterrey! Con Francisco de Asís te deseo Paz y Bien. ¡Qué en Cristo, nuestra Paz, Monterrey tenga vida digna!