LA VIDA HUMANA ES UN DON
MARAVILLOSO DE DIOS
Artículo escrito por Mons. Luis Artemio Flores Calzada, obispo de Valle de Chalco.
Hace unos días visité a un matrimonio joven que estaban llenos de alegría y de felicidad, por su primera bebé fruto de su amor y alababan a Dios por este regalo tan grandioso, me platicaban como vivieron esta experiencia con gran alegría desde que se enteraron que ella estaba embarazada y esperaron con gozo las etapas del desarrollo de su hijita desde el inicio de su gestación hasta su nacimiento, que ahora viven con alegría y esta es la experiencia de muchos matrimonios que viven con gozo el nacimiento de un hijo o de una hija.
Pero hoy en nuestros tiempos hay quienes quieren privar a muchas parejas o madres solteras de esta bendición y de esta alegría de parte de Dios, los hijos son un don y una bendición de Dios y la vida es una maravilla desde la fecundación, pasando por las diversas etapas: nacimiento, niñez, adolescencia, juventud, madurez y ancianidad hasta la muerte natural, es más hay quienes quieren destruir la vida en su etapa embrionaria, dándole muerte al ser humano en su etapa inicial de vida y por ello destruyendo al ser más maravilloso de la creación y otros destruyendo al ser humano en las etapas de su desarrollo por medio de los asesinatos y muertes violentas.
A la luz del sentido común, de la razón, de la ciencia y de la fe quiero animarlos para que siempre amemos, valoremos y defendamos la vida del ser humano en todas las etapas de su vida, especialmente el derecho de los concebidos, seamos voz de los que no tienen voz.
“Desde el momento mismo de la fecundación, desde el instante en que a la célula femenina le llega toda la información que se contiene en el espermatozoide, existe un ser humano” (así lo afirma el Prof. Jerome Lejeune, Catedrático de genética de la Sorbona, París)
“La ciencia y el sentido común prueban que la vida humana comienza en el acto de la concepción y que en este mismo momento, están presentes en potencia todas las propiedades biológicas y genéticas del ser humano” (Consejo de Europa, resolución No. 4.376, Asamblea del 4-X-82)
Además quiero recordarles que todo ser humano tiene una dignidad inviolable, desde el primer instante de su existencia (concepción o fecundación como se le quiera llamar). Cada ser humano es desde su concepción, una unidad de cuerpo y alma, posee en sí mismo el principio vital que lo llevará a desarrollar todas sus potencialidades, no sólo biológicas, sino también antropológicas, algunos sostienen que la vida humana comienza no en el momento de la fecundación sino en una fase sucesiva del desarrollo. Pero estas opiniones no han tenido ninguna confirmación en los datos de la biología y la genética, que afirman que la fusión de los gametos un nuevo individuo humano inicia su existencia y su desarrollo. Algunos dicen que el ser individuo no implica ser persona humana, sin embargo, el embrión humano, aún hallándose en una fase particular de su existencia en que la forma humana no está expresada, no es pura potencialidad humana, sino sustancia viviente e individualizada, capaz desde la fecundación, de encaminar a la maduración de una corporeidad que sirve para expresar la grandeza del espíritu humano. El embrión no es un hombre en potencia: es en potencia un niño, un adulto o un anciano, pero no un individuo humano, porque ya lo es en acto.
Entre todos los derechos fundamentales que todo ser humano posee, desde el momento de su concepción, es el derecho a la vida, este representa ciertamente el derecho primario, por cuanto constituye la condición de posibilidad para la subsistencia de todos los otros derechos. Este es un derecho natural que no depende de creencias religiosas, ni es otorgada por la autoridad civil, sino que está inherente a la persona.
Para nosotros los creyentes la dignidad del ser humano se ennoblece más, porque los hijos son un don y una bendición de Dios para sus padres y estos son colaboradores con el creador.
Y que el ser humano es una maravilla, basta con observarlo en su integridad biológica, psicológica y espiritual, refleja la más alta perfección del cosmos, que hasta el salmista expresa: Te doy gracias Señor porque me has formado maravillosamente “Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el vientre de mi madre” (cfr. Sal 139,13).