sábado, 8 de octubre de 2011

LA EUCARISTÍA MUEVE A LA RECONCILIACIÓN Y A LA PAZ


LA EUCARISTÍA MUEVE A LA RECONCILIACIÓN Y A LA PAZ

 

Saludo de Mons. Piero Marini, Presidente del Consejo Pontificio de los Congresos Eucarísticos Internacionales, al inicio del Quinto Congreso Eucarístico Nacional Tijuana 2011.


He recibido con grande alegría la invitación para participar en el V Congreso Eucarístico Nacional Mexicano. México es un gran país, rico de una historia milenaria que ha encontrado sus expresiones más completas en la fe cristiana. Y a la vez, es un país abierto al futuro por su clara vocación americana y mundial.

El acontecimiento que se tiene en esta ciudad fronteriza de Tijuana, frecuentemente golpeada por la violencia y la criminalidad, el sufrimiento de los pobres y migrantes, ofrece a la sociedad el signo de la Eucaristía en la cual la celebración de la Pascua del Señor mueve a la reconciliación, a la paz, a la convivencia fraterna, a la nueva evangelización.

Con ocasión de la inauguración de este extraordinario evento, quisiera proponerles tres dimensiones fundamentales de todo Congreso eucarístico: la dimensión celebrativa, la evangelizadora y la social.

1. Dimensión celebrativa

Todo Congreso eucarístico es celebrado para descubrir sobre todo el inestimable poder del “cuerpo donado y la sangre derramada” como principio, forma y fin de la existencia cristiana y de la acción de los bautizados. Bajo este perfil, el celebrar, el adorar, el dar gracias son el modo con el cual los cristianos se relacionan con el gran don de la Eucaristía

Esto exige que la escala del Congreso en la Iglesia local sea realizada en torno a la celebración ejemplar de la Eucaristía que permanece como el fin, el objetivo y el centro del evento. Cada Misa, de la inicial a la última, será la fuente de todos los demás encuentros del Congreso.

Este con el fin de que se lleve a cabo, en cuanto sea posible, una reconciliación entre la “piedad eucarística” con la teología promovida por los grandes documentos del Concilio Vaticano II (Misterium fidei, Eucharisticum misterium, Ritual De sacra communione et de cultu mysterii eucharistici extra Missam) y de los más recientes  documentos de los Romanos Pontífices (enciclica Ecclesia de Eucharistia, carta apostólica Dominicae Cenae, exhortación apostólica Sacramentum Caritatis).

«La celebración de la Eucaristía en el sacrificio de la Misa – en efecto – es verdaderamente el origen y el fin del culto que se le tributa fuera de la misa» (De sacra comunione…, n. 2). En este sentido, aunque la práctica espiritualmente fecunda del culto eucarístico diversamente celebrado por tantas asociaciones populares, se tendrá que integrar en la óptica mas general de una eclesiología eucarística orientada hacia la comunión: «Cuando los fieles veneran a Cristo presente en el Sacramento, recordamos que esta presencia deriva del sacrificio y tiende a la comunión, tanto sacramental como espiritual » (ivi, n. 80).

2. Dimensión misionera-evangelizadora

En la celebración del Congreso Eucarístico, a la perspectiva celebrativa está asociada la misionera-evangelizadora según la cual la mesa eucarística representa el centro difusor del fermento del Evangelio, la fuerza propulsiva para la construcción de la sociedad humana y, juntamente, la garantía del Reino que viene.

Se trata aquí de introducir la dimensione salvífica de la Eucaristía en la vasta realidad del mundo moderno y en la pluralidad de las culturas: «los fieles están invitados a tomar conciencia que una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera. De hecho, la Eucaristía... despierta en el discípulo la firme decisión de anunciar a los otros, con audacia, todo lo que se ha escuchado y vivido, para conducirlos a ellos también al mismo encuentro con Cristo. De este modo, el discípulo, enviado por la Iglesia, se abre a una misión sin fronteras». ( XI Sínodo de los obispos 2005, Proposiciones, n. 42)

Para este fin el Congreso eucarístico se convierte en el lugar privilegiado para desarrollar la relación entre Eucaristía y la evangelización, es decir, entre la convocación de la Iglesia en asamblea eucarística y la misión confiada por Cristo para anunciar el Evangelio del Reino.  Solamente el pueblo de Dios reunido en unidad y concordia, es capaz de convencer al mundo.

En la dinámica del congreso se verá claramente que la Eucaristía está colocada en el centro de todo para que todos los bautizados, ninguno excluido, se sientan comprometidos en una nueva evangelización.

3. La dimensión  social

Por último, no se puede olvidar la dimensión social de los Congresos Eucarísticos. Ellos, en efecto, desde su origen, han asumido  la tarea de trabajar en la construcción del « reino social de Cristo». Hoy, en el campo eclesial, existe tal vez un cierto pudor respecto al “reino social” de Cristo pero eso, no es sino el descubrimiento de la centralidad de Cristo presente en la Eucaristía, Sacramento de Salvación destinado al hombre como individuo y como miembro de la sociedad.

En la base de la dimensión social del Sacramento esta la convicción de que la Iglesia ha recibido en la Eucaristía el código genético de su identidad, el don que lo pone delante del mundo como “cuerpo de Cristo”, “Sacramento de Salvación”. De aquí nace la llamada a las transformaciones no solo morales y exteriores, sino también sociales y culturales. Por esto es justo hablar de un verdadero y propio ethos eucarístico.

La «ética eucarística» se manifiesta sobre todo en la  promoción de la centralidad de la dignidad de la persona. Delante del Señor de la historia y del futuro del mundo, los sufrimientos de los pobres, las victimas siempre más numerosas de la injusticia y todos los olvidados de la tierra no son extraños a la celebración del misterio  eucarístico que compromete a los bautizados trabajar por la justicia y las transformaciones del mundo de manera activa y consciente.

Dios nos conceda que estos días de celebración, de oración, de dialogo, de reflexión compartida y de fraternidad traigan una autentica conversión del corazón, contribuyan al crecimiento de la santidad y un renovado empeño en la obra de la reconciliación y de la paz. Que el Congreso difunda en Tijuana y en México entero, las semillas de la nueva humanidad que nace de la Eucaristía.