domingo, 2 de octubre de 2011

¡JUAN PABLO SEGUNDO, TE QUIERE TODO EL MUNDO!


¡JUAN PABLO SEGUNDO,
TE QUIERE TODO EL MUNDO!

Artículo escrito por el Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal, de la Diócesis de Campeche

Faltaban muy pocos minutos para las cinco de la mañana de ayer sábado primero de Octubre cuando las reliquias del siempre recordado y venerado Juan Pablo II abandonaron la Catedral de Campeche para emprender el camino hacia la ciudad de Mérida. Entonces, y sólo entonces, empecé a escribir este artículo con profunda emoción.

Profundamente emocionado porque a pesar de la distancia, gracias a la maravilla de la tecnología, pude disfrutar de la presencia de las reliquias del Beato Juan Pablo II en Campeche.

Profundamente emocionado por la alegre, emotiva, devota y festiva recepción que mis hermanos campechanos ofrecieron a las reliquias en su llegada a ciudad del Carmen y a la ciudad episcopal de Campeche, así como a su paso por las distintas calles avenidas y carreteras del estado de Campeche.

Profundamente emocionado por el interminable número de fieles católicos de las parroquias que pasaron ante la urna para manifestar su amor y veneración al Beato Juan Pablo II en sus reliquias en ella expuestas. Y por el gran número de personas que se quedó, a las puertas de la Catedral, sin tener la oportunidad de acercarse a venerar las reliquias.

Profundamente emocionado al descubrir la paciencia de los fieles que han tenido que esperar en la fila para después entrar uno por uno a la Catedral con la esperanza de encontrarse espiritualmente con quien ha dejado una profunda e imborrable huella en todas las naciones, especialmente en la nuestra, a la cual estuvo siempre íntimamente ligado por su amor y devoción a la Virgen de Guadalupe.

Profundamente emocionado al mirar tantas y tantas personas que se congregaron en el puente Zacatal y en algunas calles de ciudad del Carmen; a la vera de la Carretera en Sabancuy, en Champotón; en el malecón y en las diferentes calles de la ciudad de Campeche; a la orilla de la carretera en el entronque de Tenabo, en Pomuch, en Hecelchacán, etc., para recibir o despedir, según el caso, las reliquias de Juan Pablo II, acercándose para tener un contacto, por lo menos, con el vehículo que las transportaba o para mirar de lejos la urna.

Profundamente emocionado porque estos hermanos nuestros, después de vivir esta experiencia de encuentro con el Beato Juan Pablo II a través de lo que ahora sólo los sentidos son capaces de tocar, más con la vista que con el tacto, han regresado a su vida cotidiana con el corazón lleno de una inmensa alegría y de una fe revitalizada.

Profundamente emocionado porque el escuchar, al final de la misa de las diez de la noche, en la Catedral, cientos de voces que gritaban “Juan Pablo segundo, te quiere todo el mundo”, me hizo recordar aquel inolvidable martes 8 de mayo de 1990 en la explanada del Fraccionamiento el Rosario, en san Juan de los Lagos donde se reunió con más de un millón de jóvenes de todo el país, «uno de los momentos más esperados de mi viaje a México».

Profundamente emocionado al recordar las palabras que nos dirigió: «Jóvenes de México, no destruyan sus cualidades y valores poniéndolos al servicio de los poderes del mal que existen en el mundo. ¿Se dejarán engañar por estos poderes que pretenden convertirlos en títeres e instrumentos fácilmente manipulables al servicio de una cultura insolidaria y sin horizontes? ¿Caerán en la tentación de alienar el precioso don de su vida con el poder de la droga destructora y asesina, la fuerza cegadora del hedonismo o la prepotencia irracional de la violencia?»

Profundamente emocionado al recordar aquel lejano enero de 1979 en que me puse en camino con mis padres hacia la ciudad de México para ver al Papa, un Papa de Roma que por vez primera llegaba a México; sería el primero de muchos “encuentros” con Juan Pablo II. Después seguiría san Juan de los Lagos (1990), Xoclán, en Mérida (1993), donde estuve “cara a cara” con el Papa, quien inició su homilía expresando «¡Qué hermoso es reunirse para celebrar la misma fe y la misma vida en Cristo!»; el autódromo “Hermanos Rodríguez” de la ciudad de México (1999), un día antes de presentar mi examen para acceder a las órdenes sagradas; y durante la segunda parte del Gran Jubileo del Año 2000, en la ciudad de Roma.

Finalmente, aquel memorable sábado 6 de enero de 2001 en el que, con la clausura de la Puerta Santa, se cerraba también el Gran Jubileo; allí, en la Plaza de san Pedro, fui testigo del momento en que Juan Pablo II firmó y entregó a la Iglesia y al mundo, la Carta Apostólica Novo millennio ineunte, en la que nos pide “recomenzar” el camino con renovado impulso a partir de la contemplación del rostro de Cristo Resucitado. «¡Iglesia de Cristo: canta y camina!».

Profundamente emocionado al reconocer que «somos la generación que vio nacer el pontificado de Juan Pablo II; somos la generación que vivió el pontificado de Juan Pablo II; somos la generación que vio morir a Juan Pablo II; somos la generación que fue testigo y se alegró por la Beatificación de Juan Pablo II; somos la generación que recibió y veneró las reliquias de Juan Pablo II en Campeche».

Beato Juan Pablo II, desde «la ventana de la casa del Padre», bendice a Campeche y a todo México.