lunes, 17 de octubre de 2011

DEN AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS


DEN AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR,
Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS

Mensaje Dominical de Mons. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, Obispo Prelado de Cancún-Chetumal.

Ante la insidiosa pregunta de los fariseos sobre si es lícito o no pagar el tributo al César, Jesús sabiamente responde no sólo a esta pregunta, sino a otras dos más profundas inquietudes del corazón humano: ¿se puede o no mezclar lo político y lo religioso? y, ¿cuál es el lugar de Dios en nuestra vida?

Jesús responde sabiamente a la pregunta más insidiosa e incluso va más allá respondiendo a lo que no le preguntaron. Y lo más importante es la respuesta al señorío de Dios en nuestra vida. Cristo nos enseña que hay que cumplir con nuestros deberes cívicos como cualquier ciudadano. Pero también nos enseña que hay que distinguir la dimensión religiosa de la dimensión política.

Que el político no se debe meter en la religión y usar la religión para conseguir el poder político. Pero ello no quiere decir que se olvide de vivir su fe, expresarla y celebrarla pública y libremente. Quiere decir también, que el ministro de culto no se debe meter a hacer política partidista. Ahora bien, los partidos políticos no agotan el ámbito de lo político ni tienen el monopolio de la política entendida como interés y preocupación por el bien común. Por tanto el ministro de culto puede preocuparse e interesarse por bien común y ejercer su derecho al voto y a la participación ciudadana como cualquier ciudadano responsable.

Pero el tema más importante, que no le preguntaron los fariseos y al que responde Jesús, es sobre el lugar que ocupa Dios en la vida de cada ser humano. Cristo nos viene a decir que entre todas las cosas y obligaciones y relaciones que tenemos, Dios ocupa el lugar central. Como dice la primera lectura: “Yo soy el Señor y no hay otro. Solo el que conoce a Dios y lo pone en el lugar central que le corresponde, puede estar en condiciones de poner todas las demás cosas en su debido lugar”

Cuando no se reconoce a Dios como Señor, otras cosas y otras personas usurpan su lugar y se convierten en ídolos, cayendo en falsas religiones y supersticiones e idolatrías. “El que no conoce a Dios, a cualquier burro se le inca”, dice el dicho popular. Si no se adora a Dios, se adora al ídolo del “poder”, si no se adora a Dios, se adora al ídolo del “placer”, sino se adora a Dios se adora al ídolo del “tener”, y estos tres ídolos se convierten en un solo ídolo: el ego.

Lo que más me llama de este evangelio es el señorío de Dios. Me llama a poner a Dios en el centro de mi vida, que es el lugar que sólo a Él le corresponde y vigilar para que nada prevalezca por encima de Cristo, el Hijo de Dios. Que Cristo sea siempre el primero y el más importante en cualquier decisión que tome en cada día de mi vida. Que Cristo sea mi camino, mi verdad y mi vida. Que Cristo sea la luz que ilumine mi camino e inspire mis comportamientos, mis motivaciones, mis pensamientos y mis acciones de cada día.