ASUMIR LA VOCACIÓN AL AMOR,
SOLUCIÓN DE FONDO
Artículo de Mons. José Luis Chávez Botello, Arzobispo de Antequera-Oaxaca.
Solo en la experiencia del amor auténtico somos capaces de reconocer, de asumir y defender el maravilloso don de la vida humana y su dignidad inalienable; el amor auténtico es el mejor camino para comprender que nuestra superación y felicidad pasa necesariamente por lo que nosotros hagamos por la superación y felicidad de quienes me rodean. Educarnos en el amor es la mejor medicina para reconciliar, para perdonar, para derribar prejuicios, sanar resentimientos y afrontar conflictos; es la mejor escuela para crecer en responsabilidad, en la convivencia pacífica, en la justicia y en la paz.
La capacidad de amar es característica de toda persona, es su vocación fundamental y lo que la distingue de los demás seres vivos; los animales no aman, actúan por instintos y por reflejos adquiridos. Solo desde esta perspectiva del amor humano se valora y se orienta adecuadamente todo lo que son y hacen las personas; sus actividades, relaciones y todo lo que les rodea adquiere un sentido y finalidad precisa siempre constructiva; el amor siempre nos abre a los demás, inyecta ánimo para ver con esperanza nuestro futuro y el de nuestro mundo. Es desde la grandeza de la dignidad humana y su vocación fundamental al amor que quiero mostrar la bondad, el sentido y finalidad de la sexualidad humana recibida de Dios como un don para una misión.
La sexualidad humana no puede renunciar a la determinación sexual masculina o femenina que marca a la persona a nivel genético, fisiológico, afectivo y psíquico; todo esto con un sentido y finalidad: complementarse y crear comunión, contribuir a la superación y realización mutua, transmitir vida.
El dinamismo del amor entre esposa y esposo los lleva a la entrega exclusiva de su cuerpo en las relaciones íntimas del acto conyugal; es el culmen de su expresión de amor que fortalece la comunión estable abriéndolos a engendrar vida nueva. Tanto la comunión como la vida nueva que conciben los llena de gozo interior que no se reduce al placer carnal pasajero, les abre perspectivas y les inyecta motivos sólidos para continuar ayudándose y gastarse por vivir mejor, para proyectarse transmitiendo vida sea por los hijos, sea por su trabajo y trato con los demás .
La entrega del cuerpo en las relaciones íntimas es exclusiva del matrimonio; por eso estas relaciones fuera del matrimonio se experimentan y se consideran como ofensa grave y traición que pone en riesgo a la familia y la misma vida de las personas. Por desgracia el ambiente materialista e individualista que respiramos, alimentado y promovido por posturas ideologizadas e interés económicos, ha mutilado de su sentido y finalidad a la sexualidad humana, hasta la ha banalizado.
Las relaciones íntimas fuera del matrimonio, por mutilarse del amor, de su sentido unitivo y de su finalidad a generar vida, nunca construyen sino que fomentan la irresponsabilidad y vicios, denigran la dignidad de las personas, impulsan hasta cometer delitos graves; allí están las adicciones, las infidelidades, violaciones, abortos, desintegración familiar, asesinatos. En estas relaciones no interesa la persona sino sólo su cuerpo por el placer egoísta que pueda proporcionar; así las personas pierden la noción del bien, se vuelven menos capaces de amar limpiamente, de respetar y de servir a los demás, se van deshumanizando. Tampoco mutilemos la educación sexual.
De aquí la urgencia de revisar con verdad y valentía lo que nos pasa para rescatar la verdadera educación integral de la sexualidad humana a todos los niveles, principalmente desde la familia. Sería una solución efectiva y de fondo a muchos problemas personales, familiares y sociales.