jueves, 11 de agosto de 2011

EJERCITAR LA CONFIANZA CON ESPERANZA

EJERCITAR LA CONFIANZA CON ESPERANZA

Artículo escrito por Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Tuxtla.

“Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?"
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.
Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo:
"Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios"
(Mt 14, 33)

Todos hemos llegado a momentos de desesperación. Momentos en los que se nubla nuestra razón y no sabemos qué determinación tomar. En ocasiones, se toman decisiones erróneas a causa del miedo o de la desilusión.

No podemos negar que estas situaciones se presentan constantemente en la vida. Es inevitable que esto ocurra. La pregunta sería para nosotros, ¿qué actitud debemos tomar?, ¿qué postura ante lo inevitable?

La confianza, ¿cómo la fortalecemos? Esta virtud se ve agredida, y tarda mucho en curarse. Por eso, es necesario ejercitarla en cada momento. La confianza es la capacidad de creer y esperar de manera natural en los demás o las circunstancias. Cuando no se tiene esta capacidad se duda de todo, se está a la defensiva, temeroso de todo.

Como dijimos antes, no podemos evitar que algunas cosas no salgan como esperamos, pero de ahí viene la virtud de saber confiar, ofreciendo aquellas cosas para que tomen sentido. El Papa nos lo ha dicho en su encíclica Spe Salvi: “Quisiera añadir aún una pequeña observación sobre los acontecimientos de cada día que no es del todo insignificante. La idea de poder «ofrecer» las pequeñas dificultades cotidianas, que nos aquejan una y otra vez como punzadas más o menos molestas, dándoles así un sentido, era parte de una forma de devoción todavía muy difundida hasta no hace mucho tiempo, aunque hoy tal vez menos practicada. En esta devoción había sin duda cosas exageradas y quizás hasta malsanas, pero conviene preguntarse si acaso no comportaba de algún modo algo esencial que pudiera sernos de ayuda. ¿Qué quiere decir «ofrecer»? Estas personas estaban convencidas de poder incluir sus pequeñas dificultades en el gran com-padecer de Cristo, que así entraban a formar parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano. De esta manera, las pequeñas contrariedades diarias podrían encontrar también un sentido y contribuir a fomentar el bien y el amor entre los hombres. Quizás debamos preguntarnos realmente si esto no podría volver a ser una perspectiva sensata también para nosotros” (40).

De esta manera podemos entender que la confianza se ejercita con la esperanza, la cual, nos lleva a comprender a los demás. Quien deja de confiar, sufre de tal manera que se pierde; llega hasta los límites de provocar el mal y hacerse mal: “Puede haber personas que han destruido totalmente en sí mismas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor. Personas en las que todo se ha convertido en mentira; personas que han vivido para el odio y que han pisoteado en ellas mismas el amor. Ésta es una perspectiva terrible, pero en algunos casos de nuestra propia historia podemos distinguir con horror figuras de este tipo. En semejantes individuos no habría ya nada remediable y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se indica con la palabra infierno. Por otro lado, puede haber personas purísimas, que se han dejado impregnar completamente de Dios y, por consiguiente, están totalmente abiertas al prójimo; personas cuya comunión con Dios orienta ya desde ahora todo su ser y cuyo caminar hacia Dios les lleva sólo a culminar lo que ya son" (45).

Nuestra confianza es la certeza de saber esperar en Alguien. Aunque en ocasiones, este Alguien: Dios, guarda silencio, no significa indiferencia sino presencia. La fe por ellos es esperar contra toda esperanza. Es confiar sin límites.