domingo, 19 de junio de 2011

DIMENSIÓN EPISCOPAL DE FAMILIA

MENSAJE CON MOTIVO DEL DÍA DEL PADRE

Queridos Papás:

Con las palabras del evangelio según San Mateo el Señor Jesús expresa con toda claridad la hermosa vocación y misión, de proteger y acompañar, que les ha confiado.

Es muy cierto que la figura o imagen del padre de familia siempre se asocia con la fuerza, seguridad, carácter y disciplina a diferencia de la imagen tierna y dulce de la madre. Sabemos que Dios les ha dotado de grandes valores, virtudes y cualidades para ser orientadores y formadores en la fe de sus queridos hijos, tarea que estoy seguro viven y llevan adelante con su querida esposa.

En este día tan especial en el que celebramos a todos nuestros queridos papás, aprovecho tan bella ocasión para compartir con todos ustedes una breve reflexión con el propósito de homenajearlos y reconocer que todo cuanto somos en la vida como padres, hijos, hermanos, profesionistas, ciudadanos y hombres y mujeres de fe, etc.; lo debemos, en gran parte, a ustedes que con tan grande generosidad nos han acompañado y nos siguen acompañando en este peregrinar por la vida mientras llegamos a la casa de Dios nuestro Padre.

En cuanto Creador, Dios puede ser llamado, en el sentido más estricto, “Padre” de todos los hombres. Y con toda verdad podemos afirmar que la paternidad humana es una participación de la paternidad divina. En efecto, la procreación, en cuanto causa biológica de los hijos, es un atributo que asemeja al hombre con Dios. En cierta manera, Dios quiere contar con la asistencia del hombre y la mujer para la procreación, dejando en sus manos la responsabilidad de ejercer sus capacidades generativas.

En este sentido, el hombre es cooperador de Dios en una acción fundamental como es la procreación de la especie humana. Y para realizar este proyecto el Creador dispuso la unión del varón y la mujer. Por tanto, cada uno de los padres exige el complemento del otro para alcanzar la paternidad: de modo que el padre sólo es padre por su unión con la madre, y ésta sólo es madre por su relación con el padre.

Cabe entonces preguntarnos, ¿qué significa y qué conlleva para el varón, ser papá? He aquí algunas consideraciones:

Ser papá es ser depositario de un misterio singular: la vida de un nuevo ser. Dios ha querido confiar a los papás la crianza de los hijos. En consecuencia el Padre de Familia está llamado a ser el primero en reconocer la dignidad de los hijos y hacer efectivos sus derechos humanos proveyéndoles lo esencial para su sustentación: alimento, casa, vestido, educación, servicios de salud, recreación, espiritualidad, etc. junto con el amor.

La paternidad ofrece un servicio de protección a los hijos y a la esposa. En los Evangelios aparece muy claro que la elección de José es para asegurar la protección paterna a Jesús y para acompañar a María (cf Mt. 1,20-24; Lc. 2, 1-52).

El papá tiene, por tanto, la misión de formar a la persona en aspectos muy concretos como el respeto a la autoridad, el sentido de responsabilidad, el cumplimiento de los propios deberes, el instinto de protección de los débiles, la productividad, la seguridad, el liderazgo y muchas otras virtudes y valores humanos.

El papá es también, comúnmente, marido. Así que no acompaña a los hijos de una forma aislada, sino en íntima colaboración con la mujer que es Esposa y Madre. Como cabeza de Familia, está llamado a respaldar la autoridad de la madre sobre la prole (Ef. 5, 21-33).

La paternidad tiene una expresión de amor en el trabajo. Expresión cotidiana de este amor en la vida de la Familia de Nazaret es el trabajo. El texto evangélico precisa el tipo de trabajo con el que José trataba de asegurar el mantenimiento de la Familia: el de carpintero. Esta simple palabra abarca toda la vida laboral de José. El que era llamado “hijo del carpintero” había aprendido el trabajo de su padre. El trabajo humano y, en particular, el trabajo manual tienen un significado especial en el crecimiento humano de los hijos: la virtud de la laboriosidad, al ser el trabajo un bien del hombre, que transforma la naturaleza y que hace al hombre en cierto modo más hombre. (Cfr. Redemtoris Custos No. 22)

Se trata, en definitiva, de la santificación del padre de familia en la vida cotidiana, en el fiel cumplimiento de sus deberes de estado.

En este día tan especial pedimos a Dios que les bendiga, les proteja, les ilumine y les de la sabiduría necesaria para vivir tan loable vocación. También a nombre de todos mis hermanos Obispos de México, quiero invitar a todos los Cristianos Católicos, hombres y mujeres de buena voluntad, a elevar una plegaria a nuestro Padre del Cielo por todos los Papas de México y del Mundo.

¡¡¡Muchas Felicidades en este día del Padre!!!


Mons. Francisco Javier Chavolla Ramos
Obispo de Toluca
Responsable de la Dimensión Episcopal de familia