CARTA A JUAN PABLO II
Artículo del Pbro. Richard L. Clifford, Misionero de Maryknoll, sacerdote católico y colaborador de la Pastoral del Amor en la Arquidiócesis de Yucatán.
Queridísimo Beato Juan Pablo II:
En unión con los fieles de la Península de Yucatán, México y en general de todos los católicos mexicanos le deseo unas muy "Felices Pascuas" y muchas felicidades, con amor y oraciones, por su bien merecida beatificación hoy domingo 1 de mayo de 2011. Tuvimos la seguridad de que usted se uniría al Coro Santoral, al poco tiempo de su despedida de nosotros. ¡Qué hermosa afirmación! Usted goza de la "Cultura de la Santidad" por promover constantemente la "Cultura del Amor".
Le envío esta carta desde la "Ciudad Blanca" de Mérida. Ciertamente, usted se acuerda de esa noche -11 de agosto de 1993- cuando su Santidad presidía una Misa concelebrada en Xoclán, en las afueras de Mérida, con unos 200 sacerdotes y miles de participantes. Todavía recordamos su hermosísimo mensaje, exhortándonos a dar un buen testimonio de nuestra fe, como ¡Sal de la Tierra y Luz del Mundo! (Mateo, XIII). Hoy día, allí hay un crecido fraccionamiento que honra el nombre Juan Pablo II.
A unos meses de su visita, yo me encontraba en la "Ciudad Santa" de Roma cumpliendo unos estudios especiales. Allí tuve la bendición de saludarle personalmente en la "Sala Clementina" del Palacio Apostólico. Seguramente usted notaba cuán nervioso me puse al encontrarnos frente a frente, mientras usted ponía un rosario entre mis manos. "Buenos días, su Santidad", le dije. "Soy misionero y trabajo en México". Contento y sonriendo usted exclamó: "¡Qué bien! ¡Mexicano!"; fascinado y todavía temblando exclamé "¡De corazón!".
Recordé ese encuentro con nostalgia aquella noche del sábado 2 de abril, cuando una pantalla me llevó a esa misma "Sala Clementina" donde vi su fallecida figura rodeada de dignatarios eclesiásticos y estatales, miembros del Vaticano y de la vida política y social universal.
¡Cuántas veces la magia de su persona y el mensaje de su palabra regresan al recuerdo en esta "Tierra Guadalupana"! México gozaba de un lugar privilegiado en su corazón, pues este país le recibió con admirable afecto y afirmación en su primer viaje Papal, en enero de 1979, con lo cual inició e inspiró con sus visitas pastorales a 105 países del mundo.
¡Qué bello enlace de fe y fraternidad estableció usted con México, visitándonos cinco veces! Todavía se escucha el eco de su emocionante despedida en su última visita, cuando canonizó al Beato Juan Diego: "Me voy, pero no me voy... Me voy, pero mi corazón se queda acá".
En aquellos momentos pensé que nadie mejor que usted había demostrado -desde el inicio de su Pontificado en octubre de 1978- el ejemplo "por excelencia" de ese valioso "Toque Humano" de acercamiento y amabilidad, combinando sencillez espiritual y sensibilidad humana. De manera particular le agradezco sus misivas dirigidas a nosotros, los sacerdotes, en las que exaltó nuestra vocación ministerial.
El Domingo de Pascua de 2005 lo vimos frente a la ventana de su departamento, que mira a la Plaza de "San Pedro". Su silencioso Mensaje Pascual fue acompañado por una paloma blanca.
Qué impresionante su último saludo "Urbi et Orbi" por los 26 años de su Pontificado, desde aquella tarde del 16 de octubre de 1978 cuando las 400 campanas de Roma dieron eco a la exhortación: "¡Tened confianza, no temáis!".
Queridísimo Juan Pablo II: Gracias por tu Santa Vida Ejemplar. Intercede por nosotros, buscando la incomparable paz y el bien celestial... ¡Afectuosamente en el Señor, la feligresía mexicana!
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