lunes, 21 de marzo de 2011

LA IGLESIA TIENE LA MISIÓN DE TRANSFORMAR EL CORAZÓN DEL HOMBRE

¡QUE LA IGLESIA SE DEDIQUE «A LO SUYO»!

Escrito por: Pbro. José Juan Sánchez Jácome, Titular de la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa.

Con mucha frecuencia se escuchan comentarios que exigen arrinconar a la Iglesia y la práctica de la vida cristiana al terreno de lo privado, o al ámbito de la sacristía.

Estas voces intentan legitimar su postura invocando como principio al estado democrático o incluso atreviéndose a interpretar la sentencia de Jesús: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Por lo que respecta al principio invocado, un estado democrático no puede determinar o reinventar la naturaleza propia de la Iglesia, ni ahogar el espíritu de las expresiones religiosas. Tiene que intervenir para que, en este caso, las instituciones religiosas se conduzcan de acuerdo a los lineamientos del bien común y al estado de derecho, pero no puede acallar la voz de la Iglesia, pues uno de los principios que consagra el estado democrático es la libertad de expresión para todos sus miembros.

Por otra parte la invocación de la cita bíblica, arriba señalada, con frecuencia hace decir a Jesús lo que no quiso expresar. La interpretación más facilona y contraria al espíritu de Jesús quiere ver en esta expresión un fundamento para exigirle a la Iglesia que se limite al terreno de lo privado o de lo estrictamente cultual.

Sin embargo, por el contexto de esta cita bíblica, podemos decir que Jesús no estaba separando campos, sino delimitando actitudes. La moneda tiene impresa la imagen del César y es del César; el ser humano lleva la imagen de Dios, por tanto pertenece a Dios y Él es el dueño de las personas que portan esa moneda. De esta forma quería dejar en claro qué significa el señorío del César y el Señorío de Dios. Jesús no se oponía a que se pagara el tributo, tampoco estaba hablando de separar la política y la religión. Sólo nos quería decir que Dios es el único dueño de las personas.


Por eso cuando se le conmina a la Iglesia para que se dedique a lo suyo habría que decir que «lo suyo» es actuar animada por el mismo Espíritu de Jesús quien se sabía «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor».

Asimismo la Iglesia, si quiere ser fiel al mandato de Jesús, debe buscar la salvación integral del hombre, que abarca a las personas concretas, los pueblos, las estructuras y las instituciones creadas por el hombre y para el hombre.

La salvación cristiana no puede reducirse a lo privado o al terreno de la santificación individual. La Iglesia, como decía Pablo VI, «no admite circunscribir su misión sólo al terreno religioso, desentendiéndose de los problemas temporales del hombre». Es un deber suyo «ayudar a que nazca la liberación... y hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización».

Por eso resulta sospechosa e impensable esa reacción casi visceral de algunos sectores políticos que han tenido una profunda tradición democrática, ante cualquier posicionamiento de la Iglesia que trate de concretar las exigencias sociales de la fe, sin coincidir con su propia postura.

No somos un club en el que nos encontramos, nos la pasamos bien y después regresamos a nuestras actividades habituales desenganchados de nuestros valores y convicciones. Somos una Iglesia que tiene la misión de transformar el corazón del hombre y las realidades temporales conforme al espíritu del evangelio. Esto es precisamente lo que nos recuerda la cuaresma. ¡Que la Iglesia se dedique «a lo suyo»!. Más nos vale, porque está de por medio nuestra fidelidad a Jesús.
_____________________________________________________________________