NO SE DEBE SUBESTIMAR EL TEMA
DE LAS TENTACIONES
Artículo del Pbro. José Juan Sánchez Jácome, Encargado de la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa.
Ya no está de moda hablar del pecado y de las tentaciones. Parecen temas superados y relacionados con una época que ya dejamos atrás.
De hecho hemos oscilado entre los extremos, pues en una época parecía que todo era pecado y en esta época parece que ya nada es pecado. De ahí, que sean temas que con mucha frecuencia relativizamos.
De hecho hemos oscilado entre los extremos, pues en una época parecía que todo era pecado y en esta época parece que ya nada es pecado. De ahí, que sean temas que con mucha frecuencia relativizamos.
Desde una perspectiva espiritual esta manera de analizar el tema del pecado y las tentaciones es ya una especie de engaño o trampa de parte del enemigo. El tentador hace añicos con nosotros porque en primer lugar nos lleva a subestimar la experiencia de ser tentados en la vida. Nos lleva a ver las tentaciones como una cosa fresa, de tipo piadosa o inofensiva, como si las tentaciones fueran simplemente comer de más, mirar de más, hablar de más, pensar de más, descansar de más, oír de más.
En este mismo aspecto tendemos a restringir el campo de influencia de las tentaciones, pensando que el tentador sólo nos ataca en el terreno de la carne, o del sexo, descuidando de esta forma las áreas de nuestra vida donde más se interesa el tentador para desestabilizarnos, para confundirnos y para esclavizarnos.
Precisamente por eso el tentador hace añicos con nosotros y nos zarandea de tal manera que nos lleva a situaciones que paulatinamente comprometen los valores y la honestidad. Nos engaña pensando que se trata de una cosa frívola e inofensiva, para atacar realmente los cimientos de la propia vida.
A partir de la experiencia de Jesús es posible redimensionar el tema de las tentaciones y sobre todo no subestimar esta experiencia de sentirnos tentados, inducidos e incitados al pecado. Las tentaciones son una empresa grande de parte del tentador que no se anda con jueguitos ni con bagatelas.
El tentador no se contenta con que llegue uno a comer de más, a mirar de más, a hablar de más, a pensar de más, a oír de más. Sus verdaderas intenciones quedaron expuestas en la estrategia que utilizó para tentar a Jesús en el desierto.
Lo que le interesa al tentador es incitarnos al ejercicio prepotente de la condición de hijos de Dios. Se puede vivir en un mundo religioso, de ritos y cultos, y estar, al mismo tiempo, viviendo de espaldas a Dios. Debemos tener mucho cuidado porque el tentador nos incita a utilizar a Dios en beneficio propio. Hay muchos datos de cómo sucumbimos ante esta tentación, porque acudimos a Dios no por una finalidad estrictamente religiosa, sino por intereses económicos y materiales. Buscamos a Dios simplemente como amuleto, para que nos vaya bien en la vida, para que tengamos suerte. Pero no buscamos necesariamente a Dios para que nos transforme y nos haga mejores personas.
La tentación es la llamada al hombre a renunciar a Dios como componente de la historia individual y colectiva; es, ni más ni menos, la máxima expresión del egoísmo, de la autosuficiencia del hombre: construir "mi" mundo particular, "yo solo", prescindiendo de Dios y todos los demás.
La gran tentación del diablo es siempre la misma, la que ya puso al primer hombre en el paraíso: "serás como Dios". Y no hay manera de ser como Dios que no pase por imitar lo que ha hecho Jesús de Nazaret, es decir arrodillarse delante de los hermanos para lavar los pies de los discípulos. Esa es la única manera de llegar a ser como Dios.
Decía un pensador que la mayor astucia del demonio ha sido hacernos creer que ya no existe. Asimismo nos lleva a trivializar el tema de las tentaciones. Ahora que los cristianos en el tiempo de cuaresma anhelamos llegar a ser mejores personas no debemos descuidar esta lucha en contra de las seducciones del enemigo. Entre más conscientes seamos de la tendencia al egoísmo y la soberbia será posible renovar las bases más profundas de nuestra existencia.
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