martes, 8 de febrero de 2011

EN RECUERDO AL OBISPO SAMUEL RUIZ GARCÍA

EL  TATIC

Artículo de Jesús E. Ayuso Barrera, publicado en la edición del lunes 7 de Febrero de 2011 del Tribuna de Campeche.

En recuerdo al obispo Samuel Ruiz García:

En una visita a la ciudad mágica de San Cristóbal de las Casas, conocí y saludé a don Samuel, obispo de dicha Diócesis, el momento fue una tarde fría de febrero, en su Catedral, donde celebró la misa.

Deseaba conocer, escuchar y observar de cerca al “Tatic”, —padre— defensor y protector de los indígenas de los Altos de Chiapas, que se había vuelto famoso a raíz de la rebelión del Subcomandante Marcos.

Durante la misa tuve la oportunidad de oír su homilía, sus palabras, su mensaje. Esos discursos desde el púlpito, que según sus detractores, estaban imbuidos de Teología de la Liberación y contenido marxista, a favor de los desprotegidos y pobres.

Desde que llegué a la ciudad de San Cristóbal, ya había respirado ese aire mágico y especial que se percibe desde el instante que se arriba al lugar. Subir la cuesta de la capital del Estado Tuxtla Gutiérrez a la “Ciudad Real” y llegar a la cumbre donde se encuentra esa mítica comunidad, es una sensación maravillosa.

Recorrer las callejuelas, visitar los lugares, reconocer esa mezcla de lo indígena con lo castizo y su mestizaje, es un arrebato a la emoción, al sentimiento y al grito de la raza madre, de la sangre ancestral.

Toda mi emoción sobre esa bella ciudad mágica llena de arquitectura, artesanía y huella autóctona y colonial, alcanzó su punto más excelso, en la misa, en la catedral, con la homilía de don Samuel Ruiz, obispo emérito de San Cristóbal.

¿Qué dijo? quizá nada extraordinario, pero, sus palabras, su voz y su mensaje de siempre a favor de los más pobres, eso era ineludible. Era su verdadero apostolado siempre a lado de las causas indígenas y en defensa de la raza maltratada y maltrecha por los siglos de opresión interminable.

Pocos hombres como él, pocos religiosos con ese apostolado tan sublime y hermoso como la del obispo Samuel. Muchos años pasarán para que surja en la Iglesia mexicana otro con esa medida, con esa dimensión tan comprometida.

Recordar su vida, su misión sobre la tierra, cabalmente cumplida y ofrendada en aras de estar del lado de los más necesitados, habla de una Iglesia que también, aunque sea la menos, sabe ponerse junto a los pobres.

Obvio que su ardua misión fue criticada por el ala conservadora del Vaticano, la que se relaciona y codea con los grandes poderes económicos de la tierra. Pese a todo ello, su lucha en el propio seno, —y fuera— de su iglesia fue respetada, alabada y bendecida por muchos.

Porque, hablando con la pura verdad, hacen falta obispos y sacerdotes a lado de los pobres, que su ministerio sea más comprometido con los males terrenales que con los bienes espirituales. A fin de cuentas esos males están más cerca y urgen más que los otros.

Esa estirpe como la de don Samuel, hacen creíble a la Iglesia, gente como él son los que salvan su religión: su prestigio y su honra, por momentos históricos maltrechos por sus vicios, errores y desvíos.

Su vida toda es sumamente ejemplar, ilustrativa, educativa. Llena de congruencia y respeto a su ministerio. Un vivo paradigma para su Iglesia, a la que sirvió con humildad, verdad y dignidad. ¡Duerma el sueño de los justos!
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