EL PEREGRINO DE LA PAZ
Artículo del Lic. Herminio José Piña Valladares, Presidente de la Asociación de Abogados Católicos de Yucatán, publicado por el Diario de Yucatán en su edición del martes 18 de Enero de 2011.
Después de concluido el proceso de beatificación del papa Juan Pablo II, que se inició el 28 de junio de 2005, y la verificación del milagro ocurrido por su intercepción a la monja francesa Marie Simón Pierre que padecía la enfermedad de Parkinson y se comprobó su curación, entró en la última etapa el procedimiento con la firma del decreto de beatificación por el papa Benedicto XVI, para posteriormente realizar la celebración y entronización a los altares como Santo, para el 1 de mayo próximo.
Recordar la vida de Karol Wojtyla es revivir su ministerio como vicario de Cristo en la Tierra, en virtud de que pasó haciendo el bien como un gran Pastor y todos percibimos su carisma y don de gentes, así como la profundidad de sus mensajes apostólicos y la entrega en la oración.
Con Juan Pablo II cambió la imagen del pontificado; no es el papa que actuó como pastor universal desde la capital del orbe cristiano, que es Roma, en espera de que los fieles acudan a él.
Por el contrario, fue un papa que asistió a las iglesias locales, salió al encuentro de los fieles. Fue un pastor encuentro de sus ovejas, de todas y por todo el mundo.
Cambió la escenografía del catolicismo; las plazas, los estadios, los espacios abiertos son ahora las nuevas catedrales que se llenaron con el pueblo que acudió a ver a un pontífice que les habló al mundo con el corazón. Ningún hombre en nuestros tiempos ha sido tan alabado por las masas en todo el mundo. Fue un hombre que se entregó a los jóvenes y les habló con palabras sencillas, sobre todo les extendió la mano y el corazón. Se dirigió a los adultos mayores, a los trabajadores, a los empresarios, a las mujeres, con palabras de verdad y de amor.
Karol Wojtyla fue el primer Papa eslavo en la historia de la Iglesia, en virtud de que el 16 de octubre de 1978 fue electo papa. Se le considera el hombre que luchó por la paz y la libertad, pero al mismo tiempo fue un hombre de Estado que inspiró confianza a la humanidad y a las naciones.
Inició sus visitas pastorales el 25 de enero de 1979 con un viaje a México, donde se sumergió en el inmenso calor humano de los campesinos y los obreros. Después, en junio, regresó a su patria donde fue aclamado por millares de polacos que se aglomeraron en las plazas. Recorrió el mundo entero, desde el antiguo mundo soviético y los grandes centros de Europa, hasta los países de América Latina, África, Asia, en resumen, de los cinco continentes del mundo.
Pero la visita del Papa Juan Pablo II que recordamos todos los yucatecos es la que realizó el 11 y el 12 de agosto de 1993 a nuestro estado, en el que coronó a Nuestra Señora de Izamal como reina y Patrona de Yucatán, así como el encuentro con las etnias de América en el marco del V Centenario de la Evangelización del nuevo mundo.
El Papa Juan Pablo II también estuvo en Mérida en una Celebración eucarística donde se concentró más de medio millón de personas. Al concluir su homilía improvisó en español un mensaje en el que expresó: "Hermanos y hermanas, qué hermoso es reunirse para celebrar la misma fe, la misma vida en Cristo. Vosotros sois no sólo un fruto sino también los sembradores de la palabra de Jesús: Id y haced discípulos a todas las gentes; es decir, apóstoles de la nueva evangelización, porque en virtud de nuestro bautismo estamos todos llamados. El Señor nos recuerda que todos nosotros somos sal de la tierra y luz del mundo, y nos envía a proclamar la buena nueva de la salvación, os envía a vosotros, vuestra generación, después de cinco siglos de la Evangelización, os envía".
Al conocerse la noticia de que el Papa Juan Pablo II será beatificado el domingo 1 de mayo, día en que celebra la festividad de la Divina Misericordia, es momento propicio para que los yucatecos volvamos a meditar las palabras pronunciadas en su visita a nuestra ciudad; recordarlas es volver a revivir esos días, como el mensaje que nos transmitió: "El Señor nos recuerda que seamos sal de la Tierra y luz del mundo".
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