lunes, 27 de diciembre de 2010

CÓMO NACIÓ LA CANCIÓN "NOCHE DE PAZ"

NOCHE DE PAZ, NOCHE DE AMOR…

Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal

¡Feliz Navidad! Escribo estas líneas hoy viernes 24 de Diciembre en vísperas de la celebración del Nacimiento de Jesús. Hace unos días, navegando por internet entré a un sitio donde aparece la historia de la canción Noche de paz y había una invitación para “acudir” a la cita de cada 24 de Diciembre.

Sucede que cada año a las 5 de la tarde, hora del centro de Europa, muchos turistas se reúnen en la pequeña capilla de Oberndorf, construida para perpetuar el lugar donde fue estrenada “Noche de Paz”, este villancico tradicional en nuestras fiestas navideñas.

En una solemne ceremonia que dura poco menos de una hora, los presentes (y los cibernautas colados, como un servidor) pueden escuchar “Noche de paz” en la versión de su estreno: Dos voces varoniles acompañadas por las notas de una guitarra, a las que se une el coro al final de cada estrofa. ¡Bellísimo!

Esta emotiva experiencia me hizo escribir una imaginaria carta al Padre Joseph Mohr, pidiéndole nos narre cómo nació esta bella canción. He aquí su respuesta.

«Estimado Amigo. Gracias por la carta. Acepto la oportunidad que me da para contar cómo nació esta canción, con el único afán de que aquellos lectores de NOVEDADES CARMEN, que estén interesados, conozcan lo que pasó aquellos días.

Aún permanece fresca en mi memoria aquella helada noche de invierno del año 1817 en que la celebración del Nacimiento de Jesús estuvo empañada por unas disputas vecinales. Fue la navidad más fría y más triste que había vivido.

Fue así como surgió en mí, como un rayo, la inspiración: Escribiría una canción para mis fieles, para esas personas que aquella Nochebuena habían olvidado celebrar el nacimiento de Cristo por unos pequeños altercados sin importancia. Y comencé a escribir los primeros versos: “Noche de paz, noche de amor…”. Sin embargo, mis buenos propósitos fueron cortados de cuajo por las ocupaciones que, como sacerdote, me tocaban desempeñar.

Velozmente pasaron los meses. De nueva cuenta se acercaba la Navidad y no había logrado finalizar mi tarea. Faltaban menos de dos meses para la Navidad, cuando por fin logré terminar la primera estrofa:

Noche de paz, noche de amor.
Todo duerme en derredor.
Entre los astros que esparcen su luz,
bella, anunciando al niñito Jesús,
brilla la estrella de paz.

Me encontraba tan entusiasmado escribiendo, que algunas semanas antes de la Navidad, ya tenía casi lista mi obra; y digo casi, porque la letra ya estaba terminada pero faltaba la música. Cómo no soy muy bueno para ello, fue mi amigo Franz Gruber, un organista austriaco que dirigía el coro de la parroquia, quien compuso la melodía.

Tuvimos varias entrevistas, hicimos algunos arreglos y al fin quedó preparada para ser estrenada en la Navidad de 1818. Como podrá darse cuenta, “Noche de paz” fue compuesta con suma rapidez, lo cual no demerita su valor ni su finalidad: llevar un mensaje a esa gente carente de alegría, esperanza y amor.

Aunque nos aguardaba una sorpresa para su estreno. Una semana antes de la Navidad estuvimos ensayando con los integrantes del coro de la parroquia. Grande fue nuestro asombro cuando el día anterior a la Nochebuena llegamos a dar el último ensayo y nos encontramos con la noticia de que el órgano se había descompuesto. ¡Faltaban menos de 24 horas para la celebración y, por ende, del estreno de “Noche de Paz”!

Rápidamente una solución ingeniosa se le ocurrió a Franz Gruber: Nos acompañaría con una guitarra. Sin embargo, los integrantes del coro se opusieron, ya que, después de algunos ensayos, no lográbamos acoplarnos. Entonces las voces nos las tuvimos que repartir entre nosotros dos: Gruber, la de bajo; y este servidor, la parte de tenor. El coro nos ayudaría con los versos finales de cada estrofa.

Puedo decirles que tuvimos un gran éxito. No porque la gente haya aplaudido mucho, sino porque habíamos logrado nuestro objetivo: Aquella gente que un año atrás había pasado la Nochebuena peleando, tenía ahora un reencuentro con la Navidad, con Jesús.

Emocionados, miraban embelesados la imagen de Dios-niño, el príncipe de la Paz; sonreían y se abrazaban, sellando un silencioso compromiso de luchar siempre por construir y conservar la paz.

¡Qué Navidad aquella, amigo! De esto hace ya 192 años, y hoy, al recibir su carta, me he preguntado si continúa haciéndose realidad el sueño de tantos hombres que deseamos para toda la humanidad una perpetua “Noche de paz”. Afectuosamente: P. Joseph Mohr».
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