viernes, 3 de diciembre de 2010

ENCUENTRO CONTINENTAL SOBRE DERECHOS HUMANOS EN EL SALVADOR

Declaración del V Encuentro Continental
Sobre Derechos Humanos
San Salvador, República de El Salvador,
 del 29 de Noviembre al 3 de diciembre de 2010

«Nada me importa tanto como la vida humana».
Mons. Romero

Como Discípulos Misioneros de Jesucristo, el Señor de la Vida y de la historia, hemos sido convocados por el Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM para ver, reflexionar, sentir y escuchar los clamores del pueblo que sufre violencia y experimenta el atropello en sus más elementales derechos, en el V Encuentro Continental sobre Derechos Humanos.

Sentimos más que nunca la fuerza de la Palabra de Dios que nos desafía a volver nuestra mirada a los rostros sufrientes de los excluidos, de los sometidos a nuevas esclavitudes, de quienes no tienen esperanza y en sus miradas buscan la palabra que libera y restituye la dignidad de ser persona.

Nos interpela, en nuestra condición de creyentes y personas de buena voluntad, el imperativo ético de construir una sociedad justa, fraterna y solidaria donde se viva con dignidad y libertad. Nuestra fidelidad a Dios y al ser humano se traduce en el decidido compromiso de promover y defender la dignidad del ser humano con sus derechos y deberes.

1.- Con alegría y esperanza damos gracias a Dios por el don de la vida y la dignidad de cada ser humano. Reafirmamos nuestro encuentro con Jesucristo que ha venido para darnos vida en abundancia y para recuperar el mandato de que ningún ser humano, ningún pueblo debe ser excluido del reconocimiento de sus derechos. “Les aseguro que lo que hayan hecho a uno sólo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mi” (Mateo 25, 40)

2.- "Nada me importa tanto como la vida humana. Es algo tan serio y tan profundo, más que la violación de cualquier otro derecho humano, porque es vida de los hijos de Dios; y porque esa sangre no hace sino negar el amor, despertar nuevos odios, hacer imposible la reconciliación y la paz" (Mons. Oscar Romero, 16 de marzo de 1980). En este contexto, afirmamos la universalidad, inviolabilidad e integralidad de los derechos humanos. A estos derechos les corresponden deberes y obligaciones de la humanidad y de cada persona.

3.- En espíritu de humildad, hacemos memoria de los mártires que entregaron su vida por la defensa de los derechos humanos en nuestra región, en particular nos mueve la memoria de Mons. Oscar Arnulfo Romero y de tantos mártires de El Salvador, Centroamérica y el resto del Continente. Junto a ellos hacemos memoria de otros testigos que desde distintos credos y convicciones han marcado el camino de la defensa de los derechos de los más desprotegidos y débiles en el mundo (Cfr. Documento de Aparecida, 220).

4.- Pedimos perdón porque no siempre hemos tenido el compromiso con los derechos humanos y en algunas ocasiones el miedo y una falsa prudencia nos han hecho callar e impedido avanzar en el camino.

5.- Constatamos en nuestra sociedad una creciente conciencia sobre el valor de los derechos humanos y la centralidad que deben ocupar en el ordenamiento político. Hay numerosas expresiones de sociedad civil que trabajan incansablemente para asegurar el goce efectivo de derechos para las poblaciones vulnerables y más pobres. Al mismo tiempo hay organismos internacionales y estatales que en distintos países profundizan en las políticas públicas con enfoque en derechos humanos. La perspectiva diferencial a favor de poblaciones indígenas, afrodescendientes, mujeres, personas con capacidades diferentes, entre otros, hacen parte de un marco que se abre paso en varios países.

6.- A pesar de estos avances tenemos que constatar con dolor que persisten situaciones vergonzosas de violación a los derechos humanos. La existencia de un sistema social y económico que no está centrado en la persona humana y en sus derechos ha llevado a una degradación de las condiciones de poblaciones que han caído en situaciones de exclusión de todo orden. El Continente ha crecido económicamente, pero eso no se ha traducido en una mayor equidad y justicia social. Más de 200 millones de personas viven en condiciones inaceptables en un continente de enorme riqueza natural y biodiversidad que tiene todas las posibilidades de garantizar el bienestar y la dignidad de su población. La feminización de la pobreza. La ausencia de condiciones de trabajo digno para millones de habitantes de nuestro continente. La inequidad en el acceso a los recursos a la política y a los bienes de la creación sigue siendo un grave escándalo para esta región que no podrá avanzar en su integración en el mundo actual mientras persistan estas dolorosas situaciones.

7.- La región vive una crisis de humanidad con nuevos retos que imponen la necesidad de establecer una verdadera cultura de los derechos humanos.

8.- Entre esos nuevos retos señalamos los referentes a los derechos ambientales por la grave crisis de cambio climático, la destrucción de los ecosistemas, la implantación de formas de consumo irresponsable, la explotación de recursos naturales sin cuidado del medio ambiente. Esto se da especialmente en el campo de la minería y los hidrocarburos, y la falta de normas y leyes que garanticen la protección de la casa común que es el mundo que se nos entrega con un destino universal para el beneficio de todos los seres humanos y de todas las generaciones.

9.- Por muchos años la impunidad ha sido el común denominador en las violaciones a los derechos humanos causadas por agentes al servicio del Estado y por grupos poderosos. Todavía la independencia del poder judicial es un desafío para fortalecer nuestras frágiles democracias. Los mismos grupos han logrado en muchos casos politizar el marco de los derechos humanos y desplazar el imperativo humanitario de reconocimiento de la dignidad de cada ser humano.

10.- Nuestros pueblos indígenas y afrodescendientes han sufrido a lo largo de la historia una cadena de violaciones y desconocimiento de sus derechos que ofende a Dios y a la familia humana en su conjunto.

11.- La globalización con sus posibilidades abre nuevos retos en el campo de los derechos humanos en el tratamiento de las condiciones dignas de los migrantes, con el auge de formas criminales que destruyen a los seres humanos, a las redes comunitarias y a la cultura de solidaridad como es el narcotráfico. La trata y tráfico de seres humanos con sus graves consecuencias desde la familia hasta los más altos niveles de la sociedad. Bandas armadas que reclutan a personas en condiciones de alta vulnerabilidad, en particular a niños y jóvenes, crean un marco de violaciones masivas a los derechos humanos.

12.- Urgidos por el amor de Cristo que nos impulsa en la promoción y defensa de la Dignidad de la persona y sus derechos nos comprometemos a:

a).- Trabajar para que la pastoral de los derechos humanos sea realmente el eje vertebrador de la Pastoral Social Caritas y que la dignidad de la persona humana y los derechos humanos impregnen toda la pastoral de la Iglesia.

b).- Impulsar la Misión Continental como espacio en el que se profundice en el cuidado de la vida y en la defensa de su dignidad fortaleciendo la espiritualidad de derechos humanos como fortaleza de nuestra identidad creyente.

c).- Sensibilizar para que en nuestras comunidades se respete y viva integralmente la dignidad de cada ser humano y la solidaridad con los excluidos, con los que son considerados como “no personas” y los que sufren por atropellos y abusos contra sus derechos.

d).- Mantener viva la memoria de las víctimas de violaciones a los derechos humanos y a trabajar para que se conozca la verdad de esta historia de violaciones.

e).- Trabajar incansablemente para que quienes han actuado o actúan como agresores o violadores de los derechos humanos en un proceso de reconciliación y restauración descubran el camino del amor de Dios, el respeto por la dignidad de los demás y por la propia dignidad que resulta herida por sus mismas acciones violentas.

f).- Llevar a la práctica la palabra del Señor Jesús: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos.” (Jn. 15,13) y ser coherentes en nuestro testimonio de amor por cada ser humano, especialmente por “nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio” (DA. 394).

g).- Poner en el centro de nuestras preocupaciones al hermano pueblo de Haití, el país más pobre de nuestro Continente que está sufriendo enormemente por el terremoto de hace un año, la gravedad del cólera y la fragilidad de una democracia muy maltratada por los grupos de poder.

Que inspirados en el testimonio de la Virgen María, mujer y madre de la esperanza, que salió aprisa a las montañas con el gozoso anuncio del cumplimiento de las promesas de Dios a favor de su pueblo fiel y canta en el magníficat su acción liberadora y restauradora de los derechos de los humildes y pequeños, vayamos también nosotros al encuentro de quienes viven rechazados y excluidos de la sociedad llevando la Buena Noticia de Jesucristo, vida abundante de nuestros pueblos.

San Salvador, Diciembre de 2010
Año del 30 aniversario del martirio de Mons. Oscar Arnulfo Romero
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