sábado, 25 de diciembre de 2010

HOMILÍA DEL OBISPO DE CAMPECHE: FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

Muy queridos amigos y hermanos:¡Ya es Navidad! Ha terminado el peregrinaje, han dejado de tocar las puertas buscando posada, el pesebre está habitado. Así culmina el camino del adviento, con la gran fiesta de la Navidad, y no puede ser más importante la preparación que el acontecimiento. Es en este tiempo bellísimo de la Navidad cuando debemos poner de manifiesto la llegada de Jesús a nuestras vidas y así como vivimos el adviento, sea ahora la natividad del Señor el momento de gracia que aliente nuestra vivencia de la fe.

Verdaderamente espero que haya navidad en muchos de los corazones, que haya nacido el Salvador, que hayan resurgido la fe, la esperanza y el amor y que todo esto se traduzca en una vida más comprometida, más llena de Dios.

Del Evangelio según san Mateo 2, 13-15. 19-23:

«Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".

José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi Hijo”.

Después de la muerte de Herodes, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya murieron los que intentaban quitarle la vida al niño".

Se levantó José, tomo al niño y a su madre y regresó a tierra de Israel. Pero habiendo oído que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá, y advertido en sueños, se retiró a Galilea y se fue a vivir en una población llamada Nazaret.

Así se cumplió lo que habían dicho los profetas: “Se le llamará nazareno"». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

Ayer quedaba completo el nacimiento en nuestras casas. Ayer ocupaba ya el Dios con nosotros su lugar sobre las pajas del pesebre. Ayer pudimos contemplar ya la escena de una familia, humilde pero unida. Hoy es la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia y es al tiempo, la oportunidad para contemplar y aprender de esta singular comunidad de Jesús, María y José, de modo que sea para nuestras propias familias un modelo y un testimonio de fortaleza y de unidad.

En la primera lectura, el Eclesiástico hace un bello elogio de la paternidad y maternidad como presencia vicaria de Dios en la vida de toda persona. A la vez, nos traduce y explica con mucha claridad el cuarto mandamiento de nuestro Decálogo. Todo para que podamos entender que las relaciones familiares son un reflejo del amor intratrinitario de Dios y por lo tanto, alcanzan su favor los que viven en el respeto, en la docilidad, en la obediencia y en auténtico amor familiar.

Por su parte, el apóstol Pablo nos descubre los caminos eficaces para mantener el vínculo más fuerte que es el amor, pero no el que se confunde con nuestros egoísmos y nuestras ambiciones, sino el que imita el amor de Cristo que da paz y que nos otorga las gracias más sublimes: sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes.

Pareciera que la realidad de los cristianos de Colosas no dista tanto de nuestra propia realidad y por eso mismo, la exhortación del apóstol es oportuna para nuestros días. Valgan los siguientes consejos de Pablo para muchos matrimonios de hoy que pueden ser útiles para estrechar la unidad, sanar las heridas y esforzarse por mantenerse juntos en el camino:

Sopórtense mutuamente. Resulta más cómodo ser como somos y dejar esta carga al otro, de soportarme con lo bueno y lo malo. Que no olviden que el matrimonio es de dos y la tarea de soportarse mutuamente implica la aceptación del otro, como esperamos ser aceptados.

Perdónense. Precisamente porque nuestra condición humana es débil, no podemos ignorar que nuestros actos pueden lastimar incluso a quienes amamos. Nada puede sanar el corazón herido si no es el perdón.
Qué necesario es que muchos esposos aprendan a perdonarse, para que dejen de cargar pesos inútiles y añejos y puedan vivir en paz, sin rencores y sin tristezas.

Tengan amor. Tan choteada la palabra que llega a sonar hueca. Quizás hemos olvidado que fue el Amor lo que nos trajo a la existencia, fue el Amor lo que hizo que el Verbo se encarnara, fue el Amor lo que crucificó a Jesús, fue el Amor quien le ha resucitado. Cuando Pablo invita a que sobre todo tengan amor, nos está hablando de algo fuerte y real. Ese amor de la carta a los Corintios que perdona, que no es engreído, que perdura y es fiel, etc., es el vínculo de la perfecta unión.

Queridos matrimonios, reaviven el amor que un día los llevó al altar, miren que el amor es eterno, lo que se cansa es nuestra voluntad, nuestro esfuerzo, nuestra fidelidad.

Es ante nuestra propia situación familiar y social como debemos meditar en el Misterio de la familia de Nazaret, aquella que a pesar de las dificultades se mantiene unida y es dócil al plan de Dios, aquella que renueva nuestro empeño en imitar sus virtudes y su fidelidad, aquella que seguirá siendo modelo e intercesora para hacer de cada familia, una verdadera iglesia doméstica.

1.- JESUS ASUME LA HISTORIA DEL HOMBRE

No es el pasaje de este domingo la tierna escena de José y María junto al pesebre donde ha sido puesto Jesús. Ya no están los pastores y los magos han partido de Belén, como dice el Evangelio. Ayer todo era gozo por la luz que vino al mundo y hoy hay angustia y las tinieblas se ciernen sobre la claridad para vencerla. Es preciso dejar la paz del portal, interrumpir el canto de los ángeles, proseguir la peregrinación porque el mal quiere matar al que es nuestro Bien, el rey de Judea quiere asesinar al Rey del universo, el viejo quiere acabar con el niño. Y empieza así la persecución, los sufrimientos para esta joven familia, las zozobras para estos padres, la cruz para este niño. Pero de fondo hay un plan, y es justamente la consecuencia de la encarnación. Jesús es el Dios con nosotros y por tanto, se hace hombre y comparte nuestra historia y nuestras inquietudes. Es interesantísimo que, advertido en sueños, José se vaya a Egipto. En efecto, el mismo Egipto donde el pueblo de Israel fue esclavo; el mismo donde vivió la humillación y la desesperanza, el mismo donde también pudo admirar el poder de Dios que le rescató con mano poderosa y brazo extendido. Así, podemos ver a Jesús como el nuevo Moisés, que hace suya la historia de su pueblo. De este modo se solidariza con todo hombre que sufre cualquier clase de esclavitud u opresión, y repite el paso de Egipto a la tierra prometida, de la servidumbre a la libertad. Es el nuevo Moisés que perfecciona la ley, que libera y que conduce a la patria eterna y prometida.

Todo esto nos da un mensaje para nosotros. Las dificultades y las cruces no están nunca lejos de la vida del discípulo de Cristo; los problemas y angustias nos asaltan de pronto y constantemente; nos reconocemos en momentos esclavos de nosotros mismos y gobernados por nuestras pasiones. Es urgente mirar a la familia de Jesús para aprender a afrontar juntos los problemas, es urgente que conservemos la fe y la esperanza y nos dejemos confortar con la gracia de Dios, es urgente que reconozcamos a Cristo como Señor y como guía que libera y que salva. Esta es la maravilla de la encarnación, en adelante ya no estamos solos, Dios se hizo hombre para hacerse compañero de camino de todo hombre y mujer y para compartir las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de la humanidad entera que se dirige peregrina hacia la casa del Padre.

2.- VIVA LA FAMILIA

Esta es la mejor ocasión para hablar desde el plan de Dios acerca de la familia. En una época de crisis institucionales, la familia también ha salido perdiendo. Muchos la han utilizado como estandarte de campaña o como pantalla para algún proyecto, o bien, entra como parte del discurso pero queda estéril en la acción. Se ha dicho de la familia que es la célula básica de la sociedad, el futuro de las naciones, o en nuestro ámbito, es iglesia doméstica, primer seminario y más.

Sin embargo, tenemos que apuntar y denunciar los grandes ataques, sutiles unos y abiertos otros, contra lo único que puede transformar la sociedad y como la única fuente que queda de valores auténticos. No es convención humana y por tanto, no está a disposición de legislaciones la naturaleza de la institución familiar. No podemos solapar el atentado más grande contra el futuro de la humanidad adoptando remedos y caricaturas de matrimonio y de familia, cuando esta es la imagen que mejor reproduce la vida de Dios que es comunión y comunidad de personas.

La Iglesia, por esto mismo, no puede ni debe guardar silencio, porque seria cómplice de la violencia contra el plan de Dios.

Me parece conveniente que distingamos la crisis sana e inevitable que puede afectar esta institución familiar. Ya el Concilio Vaticano II preveía que el matrimonio y la familia, como estructuras, al igual que la sociedad, se encuentran en continuo cambio (Cfr. GS 5-10), pero hemos de decir que la crisis admisible no es sobre la esencia de la familia, sino del modelo familiar. Es innegable que el paradigma ha cambiado, pasando de un modelo amplio que incluía abuelos y tíos, a uno más nuclear; de un modelo patriarcal a uno democrático y de corresponsabilidad; de un modelo sustentado por el padre, a otro donde todos tiene que aportar; de un modelo de mujer hogareña a otro donde los horarios no coinciden y cada miembro circula en su propia órbita; de un modelo de fuerte sentido de pertenencia y religioso, a otro de independencia y secularización.

Tenemos la grande tarea como discípulos de Cristo, de evangelizar justamente los nuevos esquemas y modelos familiares, a fin de reproducir en su medida y posibilidad, lo fundamental de la Sagrada Familia y que es a la vez lo verdaderamente importante e imperecedero de la institución familiar, como son los valores humanos y cristianos, la socialización, la responsabilidad, la vivencia de la fe y la experiencia fundante de sentirse amado y aceptado.

3.- SAGRADA FAMILIA, RUEGA POR NOSOTROS

Ante las propuestas confusas, ante las experiencias negativas que pueden suceder, ante la inestabilidad y rechazo a las instituciones establecidas, necesitamos volver la mirada a esta familia que hoy celebramos, la misma que sabe de dificultades, de persecuciones, esa que se parece tal vez a nuestra propia familia donde hay migrantes, donde hay conflictos, donde hay sufrimientos. Hemos de reconocer que lo que hace santa a la familia de Nazaret no son solo sus miembros, sino su respuesta de fe y de caridad en cada circunstancia de la vida. En Jesús, José y María encontramos un ejemplo de respuesta a la vocación familiar que en el proyecto de Dios que quiere que esta comunidad sea de salvación, de amor y misterio cristiano, de vida y vocación, de misión y testimonio eclesial y social.

No puede la familia traicionarse a si misma y a su ideal. Ha de ser, nos guste o no, una comunidad, es decir, unidad que se fragua con la entrega y la gratitud de todos; de salvación, porque es el espacio propicio para el encuentro con Dios y con los hermanos; de amor y misterio cristiano porque es ahí donde se palpa de manera más sincera, el amor que Dios tiene en Jesucristo a cada persona, a la Iglesia, a la humanidad; de vida y vocación porque es allí donde se disfruta la vocación inicial a la existencia y donde se impulsa la final, a la santidad. En la familia se aprende por el testimonio de los esposos y por la calidad de vida cristiana, a responder al Señor por el camino que El nos llama; de misión y testimonio eclesial y social porque será la familia la mejor medida de la sociedad, puesto que los valores que se aprendan, las virtudes que se inculquen, el estilo de vivir necesariamente se verán reflejados en el compromiso de cada uno en la Iglesia y en la sociedad.

Queridos hermanos y hermanas, que en cada hogar de nuestra amada Diócesis se edifique una familia sólida, comprometida, generosa, fiel a su ideal, unida por el vínculo fortísimo del amor, y que sepamos defender, sobre todo con el testimonio, la sacralidad y la grande dignidad de la familia cristiana para que puede realizar con eficacia su tarea en la Iglesia y el mundo.

A MODO DE CONCLUSION

Queda poco por decir, y mucho por hacer. Que en las dificultades familiares que a cada uno acontecen puedan ver la oportunidad de manifestar con obras el lazo del amor que no se rompe y que supera toda prueba; que tantas familias que pasan momentos dolorosos y son heridas en su unidad y en su fidelidad redescubran la vocación a la que han sido llamadas y cada miembro aporte lo que le corresponde a fin de mantener firme el vínculo de la caridad.

Ojala que la Sagrada Familia de Nazaret siga inspirado a muchos novios que mantienen viva la ilusión de unir sus vidas para siempre y de formar un hogar, a luchar por estos sueños que valen la pena y que significan realmente el futuro de la sociedad.

Y por supuesto, que esta Familia Santa nos ayude a imitar su caridad, su entrega y generosidad, su grande fe y su firme esperanza a fin de alcanzar entre todos los que nos llamamos cristianos, formar la gran familia de los hijos de Dios.

Por último, que sepamos defender y promover con valentía esta institución y aprendamos lo que quiere decir verdaderamente ser familia, por nuestro propio bien, por el de nuestras comunidades, por el de la Iglesia y del mundo entero. ¡Ánimo!
 
Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
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