martes, 9 de noviembre de 2010

EDIFICAR UNA PATRIA ORDENADA

Discurso del Presidente de la CEM
en la apertura de la XC Asamblea Plenaria

«Señor Presidente: cuente con nosotros en la
edificación de una Patria ordenada que sea
digna morada para todos sus habitantes».

Mons. Carlos Aguiar Retes

En nombre de los Obispos de México expreso una muy cordial bienvenida al C. Presidente de la República Lic. Felipe Calderón Hinojosa, quien ha tenido la amabilidad de acompañarnos en esta Sesión Inaugural de la XC Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Mexicana para dirigirnos un saludo, reiterarnos su aprecio, y compartirnos, desde la más alta responsabilidad en el País, como jefe del Ejecutivo Federal, algunas de las principales preocupaciones que ha considerado conveniente manifestárnoslas para que, a nuestra vez, colaboremos desde el ámbito de nuestra misión eclesial, en bien del mismo pueblo al que queremos servir.

Saludo también con afecto a la Primera Dama la Sra. Margarita Zavala y a la comitiva que acompaña al Sr. Presidente, especialmente al Secretario de Gobernación Lic. Francisco Blake Mora y sus Colaboradores.

Agradezco la presencia del Sr. Nuncio Apostólico en México, Don Christophe Pierre, quien en nombre del Santo Padre Benedicto XVI, impulsa y promueve la comunión entre nuestras Diócesis de México y entre la Conferencia Episcopal y la Santa Sede.

Hermanos Sres. Obispos, Sres. Arzobispos y Sres. Cardenales reciban un afectuoso saludo y mi gratitud por haber respondido a la convocatoria de esta Asamblea, que en mi calidad de Presidente de la CEM, les hice llegar con la debida oportunidad.

En esta ocasión el tema central que nos ocupará es revisar, discernir e impulsar el compromiso de la Misión Continental, surgido en Aparecida, Brasil, en el seno de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.

Ahí se planteó con claridad la urgencia de un cambio de estrategia pastoral en la realización de la misión de la Iglesia, debido a los nuevos desafíos que han surgido por el resquebrajamiento socio-cultural, especialmente en los países del mundo occidental, de tradición cristiana.

En efecto, ya en el No. 11 el documento de Aparecida afirma: La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales.

Algunas de esas circunstancias las describe el No. 44:
- Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios;

- Surge hoy, con gran fuerza, una sobrevaloración de la subjetividad individual.

- El individualismo debilita los vínculos comunitarios y propone una radical transformación del tiempo y del espacio, dando un papel primordial a la imaginación.

- Los fenómenos sociales, económicos y tecnológicos están en la base de la profunda vivencia del tiempo, al que se le concibe fijado en el propio presente, trayendo concepciones de inconsistencia e inestabilidad.

- Se deja de lado la preocupación por el bien común para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos, a la creación de nuevos y, muchas veces, arbitrarios derechos individuales, a los problemas de la sexualidad, la familia, las enfermedades y la muerte.

Bajo el dinamismo de esta conciencia los Obispos de México, conducidos eficazmente por la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, que preside Mons. Gustavo Rodríguez Vega, Obispo de Nuevo Laredo, hemos analizado e interpretado la realidad del País, con el sincero y firme propósito de colaborar a la solución de los múltiples y variados problemas que nos aquejan. Dicha reflexión episcopal está contenida en la Carta Pastoral: Que en Cristo nuestra Paz México tenga vida digna. Documento que hemos hecho público el pasado 15 de febrero del presente año.

Ahí afirmamos la conveniencia de abordar la compleja realidad de violencia desde un enfoque de Salud Pública y afrontar tres graves crisis de legalidad la primera, del debilitamiento del tejido social la segunda, y de la moralidad la tercera.

Hemos ofrecido nuestro compromiso de formar personas nuevas en Cristo que vivan y promuevan la reconciliación, el perdón, la educación y la paz.

Más recientemente el pasado 30 de agosto presentamos a la sociedad la Carta Pastoral: Conmemorar nuestra Historia desde la Fe para comprometernos hoy con nuestra Patria.

En ella, consideramos los acontecimientos de la Independencia y de la Revolución Mexicana en una lectura teológica para descubrir el dinamismo de la Historia de la Salvación en nuestra Historia Patria, fundamentada en la investigación histórica de reconocidos académicos, peritos en Historia, que ayudaron a clarificar los hechos, y que previamente en distintas ciudades presentaron el resultado de sus investigaciones en brillantes Jornadas Académicas, promovidas por una Comisión Episcopal, que eficientemente presidió Monseñor Alberto Suárez Inda, Arzobispo de Morelia.

En dicha Carta hay un explícito intento de leer la historia con criterios objetivos, que permita asumir el presente con espíritu generoso de reconciliación y colaboración, y mirar el futuro con gran esperanza, para seguir construyendo en la justicia y la equidad una Patria, casa común para todos los mexicanos.

Me parece oportuno recoger la reflexión expresada en los Nos. 77 al 82, y que con frecuencia, ha recordado el papa Benedicto XVI, especialmente en sus viajes internacionales. La mayor amenaza a la cultura es reducir la realidad a los bienes materiales, a los problemas sociales, económicos y políticos, amputando la realidad fundante, y por esto decisiva, que es Dios. Para evitar y superar dicha amenaza es indispensable garantizar el derecho humano fundamental de la Libertad Religiosa. Una auténtica Democracia, a la que aspiramos y deseamos en México, es la que garantiza los Derechos Humanos fundamentales para todos sus ciudadanos.

La Iglesia no busca ni pide privilegios, solicita sí, el marco jurídico democrático para desarrollar una franca y positiva colaboración en la superación de los problemas sociales.

En este contexto de reflexión y preocupación episcopal compartida, llegamos esta tarde para concentrarnos en una fase más de nuestro caminar eclesial, como pastores, sucesores de los apóstoles.

El objetivo planteado para la presente Asamblea Plenaria dice a la letra: Redescubrir e impulsar los procesos y las estrategias pastorales que orienten la Misión Continental, a fin de sensibilizarnos como pastores, “discípulos - misioneros”, en continua conversión para dinamizar el proyecto de la Misión permanente.

La Misión Continental es la estrategia indicada para llevar a cabo lo expresado en el No. 370 del Documento de Aparecida: pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Exige cambio de mentalidad y de actitud particularmente en los Obispos, Presbíteros y Agentes de pastoral. No es tarea fácil, dada la inercia de los siglos anteriores, pero ciertamente es el camino para responder a los desafíos actuales.

Para realizar la Misión Continental, en el espíritu de Aparecida, es indispensable promover la renovación de la Parroquia para que sea casa y escuela de la Comunión. Es decir, lugar de participación y formación para convertir a los actuales feligreses en discípulos y misioneros, capaces de transmitir la fe a las actuales generaciones, especialmente de niños, adolescentes, jóvenes, padres de familia, profesionistas y líderes sociales.

El inmenso e imponderable tesoro de la Iglesia es Cristo, quien obtuvo de Dios Padre el don del Espíritu Santo para todo aquel que acepte a Cristo como el Hijo de Dios Encarnado. Así la persona creyente es renovada espiritualmente y conducida en comunidad al desarrollo humano para la que fue creada.

De esta manera, la Iglesia Católica, comunidad de discípulos de Cristo, podrá ser instrumento muy valioso y eficaz:

- para restaurar y fortalecer el tejido social,

- para tomar conciencia que el Estado de Derecho y sus leyes garantizan el orden y la civilidad,

- para asumir los valores morales que auxilien en la sistemática y constante lucha contra la corrupción, tanto de los individuos como de las Instituciones.

Es nuestro anhelo más profundo ayudarnos como Obispos para conducir en comunión y unidad cada Iglesia particular, de la que somos responsables, por los caminos del Espíritu para que la Iglesia Católica que peregrina en esta gran nación mexicana abreve la sabiduría y la experiencia, dos veces milenaria de la Iglesia fundada por Jesucristo, el Señor de la Historia.

De esta manera, la Iglesia Católica en México fortalecerá el importante y fundamental aporte del desarrollo humano integral, fundamentado en la convicción de la indispensable relación del espíritu y el cuerpo, de la mente y el corazón, de la razón y la fe, para la educación sana y positiva de la persona humana.

Al terminar mi discurso quiero expresarle a Usted, Señor Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, que la Iglesia de la que Usted forma parte, es una institución aliada con el gobierno que usted dignamente preside, en la responsabilidad de forjar una sociedad que viva y respete los Derechos Humanos Fundamentales a partir de la educación de los ciudadanos en la dignidad de la persona humana. Por ello, cuente con nosotros en la edificación de una Patria ordenada que sea digna morada para todos sus habitantes.

Agradezco a todos los presentes la atención prestada a mis palabras.

Casa Lago, Noviembre 8 de 2010.

+ Mons. Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
Presidente de la CEM
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