sábado, 2 de octubre de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO
3 de Octubre de 2010

Mis estimados amigos y hermanos: El tema de hoy es de urgente actualidad, la Fe. ¿Qué es la fe para ustedes? Los Apóstoles decían: "Auméntanos la fe". Quizás no entendían que la fe no es algo cuantitativo, sino cualitativo. Es otra manera de ver las cosas. Y, como siempre en estos casos, Jesús les respondió de manera desconcertante. Un grano de mostaza se convierte en un gran árbol, un árbol se trasplanta al mar, una montaña que se mueve. La imagen del mundo nuevo podía definirse con una palabra: "surrealismo". Parece que estamos ante una pintura de Salvador Dalí. Y es que la fe es otra visión de lo posible. Está por encima de las apariencias y del orden natural. Deja entrever otra eficacia. Permite acceder a una vida enteramente nueva, que no es el simple resultado de casualidades materiales. ¿Cuál es tu visión, cuál es tu vivencia?

Del Evangelio según san Lucas 16,19-31:

«En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', y los obedecería.

¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: 'Entra enseguida y ponte a comer'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú'? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?

Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: 'No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer'”». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

Jesús es un buen maestro. Nos va enseñando, domingo tras domingo, sus caminos, con los diversos aspectos de la vida que hemos de tener en cuenta sus seguidores. Después de las difíciles lecciones de los domingos anteriores sobre el uso de las riquezas, hoy nos habla de otras actitudes tan poco populares como la fe, la paciencia, la humildad, la sencillez y la confianza en Dios. No es difícil descubrir que el tema de este domingo es la fe, presente en las tres lecturas.

Al final de la primera dice: "El justo vive de la fe". El Salmo 94 nos invita a no endurecer nuestro corazón para abrirnos a Dios, y San Pablo invita a Timoteo a reavivar el don de la fe que ha recibido de Dios. Según la primera lectura, lo que da vida al justo judío es la fe. Una fe que, para los cristianos, consiste en la adhesión a Jesús y se expresa no sólo en la práctica de la justicia, sino en la del amor sin límite a los demás, como Jesús. El profeta Habacuc muestra a un justo que no entiende el silencio de Dios ante la injusticia y la violencia humana que padece por parte de los pecadores. Le recomienda que sepa esperar y anhelar ese día en que se manifieste la justicia de Dios sobre este orden injusto.

Ese día se ha manifestado ya en Jesús que ha tenido que cargar en la cruz con la injusticia humana muriendo víctima de ella, pero expresando al mismo tiempo que sólo el amor pondrá remedio a los males del mundo. Como recomienda Pablo a Timoteo en la segunda lectura es necesario reavivar ese don de Dios recibido para dar testimonio de Jesús en el mundo, con espíritu de energía, amor y buen juicio, que en esto consiste “vivir con fe”. Este es el precioso depósito que el cristiano debe guardar celosamente con la ayuda del Espíritu de Dios que habita en nosotros.

1.- LOS APÓSTOLES LE PIDIERON AL SEÑOR: AUMÉNTANOS LA FE

Lo que el Señor, Cristo Jesús, les estaba diciendo a los apóstoles les resultaba a estos muy difícil de aceptar. Se fiaban totalmente del Maestro, pero no acababan de entender y mucho menos de aceptar vivencialmente lo que el Maestro les decía. Por eso le pedían que aumentara su fe, porque querían creerle, pero racional y vivencialmente se les hacía muy difícil aceptar lo que el Maestro les decía. Hoy día, en una sociedad mucho más científica y mucho más crítica que la sociedad en la que vivieron los apóstoles, a muchísima gente les resulta difícil creer.

Vivimos tiempos de crisis de fe, no sólo de fe religiosa, sino de fe política, de fe social, de cualquier clase de fe. Quizá en nuestro tiempo, más que hablar simplemente de crisis de fe, deberíamos hablar de ausencia de la fe. La fe es creer en algo que aún no vemos y la gente de nuestro tiempo prefiere creer solamente en lo que ve, o dice creer que ve. Por eso, también nosotros, los cristianos, tenemos que pedirle todos los días al Señor: auméntanos la fe.

2.- UN PROBLEMA: CREEMOS QUE CREEMOS

El problema es que llamamos fe a todo, menos a lo que es fe. El problema es que para muchos la fe viene considerada un capital que hay que cuidar, un bien que administrar, un tesoro para gozar en santa paz, sin muchas complicaciones.

Pero, una fe de tipo “patrimonial” puede ser adecuada en condiciones normales de estabilidad. Sin embargo cuando nos encontramos en realidades que cambian, en arenas movedizas, en situaciones que nos confrontan con dramas y sufrimientos, entonces es como una moneda fuera de circulación.

La fe no es una posesión. Es una situación para vivir con fatiga día a día. Es un camino siempre diferente, un camino que inventar. Cuando la fe es armadura, solidez interior, se enfrentar con valentía y serenidad las situaciones más imprevisibles y mutables. Cuando en cambio la fe es una armadura exterior, entonces “no se soporta el viaje”. No estamos preparados para los bruscos cambios de clima existencial, incluso un resfriado puede resultar fatal.

Uno de los puntos débiles de nuestra fe (o no-fe) es la pretensión que ella nos abra el camino en un modo “privilegiado”, ausente de problemas. No, la fe no nos abre el camino para que todo sea fácil!

No nos lleva por un túnel con aire acondicionado o nos mantiene al seguro de toda tormenta. La fe, simplemente, nos permite caminar en la oscuridad, agredidos de los elementos comúnmente hostiles, en medio de las dificultades que todos tienen, con la única seguridad de una presencia, de una mano que nos lleva, no como un escudo que nos evita las tormentas. La fe no nos dispensa del duro menester de ser hombres y mujeres. No es una huída de las responsabilidades de la vida. No nos facilita el camino, simplemente le da sentido.

La fe verdadera ha de ser vivida como la más sorprendente e incómoda de las aventuras, porque se trata de un caminar según la inexplicable y contradictoria geografía de Dios, implica seguir sus desconcertantes itinerarios, explorar territorios desconocidos, sin otra equipaje que una palabra que te mueve constantemente de las posiciones adquiridas... una palabra que te descompone los esquemas y te obliga a viajar en una cierta oscuridad.

La fe “aseguradora” exige de Dios las pruebas concretas para caminar sobre el camino justo. la fe como riesgo se esfuerza por concebir a Dios en modo “nuevo”. Este pretende conocer sólo el punto de partida y no pierde nunca contacto con compañero de viaje, que sabe lo está acompañando. La fe “aseguradora” quiere que Dios este siempre de su parte. La fe riesgo es aquélla que esta siempre de parte de Dios. La primera es “sedentaria”, la segunda es “nómada”. Así pues, creer no es crear ni inventar nada. Creer es fiarse. Fiarse de dios y de su palabra. Creer no es tampoco empeñarse en saber. No soy yo quien tengo que saber. Creer quiere decir simplemente que Dios lo sabe, aun cuando yo esté a oscuras, y que me ama, aun cuando yo no lo sienta.

3.- LA FE EN EL NUEVO TESTAMENTO

Toda la fe se centra en la Persona y Mensaje de Jesús; hay que aceptarlo radicalmente y confiar plenamente en Él. La fe de los pobres (Lc 1,46,55) que acoge el anuncio de la salvación que ofrece la Persona y mensaje de Jesús aparece perfecta en María y es compartida poco a poco por los discípulos. Todos podían oír y ver la “palabra” y los “milagros” de Jesús que proclamaban la venida del Reino. Escuchar la palabra de Jesús y hacerla propia, eso es la fe. Pero la fe y confianza en la Persona y Palabra de Jesús, libre de todo cuidado y temor, no fue habitual en los discípulos.

Consiguientemente, la prueba de la pasión fue para ellos un escándalo; la fe les exigía mucho. La misma fe de Pedro no tuvo el valor de afirmarse en el momento de la prueba. Esta fe inicial de los discípulos necesita dar un paso decisivo para llegar a ser la fe madura de la Iglesia.

4.- LA FE DE LA IGLESIA

Este paso decisivo de los discípulos, primicias de la Iglesia, lo dieron, después de no pocas vacilaciones, cuando creyeron en la resurrección de Jesús y le proclamaron “Señor y Cristo” en quien se cumplen todas las promesas; su fe era ya capaz de ir hasta la sangre. En este momento nace la fe auténtica de la Iglesia en el tiempo. La fe de la iglesia será en primer lugar acoger la palabra de Jesús, confesando a Jesús como Señor. Fe en la Palabra y en la Persona de Jesús: tal es la fe de la Iglesia que distingue a los hombres que se salvan de los que se condenan (2 Tim 1,3ss). El que cree camina en la luz y posee la vida eterna ( Jn 3,16), pero el que no cree ya está condenado (Jn 3,18). La fe es la opción apremiante entre la vida y la muerte, entre la luz y las tinieblas.

5.- A MODO DE CONCLUSIÓN

El justo vive de la fe; pero la fe no se alimenta de seguridades, sino de esperanzas. La poca fe que tengas... ¡tómatela en serio! Lo decisivo en la fe no es la cantidad sino la calidad; lo importante no es que sea mucha o poca, sino que la tomes en serio. La petición de los apóstoles (“auméntanos la fe”) refleja una carencia de fe en ellos. Pero la respuesta de Jesús (“si tuvieran fe como un granito de mostaza...”) parece indicar que no están pidiendo la fe adecuada, la auténtica fe que debe caracterizar a los seguidores del Maestro de Nazaret. No se trata, por tanto, de aumentar la fe que tienen, sino de tener algo, por poco que sea, de la auténtica. ¡Ánimo!

Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
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