lunes, 20 de septiembre de 2010

PROMOVER LA JUSTICIA Y LA PAZ EN MÉXICO

Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal

Del lunes 13 al miércoles 15 de Septiembre, los obispos de la Provincia Eclesiástica de Yucatán, integrada por las diócesis de Campeche, Cancún-Chetumal, Tabasco y Yucatán, se reunieron en la bella isla de Cozumel para tratar algunos temas relevantes para el caminar pastoral de la Iglesia de Dios que peregrina en el Sureste de México.

En la imponente Iglesia de Corpus Christi celebraron una misa por la Patria, con motivo del Bicentenario del inicio de la gesta de Independencia. En dicha celebración, nuestros obispos dieron a conocer un Mensaje conjunto alusivo a estas celebraciones que han dejado profunda huella en la historia de México.

Los obispos inician su mensaje presentando el objetivo del mismo: Ofrecer «una palabra que ilumine las festividades de estos días y para animarles a vivir estas fechas agradeciendo a Dios por el don de la libertad y la unidad, e invitarles a un esfuerzo por promover la justicia y la paz en la sociedad mexicana».

Éste es un momento especial para todos los mexicanos, pues «vibra con especial intensidad el alma mexicana por la celebración del Bicentenario del inicio de la Independencia de México, y se fortalece el sentimiento patrio».

La gesta heroica por la Independencia nacional es un acontecimiento fundante de nuestra identidad mexicana, «Los acontecimientos que estamos celebrando nos dan identidad como nación, como una historia en la que reconocemos el paso de Dios. Estimamos nuestra historia, con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, porque en esta historia el Señor nos anima a “remar mar adentro”, trabajando hoy nosotros, como en el pasado lo hicieron nuestros padres, por construir una Patria en la que podamos vivir con dignidad, respeto, igualdad, libertad, justicia y paz».

Los fieles del sureste de México, al igual que los de todo el país, están invitados a ser protagonistas en la construcción de un futuro con esperanza y renovado ardor para nuestra Patria.

Por eso, reiteran los Obispos la necesidad de asumir el presente para poder proyectar nuestra historia hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza y de transformaciones; asumir el presente significa que cada uno debe estar comprometido con su patria y con su fe; significa que cada uno desde su trinchera como profesionista, sacerdote, ama de casa, trabajadores de la educación, comunicadores, etc., asuma el presente para «construir nuestro futuro con valores sólidos, en los que ha de tener primacía no un espíritu de división o de discordia, sino de reconciliación; no de renuncia o negación del pasado, sino de aceptación del pasado y de apertura hacia el presente y el futuro».

México es una gran nación, con una gran historia. México es un país bendecido por Dios. México es un gran pueblo que debe proseguir su caminar hacia la consecución de su propio progreso y desarrollo.

Los obispos de nuestra provincia miran con esperanza el entusiasmo y la entrega generosa del pueblo de México que no se doblega ante la adversidad, que sangra, pero no se quiebra, no se da por vencido. Por eso se solidarizan «con todos los esfuerzos que realizan muchas personas y organismos por responder a los grandes desafíos que enfrenta nuestro país en la búsqueda de la unidad y del auténtico progreso».

En este momento irrepetible para nosotros, como lo es el Bicentenario de la Independencia, debemos mirar nuestro pasado con actitud agradecida y con un sano y equilibrado espíritu crítico, para comprometernos hoy en la construcción de un nuevo rostro de México.

Un nuevo México cargado de esperanza y renovado ardor; un nuevo México donde apostemos más por la paz que por la violencia; donde se construya la unidad por encima de nuestras diferencias de sexo, de pensamiento, de edad, de ideología, de religión, de partidos políticos.

Un nuevo México donde trabajemos por la reconciliación a pesar de las discordias, egoísmos y divisiones; un nuevo México donde se valore más la vida y no la muerte, donde se viva la libertad y no la esclavitud que provoca el crimen organizado, la violencia y las adicciones.

Un nuevo México que se deje guiar por la sabiduría que procede del Evangelio para alcanzar la paz y la serenidad. «En aquellos días, cuando sople sobre nosotros el viento que viene de lo alto, el desierto se convertirá en un vergel y el vergel, en un bosque. En el desierto vivirá la justicia y en el vergel, el derecho. El fruto de la justicia será la paz y el derecho» (Is 32, 15-18).

Esta profecía de Isaías indica el viento de lo alto como la fuente para la transformación del desierto y la plenitud del vergel y así disponer la morada de la justicia que genera la paz y del derecho que establece la tranquilidad y la serenidad. Aquí se inicia el proceso que transforma los parajes inhóspitos y agresivos como el desierto en espacios fecundos, y también a los ya gratos, como el vergel, los lleva a la plenitud.

Los hombres y mujeres de fe descubrimos en la historia de los pueblos la mano providente de Dios que va tejiendo los hilos de su proyecto de salvación a través de las personas, circunstancias y acontecimientos humanos. En nuestra historia la intervención de santa María de Guadalupe, ha sido un factor decisivo de integración, de dignidad y de búsqueda de justicia y libertad. Ella ha venido a traernos ese viento de lo alto que quiere transformar nuestra realidad de desierto, violencia, destrucción y muerte, en un vergel de vida, unidad y justicia. ¡Qué en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna!
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