sábado, 21 de agosto de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO
22 de Agosto de 2010

Del Evangelio según san Lucas 13, 22-30:

«En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”

Jesús le respondió: “Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’.

Entonces le dirán con insistencia: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él replicará: ‘Yo les aseguró que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí todos ustedes los que hacen el mal’.

Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera.

Vendrán muchos del Oriente y del poniente, del Norte y del Sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”».Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

En este pasaje del Evangelio de San Lucas, Jesús no responde a la pregunta sobre el número de los que se salvarán. Ésta es la característica del evangelio de hoy, en el que Jesús, en vez de responder a una pregunta teórica, dirige una enérgica exhortación.

Plantearse preguntas teóricas puede ser útil, pero es algo secundario en la vida, en la que necesitamos tomar decisiones. Jesús se preocupa de llevarnos a tomar decisiones válidas, que vayan en la dirección adecuada. Él dice: “Esfuércense en entrar”. Esto es lo que debemos hacer, mejor que preguntarnos si son muchos o pocos los que se salvarán. Con todo, Jesús tampoco esconde la dificultad que supone salvarse: “Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta”. Para salvarnos nos hace falta ánimo, fidelidad, correspondencia a la gracia de Dios. El Señor llega incluso a utilizar un tono amenazador. Se da cuenta de que demasiados hombres son negligentes, descuidados y piensan que se puede ir adelante sin ser hombres realmente honestos, animosos, caritativos. El dueño de la casa les responderá: “No sé quienes son ustedes”.

Podemos, sin embargo, focalizar nuestra reflexión en lo que lo que puede ser el tema dominante de este domingo y muy repetido en la Biblia, sobre todo en la predicación de los Profetas y más todavía de Jesucristo: la cuestión del Reino de Dios (la fe, la Iglesia, la Salvación).

A.- NATURALEZA DEL REINO DE DIOS

San Mateo no ha trasmitido el tema de la primera predicación de Juan Bautista y de Cristo, casi con idénticas palabras: “En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, diciendo: ‘Conviértanse porque el Reino de los cielos está cerca’” (Mt 3,2). “Desde entonces empezó Jesús a predicar diciendo: ‘Conviértanse porque el Reino de los cielos está cerca’” (Mt 4,17).

El tema del Reino puede decirse que es el tema primordial de la predicación de Jesús. Y en toda la Biblia ocupa un lugar de privilegio. Basta abrir las Escrituras para convencerse de ello. Los Profetas sobre todo, repiten una y mil veces este asunto, dándole una importancia fundamental. So pena de reducir la doctrina de la Buena Nueva a una sabiduría meramente humana, es imposible entenderla, sin saber antes en qué consiste propiamente ese Reino que Cristo vino a instalar en el mundo ¿Cuál es entonces la verdadera naturaleza de ese Reino de Dios?

1).- Qué no es el Reino de Dios.

a).- No es un reino temporal. Los judíos interpretaban la predicación profética sobre el Reino de Dios de una manera casi exclusivamente terrena y temporal. Es cierto que las personas más religiosas entienden este reinado mesiánico en un sentido más espiritual que político; pero la masa del pueblo, y aun sus jefes religiosos, lo toman al pie de la letra y alimentan la esperanza de un dominio ante todo temporal. Por eso se escandalizan y desconciertan completamente cuando viene Jesús anunciando “un reino que no es de este mundo”.

b).- No es un reino exterior y visible. Las palabras de Cristo son terminantes en este punto, íntimamente ligado al anterior: “El Reino de Dios ya está entre ustedes” (Lc 17,21). “Mi Reino no es de este mundo” (Jn 18,36).

c).- No es Reino de privilegiados, sino de servidores: “Los jefes de las naciones ejercen su dominio sobre ellas..., pero ustedes no procedan de esta manera. Entre ustedes, el más importante sea como el menor, y el que manda como el que sirve” (Lc 22,24-26).

d).- No es un Reino impuesto por las armas, sino un reino pacífico, humano, libre: un reino de hijos “Mi Reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis seguidores hubieran luchado para impedir que fuera entregado a los judíos” (Jn 18,36).

2).- Características del Reino de Dios. Por oposición a aquel reino temporal, exterior, fulgurante y espectacular, que esperaban los judíos, el verdadero Reino de Dios es, ante todo:

a).- Espiritual, interior, hasta el punto de hacer totalmente innecesaria la restauración del reino de David.

b).- Gratuito: puro y simple “don de Dios”. Nadie puede merecerlo ni alegar títulos. No se le puede considerar como un jornal debido a ninguna clase de trabajo u obra personal. Libremente contrata Dios a los obreros de su viña, y les da a todos el mismo sueldo (Cf. Mt 10,1-16). El Evangelio es “salud de Dios para todo el que cree, del judío primero, pero también del griego...” (Rom 1,16).

c).- Reino no terminado, sino siempre haciéndose. Por eso Jesús no cesa de compararlo a la semilla, al grano de mostaza, a la levadura.

d).- Reino de implicaciones temporales. Aunque el Reino predicado por Jesús es ante todo espiritual, atemporal y de arriba (Jn 18,36), esto no quiere decir que no tenga derivaciones hacia lo temporal, humano y de acá abajo. Jesús vino a “salvar lo que había perecido”, y esto no era sólo el espíritu, sino el hombre entero, con todo lo que le rodea, la entera creación de Dios. Por eso el compromiso de la fe ha de obligar al acristiano mucho más allá del “problema del alma”: a la plena salvación humana: económica, cultural, social..., y si no lleva hasta ahí, su compromiso no es verdadero, su fe es falsa y su propia salvación peligra.

e).- Reino peregrina, en marcha difícil hasta su plenitud. Sólo al final de los tiempos ese Reino de Cristo se manifestará en todo su esplendor. Entonces se consumará la Pascua y tendrá lugar el banquete escatológico reservado para los invitados venidos de todas partes a sentarse con los Patriarcas en la única mesa del Padre de los cielos.

B.- ¿QUIÉNES SON LOS LLAMADOS A ESE REINO?

Esta pregunta es de suma importancia. La respuesta es clara: Todos los hombres del mundo son llamados por Dios a entrar en su Reino, y a todos se les concede de hecho la posibilidad de entrar en él.

a).- La primera parte de esta afirmación es indiscutible por toda la Historia de la Salvación, del Antiguo y Nuevo Testamento.

b).- La segunda parte del principio es indudable también: de hecho Dios da a todos los hombres los medios de salvación.

C.- CONDICIONES Y EXIGENCIAS DEL REINO

1).- Condiciones. A este Reino no se entra automáticamente, ni de una vez para siempre. Cristo ha apuntado ciertas condiciones. Se trata de hombres libres, autónomos, a quienes nadie puede obligar a entrar, si ellos no se decides personalmente. Las principales condiciones son éstas:

a).- Fe y signos de fe (Sacramentos): “El que crea y se bautice, se salvará” (Mc 16,16) b).- Gracia, es decir: fe viva, “operante por la caridad” (Gal 5,6). Si bien todo es pura gracia, se requiere la Gracia como condición indispensable. Los que no la posean “no heredarán el Reino de Cristo y de Dios” (1 Co 9,6; Gal 5,21; Ef 5,5). Al comensal que no lleve este vestido de etiqueta se le echará fuera (Mt 2,11-14).

c).- Pobreza: un alma de auténtico pobre (Mt 5,3), en el sentido bíblico, es decir: radical humildad y vacío de sí mismo ante el Todo-Otro, que es Dios. Quien no recibiere como un niño el Reino de Dios, no podrá entrar en él (Mt 18,1-4; 19,14)- La actitud propia del niño es la de fe, confianza docilidad, sencillez...

d).- Búsqueda activa del Reino y su justicia (Mt 6,33). Cumplir al voluntad del Padre, especialmente el gran mandamiento del amor.

2).- Exigencias del Reino. La pertenencia a ese Reino de Dios lleva también consigo unas exigencias concretas: a).- Vigilancia y perseverancia (Mt 25, 1-13); vivir alerta y siempre preparados. b).- Serio esfuerzo: sólo los que se hacen violencia se lo lleva. Hay que apreciar el Reino por encima de todos los valores: hay que amarlo más que a nada, venderlo todo por él, sacrificar todo lo terreno (Mt 6,21). c).- Compromiso con los hombres: “el que no ama al hermano a quien ve ¿cómo va a amar a Dios a quien no ve? (1 Jn 4,20).

A MODO DE CONCLUSIÓN

Este Reino de Dios, de que acabamos de reflexionar, está ya presente en medio de nosotros desde la venida de Cristo, pero mientras llega en plenitud hay que ir construyéndolo día a día, en nosotros y en los demás. Nada será tan eficaz para ello como celebrar la Eucaristía, donde se come y se bebe “el Pan y Vino del Reino”, que nos dará energía para cumplir sus exigencias y para extender nuestra misión a toda la creación, mientras llega el Señor. La Eucaristía es la garantía, las arras dadas por Cristo de que un día nos sentaremos con Él en su Reino. ¡Ánimo!

Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
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