domingo, 15 de agosto de 2010

AÑO INTERNACIONAL DE LA JUVENTUD

Escrito por: Pbro. Fabricio Seleno Calderón Canabal


El pasado jueves 12 de Agosto se celebró el Día Internacional de la Juventud y el inicio del Año Internacional de la Juventud proclamado por la ONU y la UNESCO para conmemorar el vigésimo quinto Aniversario del Año Internacional de la Juventud: Participación, Desarrollo, Paz, proclamado en 1985.

Este Año Internacional de la Juventud: Diálogo y comprensión mutua, comenzó el 12 de agosto de 2010 y finalizará en Agosto de 2011. Será una preciosa oportunidad para fomentar entre los jóvenes «los ideales de paz, respeto mutuo y comprensión entre los pueblos».

Una oportunidad para animar a los jóvenes de todas las edades, de todas las naciones y de todo credo religioso, a descubrir que los triunfos no se improvisan. Una excelente ocasión para ayudarles a reconocer que cada joven es tierra fértil, es un surco fecundo, donde hay que sembrar. Si se siembran semillas de bondad, mañana recogerán una cosecha fecunda. Si siembran valores en su vida, mañana nuestra sociedad, hoy envuelta por la espiral de la violencia, se verá transformada.

El Padre Mamerto Menapace, en su libro “Cuentos desde la cruz del sur”, cuenta la historia de un joven que gracias al esfuerzo de su padre, un sencillo agricultor, pudo estudiar agronomía en la universidad. Al terminar sus estudios, decide regresar a su pueblo para poner en práctica todo cuanto aprendió en la universidad.

Un buen día, nuestro joven ingeniero agrónomo se acercó al más viejo del pueblo, don Laureano, para comentarle sus proyectos, y le preguntó:

– ¿Ha visto, don Laureano, mi campito?
– Sí, ¿cómo no lo voy a ver? – contestó el viejo. Lindo lo ha dejado, patroncito.
– Don Laureano, yo le quería preguntar una cosa. ¿Cree usted que este campito me dará buen algodón?
– ¿Algodón dijo, patroncito? –Respondió dubitativo el viejo y añadió–. No. Mire, no creo que este campo le pueda dar algodón. Fíjese los años que yo vivo aquí y nunca vi que este campo diera algodón.
– ¿Y maíz? –Insistió el joven–. ¿Usted cree que me puede dar maíz?
– ¿Maíz dijo, patroncito? No. No creo que este campo le pueda dar maíz. Por lo que yo sé, este campito lo más que le puede dar es algo de pasto, un poco de leña, sombra para las vacas y, con suerte, alguna frutita de monte. Pero maíz, no creo que le dé.

Cada vez más sorprendido, nuestro joven ingeniero agrónomo insistió:
– ¿Y soja, don Laureano? ¿Me podrá dar soja este campito?
– ¿Soja, patroncito? Mire, no le quiero engañar. Yo nunca he visto soja por estos lados.

Cansado de recibir siempre la misma respuesta, el joven ingeniero se apresuró a despedirse diciendo:
– Bueno, don Laureano. Yo le agradezco todo lo que usted me ha dicho. Pero ¿sabe usted una cosa? De cualquier manera quiero hacer una prueba. Voy a sembrar algodón en el campito y vamos a ver lo que resulta.
Entonces el viejo levanta los ojos y con una media sonrisa en los labios le dice:
– Bueno, bueno, patroncito. Si usted siembra..., si usted siembra es otra cosa.

¡Queridos jóvenes no se desanimen! Nuestro mundo está lleno de «don laureanos» que están absolutamente convencidos de que las cosas no funcionarán, pero que nunca se han tomado la molestia de probar si funcionan; que están seguros de que la juventud actual no tiene futuro; «don laureanos» que, cual profeta de desventuras, afirman que nada se puede hacer para transformar la situación que vive nuestro país, pues la culpa es del gobierno que no actúa.

¡Animo Jóvenes! Afortunadamente ustedes conocen campeones, atletas, ciclistas, futbolistas, profesionistas, grandes figuras de las letras y el arte, que, como nuestro joven ingeniero agrónomo del cuento, no se han desanimado y se arriesgaron a sembrar, a trabajar, a esforzarse, y, a pesar de los «don laureanos», han podido triunfar en la vida.

¡Animo Jóvenes! Los triunfos no se improvisan. Un futbolista sobresaliente, como hoy lo es Javier Hernández, “el Chicharito”, no se hace de la noche a la mañana. Su formación le ha exigido sacrificios, entrenamientos, esfuerzo, constancia, humildad para escuchar y aprender de los más experimentados, para corregir sus errores y mejorar su técnica…

¡Animo Jóvenes! Si quieren cosechar triunfos mañana, prepárense hoy: Entrénense para la vida, capacítense, estudien, esfuércense, trabajen, púlanse, acérquense a Dios. La vida no es fácil, tiene riesgos y obstáculos. La vida es para los valientes.

«Les escribo, jóvenes, porque han vencido al maligno […] Les he escrito, jóvenes, porque son fuertes y la Palabra de Dios permanece en ustedes» (1Jn 2,14). Por esa fortaleza de los jóvenes es que la Iglesia afirma que son la esperanza de la sociedad y de la Iglesia misma, pues tienen «la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse gratuitamente, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas».
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