sábado, 19 de junio de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO
20 de Junio de 2010

Mis estimados Amigos y Hermanos:

Les propongo una reflexión referente a los medios que utilizan para la consecución de sus planes. Normalmente el ser humano se caracteriza por actitudes generales que están todavía lejos de aquellos medios que Dios utiliza para realizar sus planes. La confrontación nos hará caer en la cuenta de la necesidad de verificar y orientar nuestras motivaciones con aquellas de Jesús. Dejemos nuestros medios egoístas y soberbios para madurar nuestra fe y nuestro seguimiento. Es así como también podemos responder al Señor ¿Quién es Él para nosotros?

Del Evangelio según san Lucas 9, 18 – 24:

«Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.

Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.

Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y resucite al tercer día”.

Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará”». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

No es extraño que la vida y la obra de Jesús hubiese estado acompañada en todo momento por esta pregunta ¿Quién es éste? El misterio de su identidad personal, que será estudiado e investigado por todos los grandes teólogos, sin nunca comprenderlo plenamente, fue intuido, a su modo, por las gentes sencillas que vieron y escucharon directamente a Jesús.

En un escrito copto del siglo IV, el episodio de hoy es recogido en estos términos: “Jesús dijo a sus Discípulos: Compárenme con algunos personajes y díganme a quién me parezco. Simón Pedro le dijo: Te pareces a un ángel por tu honradez. Matero le dijo: Te pareces a un filósofo por tu sabiduría. Tomás le dijo: Maestro mis labios son incapaces de expresar a quién te pareces” (Evangelio apócrifo de Tomás). Éstas palabras de Tomás son tal vez, las más acertadas. No obstante, es Jesús mismo quien formula la pregunta sobre su propia identidad en el episodio de hoy. Todos afirman que es un personaje religioso relevante, un gran profeta, comparable a Elías o al Bautista. La opinión es unánime. Pero Jesús es consciente de que esa respuesta está llena de ambigüedad y marcada por falsas expectativas.

El interés y el esfuerzo por penetrar en el misterio de la personalidad de Jesús ha sido una constante en la historia religiosa de occidente. Los planteamientos y enfoques cristológicos han sido muy diversos, y siguen siéndolo en nuestros días. Unos resaltan su fuerza atractiva y su capacidad de liderazgo social; otros, su talante crítico, inconformista y rebelde; otros, la sublimidad y universalidad de su mensaje; otros, su capacidad de entrega, humildad y sufrimiento; otros, su coherencia y equilibrio entre el decir y el hacer; otros, su profundidad religiosa y trascendente en relación con Dios Padre. Todos ellos son aspectos verdaderos, pero parciales.

Ninguno de ellos debe tener la pretensión de agotar la identidad de Jesús o definirlo cabalmente, y mucho menos debe hacer bandera de alguno de esos aspectos descalificando a los demás. Con todo lo anterior en la mente y en corazón me atrevo a proponerles un tema proveniente de las tres lecturas: “El Plan Salvador de Dios”. ¿Quién es Jesús? Podemos decir sin temor a equivocarnos: El centro de la historia de salvación. Y aquellos que nos decimos discípulos hemos de estar ajustando nuestros planes a los de nuestro Salvador.

1.- MEDIOS QUE USA EL HOMBRE PARA REALIZAR SUS PLANES

a).- Para sí mismo (normalmente, cierto que hay excepciones honrosas):

ð Aspira al poder y a los honores, atropella los derechos de los demás con intrigas, autopropaganda y calumnias.

ð Se deja llevar por el orgullo y el prestigio personal, que defiende a costa de todo. Cuantas veces hemos escuchado: “que sea esa persona la que se rebaje, no yo”; “mi cargo y mi dignidad no me permiten humillarme y ceder”.

ð Defiende su comodidad y seguridad, su confort, sus bienes materiales, su auto, vestidos, joyas, etc.

ð Pone en evidencia su deseo de sobresalir y llamar la atención en gestos, arreglo personal; llevar la voz cantante, querer lucirse, dar limosnas para que se publiquen.

ð Rehúye los puestos humildes, el anonimatos, el trabajo inadvertido.

b).- Con relación a los demás:

ð Egoísmo en abundancia.

ð Utilización de los demás para los propios fines: en el trabajo, en la familia, en la profesión y según el cargo.

ð Estimar y buscar a los demás en cuanto nos pueden ser útiles: recomendaciones, cumplidos sociales, descuido del niño y abandono de los ancianos y enfermos.

ð Relacionarnos con los que son de nuestra clase social o superior.

ð Ambición por se más que los demás en todo: el hijo más que el padre, una familia más que otra, un negocio más que otro; en estilo de vida, puesto, calificaciones, comida, casa, vacaciones.

c).- En las Instituciones:

ð Estructuras y leyes que favorecen “el orden establecido” y los propios intereses en la política, ley de prensa, ley sindical, normas para la elección de cargos, hacerlo todo desde arriba y con privilegio.

ð El poder que no respeta los derechos de la persona y de las asociaciones, que se sirve del miedo, de la coacción, de informaciones tendenciosas.

ð El predominio e influjo monopolizante de los económico.

Como conclusión de esta primera parte podemos decir: Una buena parte de la humanidad busca sus intereses y se despreocupa de los demás. Los medios no siempre son los más eficaces ni los más lícitos. Sin embargo, y nos consta, existen personas particulares y grupos que se afanan por superar las naturales inclinaciones y se preocupan por crear unos ambientes e instituciones más sanas.

2.- MEDIOS QUE USA DIOS PARA REALIZAR SU PLAN DE SALVACIÓN

a).- En su Preparación: - Escoge siempre unos medios sencillos y opuestos a las ambiciones terrenas y políticas de Israel: Abraham casado con mujer estéril, Moisés miedoso, un pueblo insignificante, David pastor, Isaías lleno de temor, Jeremías que no sabía expresarse.

b).- Está siempre cercano de los problemas y necesidades del pueblo: salida de Egipto, protección contra los pueblos vecinos, anuncios continuos de salvación y de una era nueva.

c).- En su Preparación: - El medio que Dios escoge para salvarnos es de sencillez, de abajamiento, kénosis, de humillación, de encarnación, de Cruz y Muerte.

– Para solucionar nuestros problemas se compenetra tanto con el hombre, que toma sobre sí todas las debilidades humanas, menos el pecado. Esto lo realiza no por méritos nuestros, sino por pura misericordia.

– El Nacimiento de Cristo es la primera lección de todo un programa de vida y doctrina. Esta doctrina se expresa en el programa inaugural del reino, programa de pobreza, humildad, sencillez, cruz… (Bienaventuranzas). Después vendrá su Pasión, su Cruz y su Muerte para entrar en el triunfo de su Resurrección.

– Todo esto no lo hace por propio interés, sino para librarnos del mal, llenarnos de sus bienes y elevarnos a la dignidad de hijos, hermanos, herederos por la fe y el bautismo.

– No pacta con las estructuras y leyes preestablecidas, sino que da la cara valientemente por la verdad y asienta las bases de toda ley y estructura justa.

– Constante histórico-salvífica: Dios, al realizar su plan, no busca sus propios intereses, sino nuestro bien. Se entrega totalmente a los demás. Los medios que elige para salvarnos, son de sencillez, humildad, abajamiento, cruz.

d).- En su Continuación:

– Dios, para continuar su obra de salvación en el mundo, escoge medios sencillos, ocultos y pobres, pescadores, gentes de barrio. Los medios por los que Dios nos santifica, los sacramentos, se sirven de elementos corrientes: agua, pan, vino aceite.

– Los verdaderos cristianos, desde el primer momento, viven preocupados por los problemas morales, económicos, sociales de los demás, y dan la cara por defender la verdad y a sus hermanos: mártires, apologistas, esclavitud. – Vivencia del sentido comunitario, no sólo en la fe, sino también el lo social y económico, con igualdad total: ayuda mutua, bienes en común, preocupación apostólica.

3.- NUESTRA ENCARNACIÓN EN EL PLAN DIOS

a).- Si queremos ser auténticos cristianos, tenemos que cambiar nuestra mentalidad egoísta y soberbia, nuestro afán de dominio, de sobresalir, de prestigio personal, de comodidad, mediante una actitud de sencillez, desprendimiento, humildad ya abnegación: seguimiento auténtico de Cristo.

b).- La enseñanza fundamental del seguimiento de Cristo nos lleva a encarnarnos en los problemas de los demás con todas sus consecuencias: preocupación por los pobres, enfermos, ancianos, subdesarrollados, perseguidos, inferiores en clase social.

c).- Puesto que todos somos hijos de Dios y hermanos (fraternidad universal), hay que fomentar y vivir el sentido de comunidad, no sólo en la fe, sino en la vida humana, social, económica: convivencia, respeto a la persona del prójimo y a sus ideas, diálogo, dar lo superfluo, y aún más.

d).- Trabajar comprometidamente para que las estructuras, leyes e instituciones sean más humanas y evangélicas, a base del propio testimonio de la palabra y de las obras.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Érase una vez un inquisidor y un hereje. Y sucedió que al regreso del Auto de Fe en que el hereje había sido quemado vivo, el Inquisidor cayó a la puerta de la casa de su víctima de un mal desconocido, y aunque lo sangraron abundantemente a las pocas horas falleció.

Y he aquí que los dos se presentaron ante el Buen Padre Dios al mismo tiempo y el Buen Padre Dios preguntó primero a uno y luego a otro, con el buen deseo de salvarlos a los dos, que quién era Dios. “Quién dicen que soy Yo”. Y las respuestas del Inquisidor fueron tan sublimes y elevadas, y las del hereje tan complicadas y retorcidas, que el Buen Padre Dios no se reconocía a Si mismo. Y cansado de tanta palabrería, dio orden a un Arcángel, Jefe de Cardiología Espiritual que examinase a los dos. Y resultó que ni uno ni otro tenían corazón. Y por eso no conocían al Buen Dios. Porque para saber quién es Dios se necesita mucho corazón. ¡Ánimo!

Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche
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