martes, 25 de mayo de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO


DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO

Estimados amigos y hermanos:

Este domingo nos ofrece un tema por demás interesante, espero que este subsidio pueda ser útil para profundizar la realidad de la vida consagrada. Un hombre o una mujer están ocupados en su trabajo de todos los días. De pronto, un velo se rasga. Así la vida que parecía natural y normal cambia completamente cuando Dios habla. Seguramente todos sabemos que hay cosas poco previsibles ¿Qué tiene qué ver el Amós plantador de sicómoros con el hombre que proclama la palabra de Dios y cuestiona a los ricos y poderosos del reino de Israel? ¿Quién iba a pensar que Jeremías, descendiente de una familia sacerdotal rechazada por su tribu, sería llamado por Dios para anunciar la desgracia y cantar la nueva alianza? ¿Quién sería capaz de tomar en serio la idea de que algunos pescadores galileos iban a ir un día por el mundo e iban a transformarlo radicalmente? Aquí está el misterio de esa vocación.

Del Evangelio según san Lucas 5,1-11:

“En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

-Rema mar adentro y echad las redes para pescar.

Simón contestó:

-Maestro nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo:

-Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón:
-No temas: desde ahora, serás pescador de hombres.

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.

INTRODUCCIÓN

No resulta difícil darnos cuenta que las lecturas de hoy son tres ejemplos de vocación. Para las tres, el esquema es el mismo: Dios llama y el hombre le responde. Al mismo tiempo son diferentes, porque cada persona es diferente; porque los dones de Dios se manifiestan diversamente; porque en cada uno interviene la propia libertad. Es gracias a nuestra respuesta positiva que somos libres de verdad. Hemos de considerar también que los capítulos 3-6 del evangelio de Lucas tienen todos ellos un denominador común: son catequesis programáticas. Dentro de ese contexto, el evangelio de hoy, los once primeros versículos del cap. 5º, es una maravillosa instrucción de Lucas sobre las características del discípulo. Tenemos que advertir desde ahora que en Lucas discípulo es sinónimo de cristiano. No se refiere a los sacerdotes o religiosas.

1.- UN DIOS NECESITADO DE LOS HOMBRES

En la historia de la salvación aparece claro que Dios ha querido salvar a los hombres por medio de otros hombres. Dios, que es el que escoge, poniendo su mirada sobre el corazón del que llama. La elección no está jamás vinculada a la valía o al status de los llamados, sino al obrar libre y gratuito de Dios, que contradice, en verdad, todos los presupuestos humanos. El llamado de Isaías y de los discípulos que Jesús invita al ministerio de la Buena Noticia, pone de manifiesto que Dios llama a quien quiere y lo dispone para el servicio a que lo ha llamado. Muchas veces, o siempre, Dios cuenta con aquellos que para la historia oficial no cuentan. Este es el gran misterio de todas las llamadas bíblicas. Tenemos que entrar a entender la dinámica de Dios, para poder asumir la invitación que Él nos hace, de la misma forma que lo hizo Jesús.

2.- LA VOCACIÓN EN SAN LUCAS

En los evangelios de San Marcos y San Mateo, la vocación surge de un primer contacto que fue una especie de “flechazo”. Jesús dijo de sopetón a unos pescadores que trabajaban “vengan conmigo”, y dejando las redes, le siguieron. Según el cuarto evangelio, fue Juan Bautista quien proporcionó a Jesús los primeros discípulos. En cambio la presentación de la vocación en San Lucas es distinta. Según el texto de hoy, el primer grupo se formó a raíz de un prodigio de Jesús. Dentro de estas diferencias hay, sin embargo, algunos datos comunes muy significativos. Ante todo, Simón surge siempre como la figura central. Seis veces aparece su nombre en el relato de hoy es sólo a él a quien Jesús se dirige directamente. Por otro lado, todos coinciden en señalar que fueron convocados en grupo, no aisladamente, y que los llamados no pertenecían a la clase alta de los sabios y poderosos del tiempo. San Lucas tiene interés en mostrar que el seguimiento de los primeros discípulos no fue efecto de un “flechazo”, sino fruto de un proceso de reflexión, discernimiento y maduración. ¿Cuáles son los pasos de la vocación de Simón Pedro según este texto evangélico? Se puede resumir así:

a).- Primer encuentro con la palabra de Dios, que Jesús predica precisamente desde la barca de Simón.

b).- Enfrentamiento directo y personal con la desconcertante invitación de echar las redes, cuando en toda la noche no ha podido pescar nada.

c).- Accede a la invitación, movido por cierta confianza inicial: “Por tu palabra echaré las redes”;

d).- Asombro ante la extraordinaria eficacia de la acción;

e).- Profunda experiencia religiosa de Simón que se arroja a los pies de Jesús llamándole “Señor”, y reconociendo su propia indignidad;

f).- Llamada personal a cambiar de vida y ponerse al servicio de los hombres;

g).- Aceptación de la llamada, abandonando el oficio y siguiendo a Jesús con todas las consecuencias. Este proceso nos recuerda una gran verdad: “Toda vocación apostólica nace de la experiencia de Dios”. Así fue también el caso de las vocaciones de Isaías y Pablo.

3.- LA EXPERIENCIA DE DIOS

Sin la experiencia de Dios, sin la vivencia de Dios, no se puede ser un verdadero discípulo, no se puede ser profeta. En el evangelio de hoy Pedro hace la experiencia vital de Dios. Le sube en su barca y le escucha, haciendo la experiencia de su palabra. Así se ha comprometido con Jesús, que primero le solicita vuelva de nuevo a bogar mar adentro, volver de nuevo a su lugar de fracaso, pero, ahora no solo, sino con Jesús: “... toda la noche hemos estado faenando y nada hemos conseguido, pero si tú lo deseas, echaré de nuevo las redes, en tu nombre”. La pesca fue tan abundante, que las redes estaban a punto de romperse. Era una realización de lo que los profetas habían anunciado: “Cuando llegue el último enviado, el Mesías – Salvador, la abundancia y riqueza de lo mejor serán manifiestas”.

Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “aléjate de mí, señor, porque soy un pecador”. La experiencia de lo divino provoca la conversión, lleva al arrepentimiento y cambio de vida, a ser “todo-otro”. Y ya, siendo “todo-otro” en su corazón, Jesús le respondió: “no temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Y ellos atracaron las barcas a la orilla y abandonándolo todo, lo siguieron.

4.- TU SERAS PESCADOR DE HOMBRES

¿A quienes elige Dios para anunciadores? ¿Ángeles celestiales...? No, porque no entenderían al hombre de carne. ¿Intelectuales y sabios de doctrinas exquisitas...? No, porque "el mucho saber harta y satisface el alma". ¿Hombres cumplidores, nacidos para perfectos y coherentes...? No, porque no entenderían la común pobreza del alma pecadora, y serían más exigentes y moralizadores que anunciadores de Evangelio. Entonces ¿A Quiénes? Hombres corrientes: con sus miedos, ignorancias, torpezas y pecados. El los elige y los va preparando delicadamente a través de la historia: "Estoy perdido, yo, hombre de labios impuros", dice Isaías. "Indigno de ser llamado apóstol", se proclama Pablo. Y Pedro, testigo de su limitación y de la grandeza de Jesús: "Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador".

Algo básico une a los tres: han conocido su debilidad. Isaías perdonado, es un hombre dispuesto al Anuncio. Sabedor Pablo de que todo su perfeccionismo le ha llevado a la violencia y la persecución, será testigo de cómo Dios le abre los ojos a la nueva Luz de Jesús. Y Pedro, que seguirá carrera de pecador hasta el doctorado del Viernes Santo -"Yo no conozco a ese hombre"- será testigo del perdón, de la paz y de la fidelidad que permanece: "Apacienta mis ovejas".

Bregar toda la noche sin una triste anchoa que llevarse a la boca, es un claro fracaso profesional; pero es la ocasión de reconocer que Jesús es el Señor. Negar al Maestro ante la criada del pontífice, es indicio de pobreza en una voluntad que se sobre valoraba; pero la presencia de Jesús tornó esto en acontecimiento salvador; lágrimas primero y humildad después: "Tú sabes que te amo". Ser fariseo observante acercó la vida de Pablo al asesinato; pero el encuentro con Jesús lo derriba, creando un testigo de la gratuidad de Dios y de la justificación por la Fe.

Proclamar la propia debilidad y la grandeza de Dios (Francisco de Asís, Teresa de Jesús) es propio de los elegidos: "Por la gracia de Dios soy lo que soy". Son hombres que Dios se va preparando para anunciar al mundo la originalidad divina: el amor gratuito; la conversión con el perdón de los pecados. Nuestro mundo, frío y violento, necesita de ellos para impregnar las relaciones humanas del Espíritu de Jesús: "Misericordia quiero, que no sacrificios; Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores". ¿Quién se excluye de la llamada?

5.- A MODO DE CONCLUSION

De la vocación primera de los apóstoles, según Lucas, subrayemos estos puntos principales:

a) Jesús llama porque quiere, tiene la iniciativa (como en la 1a. lectura, la vocación de Isaías).

b) La fuerza viene de Jesús, no de los discípulos, que habían pasado toda la noche bregando para pescar.

c) Jesús llama a hombres pecadores (como Pedro, como también Isaías, que es purificado).

d) El pescador de hombres lo deja todo para irse con Jesús. e) Rememos “mar adentro” y al regresar pongámonos de rodillas ante el Señor y adorémoslo. !Ánimo!


Mons. Ramón Castro Castro

XIII Obispo de Campeche