martes, 25 de mayo de 2010

HOMILÍA DE MONS. RAMÓN CASTRO CASTRO


DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Mis queridos Hermanos y Amigos:

Desde siempre el ser humano ha querido vivir en plenitud y para siempre, pero su pecado lo encerró en sí mismo y lo condujo al fracaso. La verdadera Vida es el Espíritu y La Sagrada Escritura nos dice que esa Vida nos es ofrecida. ¡El Espíritu es el “soplo de Dios" que nos mantiene vivos! Es lo que nos lleva a la plenitud. Por el Espíritu Santo entramos al dinamismo de la vida divina. ¡Qué regalo tan extraordinario! Que la conciencia de esta realidad nos permita celebrar de la mejor manera esta bellísima Fiesta de Pentecostés. ¡Ánimo!

Del Evangelio según san Juan 20,19-23:

«Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo".

Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar"». Palabra del Señor.

INTRODUCCIÓN

Una pregunta para dar inicio: ¿Creen Uds. que los peces tienen conciencia de vivir en el agua? Yo no lo sé, probablemente no, pero el ejemplo nos sirve y es interesante para proponerles el planteamiento de esta fiesta de Pentecostés.

Cerremos los ojos unos segundos y preguntémonos: ¿Qué es la Fiesta de Pentecostés? ¿Un fin de semana, cincuenta días después de la Pascua, lenguas de fuego sobre los apóstoles, un discurso de Pedro comprendido por todos los pueblos de la tierra o, al menos, por los pueblos que conocían los judíos?

Pentecostés encierra algo de todo eso, pero es mucho más que eso. Es el don del Espíritu, dicen los catecismos. ¡Es el agua de nuestra pecera existencial! Sin Pentecostés, la Pascua ya no es la Pascua. En efecto, la tumba está vacía, las mujeres conocen la Resurrección, pero tienen miedo. Sin Pentecostés, los cristianos son hombres del Libro, que intentan extraer, bien que mal, de unos documentos incompletos sobre Cristo, una regla de vida. Sin Pentecostés, el cristianismo sería una ideología, cuyos herederos se pelean proclamando cada uno “su” parte de verdad. Pentecostés, en el fondo, es la fiesta que nos da la luz y la fuerza transformadora de la Resurrección; es el fruto del Resucitado, es el soplo que nos mantiene vivos. Es el enviado por el Padre y el Hijo para mantener la recreación alcanzada por el Verbo.

Es la fiesta que nos demuestra que donde llega el Espíritu ocurren siempre transformaciones radicales; caen barreras, se abren las puertas, tiemblan todas las torres construidas por las manos del hombre. Se desarrollan iniciativas nuevas. Se hacen elecciones atrevidas. Desaparecen los miedos... nacen realmente criaturas nuevas.

Efectivamente, luego de la venida del Espíritu Santo, los Apóstoles no fueron los de antes, hablaban lenguas nuevas comprensibles a todos. La venida del Espíritu Santo no concluye la misión de Jesús, sino que da inicio al tiempo nuevo y definitivo de la historia de salvación, en el que el Señor Jesús sigue a estando presente y sigue siendo protagonista.

1. -"CREO EN EL ESPÍRITU SANTO QUE ES SEÑOR Y DADOR DE VIDA"

Ésta proclamación del Credo sobre el Espíritu Santo, es la manifestación más clara y concreta de su ser. Dos realidades: “Señor” y “Dador de Vida”. En cuanto a su dimensión de SEÑOR es claro que se hace referencia a su realidad como Dios, como lo son el Padre y el Hijo, de los que procede, y con los que es adorado y glorificado. ¿Pero, a qué se refiere con Vida?

a). ¿Cuál vida? el espíritu que da la vida. Preguntémonos: ¿cuál vida? ¡La de Cristo! Aquella del hombre realizado y plenamente feliz, aquella del prototipo, del proyecto único de humanidad pensado por Dios que se encuentra en cada uno de nosotros, y que sólo puede ser actuado plenamente por este hombre a Jesús de Nazaret. Aquel proyecto de hombre hecho a imagen de Dios, desfigurado luego por el pecado, ahora es retomado y actuado en la propia realidad humana de Cristo, y se presenta como el “ejemplar”, el “modelo” al cual podemos seguir para encontrar nuestra identidad y nuestra verdad como seres humanos.

Se trata de la vida, de la vida justa, de la vida acertada, más allá de los modelos y de las modas humanas que no expresan sino parciales necesidades y a menudo extraviadas exigencias de éxito humano.

- Esta vida la recibimos en el bautismo a través del Espíritu Santo: “en verdad en verdad te digo, si uno no nace de agua y de espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Aquello que ha nacido de carne es carne y aquello que ha nacido de espíritu es espíritu" (Jn 3,5-6).

- Esta vida crece en la profesión de fe, don también del espíritu: “nadie puede decir: Jesús es el Dios, si no bajo la acción del Espíritu Santo".

- Esta vida crece en las obras buenas, también esto es un don del espíritu: “los que viven según el espíritu, piensan en las cosas del espíritu; y los deseos del espíritu llevan a la vida y a la paz" (Rm 8,5-6).

- Atención: es sólo el espíritu que logra modelar en nuestro corazón y en nuestra vida la imagen de Cristo, a vencer nuestras resistencias y perezas, a orientar nuestra atención hacia lo que es verdadero y justo.

- Por lo tanto: es necesario poner mucha cuidado en ser dóciles a este maestro interior. “...y no queráis entristecer el espíritu santo de Dios, con el que fuerais señalados por el día del redención" (Ef 4,30).

- Consecuentemente: recurramos a Él si queremos penetrar más el misterio de Dios ("os conducirá hacia toda la verdad" (Jn 16,13); o si queremos sentir más viva la experiencia del amor de Dios: “El amor de Dios ha sido vertido en nuestros corazones a través del Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5,5); o cuando necesitamos un “consolador”; o cuando trabajamos a rogar, porque "tampoco nosotros sabemos qué sea conveniente pedir, pero el espíritu mismo intercede con insistencia por nosotros, con gemidos indecibles" (Rm 8,26). Sobre todo invocamos el Espíritu porque tenga viva en nosotros la certeza de nuestra suerte divina, “porque nosotros que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos esperando la adopción a hijos, la redención de nuestro cuerpo" (Rm 8,23).

2.-¿QUÉ MENSAJE CONCRETO OFRECE ESTA FIESTA AL HOMBRE POSTMODERNO?

El hombre de hoy, hundiendo sus raíces en la ilustración y el modernismo ha caído en la tentación de pensar que Dios era un buen relojero que había hecho una buena máquina. Pero no tenia ya por qué intervenir en la marcha y la evolución del mundo y de la humanidad. Es la concepción deísta de Dios que, después de haber creado el mundo, se habría retirado a sus cuarteles de invierno. Es el hombre quien ahora toma el relevo y debe asumir toda la responsabilidad.
Frente a este planteamiento, el espíritu representa la viva y permanente presencia y acción de Dios en el mundo. Es la fuerza de Dios, o mejor, es Dios mismo en cuanto que está comprometido eficazmente en la historia personal y colectiva de los hombres. Cuenta siempre, eso sí, con la liberad humana. Es admirable la experiencia y profunda convicción que Israel llegó a tener de la presencia invisible, pero real y efectiva, del Espíritu de Dios. No menos de trescientas veces aparece el término “Ruah” o aliento divino en el Antiguo Testamento. El Espíritu, que se posó en plenitud sobre Jesús, no es monopolio de nadie, ni siquiera de la Iglesia. Es un viento recio y universal que sopla donde quiere, sin saber muchas veces ni de dónde viene ni adónde va. ¡Abrámonos al Espíritu! ¡Dejémoslo trabajar, usa tu libertad en tu relación con Él, porque Él nunca te obligará!

3.- EN PENTECOSTÉS QUEDA CONSTITUIDA LA IGLESIA

Ya durante su vida, Jesús había hablado frecuentemente del Reino de Dios que venía a instalar entre los hombres. Había delineado los caracteres de ese Reino: no exterior, material, de acá, sino interior, espiritual, de arriba. … Había amaestrado con todo cariño y diligencia a las columnas de su Iglesia, los Apóstoles, principalmente a Pedro, a quien le hace cabeza de todo el Colegio y le da el Primado sobre sus hermanos. Pero les promete enviarles de junto al Padre a su Espíritu, que les enseñará todo y les recordará cuanto Él les ha dicho, porque es “el Espíritu de verdad que los guiará hacia la verdad completa” (Jn 16,13).

Es lo que realiza en este día e Pentecostés: y aquellos que empezaron siendo tan malos Discípulos de Jesús, se convierten en maestros consumados bajo la luz de su Espíritu. Con Pentecostés la Iglesia queda ya constituida oficialmente y lanzada para la acción en el mundo: era su puerta en órbita.

Con la infusión del Espíritu de Cristo en forma de “lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo”, la Iglesia recibe su confirmación y queda constituida para siempre como comunidad salvífica, universal, perpetua y única: “Esta es la única Iglesia de Cristo… que nuestro Salvador después de su Resurrección encomendó a Pedro… y la erigió perpetuamente como columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15). Esta Iglesia subsiste en la Iglesia católica, si bien fuera de su estructura (en las otras “iglesias”) se encuentran muchos elementos de santidad y de verdad…” (LG8).

A MODO DE CONCLUSIÓN

“Tu verdadera riqueza debe estar dentro de ti; lo que no está dentro de ti aun cuando fuera todo el cosmos, sólo sería para ti un peso insoportable” (A. Anthony).

Mons. Ramón Castro Castro
XIII Obispo de Campeche