UNA IGLESIA DE CORAZÓN MISIONERO
Homilía de Mons. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, LC, Obispo de la Prelatura de Cancún-Chetumal, con motivo de la Peregrinación anual de la Prelatura de Cancún-Chetumal a la Basílica de Guadalupe, el martes 26 de Julio de 2011.
Queridos Hermanos:
1.- Cada uno de nosotros hemos venido hasta este lugar sagrado a ver a nuestra madrecita del cielo que se quiso quedar aquí con nosotros los mexicanos en este ayate milagroso de San Juan Diego y en su casita bendita del Tepeyac. Hemos venido de muy lejos para darle gracias por tantos beneficios y bendiciones que a través de ella hemos recibido de Dios Nuestro Señor y cada uno ha venido a pedirle también esa gracia particular que tanto necesita y anhela en su corazón.
Pero todos juntos como comunidad de fieles de la Prelatura de Cancún-Chetumal y como representantes de todos los fieles católicos de Quintana Roo, venimos a consagrarnos y consagrar a nuestro bello estado al corazón maternal de María Santísima, confiando nuestras vidas a los tiernos cuidados e intercesión de nuestra madrecita del cielo.
En estos momentos de tan grandes e importantes desafíos para nuestra iglesia particular nos consagramos a María Santísima de Guadalupe en este lugar sagrado, corazón espiritual de México, que ella misma escogió para prodigar e irradiar todo su amor y toda su ternura de madre. Venimos a buscar el consuelo y la fortaleza que necesitamos en nuestro caminar como iglesia particular. Este es el recinto sagrado donde tantos millones de mexicanos acongojados han encontrado el consuelo de una madre que con voz suave y dulce les habla al corazón: “No te apures y no te inquietes hijo mío, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi regazo, no estás en el cruce de mis brazos? ¿No estás junto a mi corazón de madre? Que no te inquiete cosa alguna”.
2.- Queremos consagrarnos cada uno de nosotros y consagrar a todos los fieles católicos de nuestra Prelatura de Cancún-Chetumal. Consagrarse es el acto más grande de confianza plena y total en Dios porque así demostramos que creemos que su amor es infinito e incondicionado de padre rico en misericordia y bondad. Sabemos y sentimos que nos ama entrañablemente como buen Padre y que quiere cuidarnos delicada y cariñosamente por medio de la más amorosa de las madres y la más poderosa de las reinas.
Consagrarse a María Santísima es sentir el corazón henchido y rebosante de gratitud y buscar corresponder de alguna manera a tanto amor con nuestra acción de gracias, alabanza, adoración, veneración y entrega de nosotros mismos en su amor.
Consagrarse es decir gracias con todo el corazón y sobre todo con toda la vida. Ofrecer cada día y cada momento todos los esfuerzos y trabajos, todas las penas y alegrías, obras y acciones, grandes y pequeñas de nuestra vida diaria, es hacer de acta acto una oración.
Consagrarse es saber decir gracias por tantos beneficios y bendiciones de nuestro pasado, saber ofrecer el trabajo incansable y el esfuerzo generoso de nuestro presente y saber comprometernos y poner en sus manos benditas nuestro futuro servicio incondicional a la misión encomendada en la tarea de extender el Reino de Dios en el mundo.
Consagrarse es poner en sus manos benditas nuestras almas para que Dios a través de nuestra madre del cielo las guarde de todo mal, las defienda del enemigo, las santifique en la verdad y las ponga al servicio de su Reino.
Consagrarse es ofrecer la mente, la voluntad, el corazón y la vida entera para que el Señor de nuestras vidas nos acoja con amor y disponga de ellos según el designio sapientísimo de su santísima voluntad.
Consagrarse es volverse instrumentos útiles y eficaces del Espíritu Santo en la misión evangelizadora de la Iglesia para que Nuestro Señor Jesucristo sea más conocido, más amado, más seguido y más anunciado a todos los pueblos como camino, verdad y vida, como revelación plena del misterio del amor del Padre hacia los hombres, desvelando así el misterio del hombre al propio hombre y descubriéndole así la sublimidad de su vocación al amor.
Consagrarse es seguir el ejemplo de Cristo que le dio su si pleno e incondicional a Dios desde el primer momento de su entrada al mundo diciendo: “no te agradaron los sacrificios de toros y machos cabríos, pero aquí estoy yo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Y en otro momento de mayor dificultad frente a la perspectiva de la perspectiva de la pasión dolorosa exclamó: “Padre mío, si es posible, aparta de mí este cáliz pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Sigamos el ejemplo de Cristo que en la hora suprema de su oblación: “Este es mi cuerpo entregado por ustedes” “Esta es mi sangre derramada por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. No podemos dejar que se ofrezca solo, ofrezcámonos y consagrémonos juntamente con Él por la salvación de los hombres.
Consagrase es seguir el ejemplo de María que dio su “Sí” completo y perfecto al Ángel en la anunciación diciendo, “He aquí la esclava del Señor, hágase de mí según tu palabra” y luego durante toda su vida logró mantener su “Sí” hasta el pie de la cruz, acompañando firme y fiel a su hijo Jesucristo en la ofrenda suprema de su vida en la cima del calvario. No sólo en los momentos cumbres sino durante toda su vida, en todos los momentos más sencillos y ordinarios de su vida se consagró en cuerpo y alma a cuidar y atender a su hijo Jesucristo.
Consagrarse es seguir el ejemplo de San Juan Diego que una vez que se le apareció María y le comunicó su mensaje de amor no hizo otra cosa que dedicarse enteramente a difundir ese mensaje y a cuidar la sagrada imagen y la sagrada casita de Santa María de Guadalupe sin apartarse ni de día ni de noche de este santo lugar del Tepeyac.
3.- Virgen Santísima de Guadalupe, te consagramos a todo nuestro bello y joven estado de Quintana Roo. Lo ponemos a tus pies orando y suplicando tu intercesión y tus cuidados maternales para que reine la justicia y la paz en todos los corazones y en todas las instituciones. Lo ponemos en tus manos orantes y benditas para que intercedas incesantemente ante Dios Nuestro Creador y Padre y nos alcances las gracias que necesitamos para vivir los valores éticos y evangélicos de la solidaridad, del respeto a la vida, el respeto a la dignidad de las personas, el trabajo honesto, la unión de la familia, la justicia y la fraternidad.
Un pueblo sin valores no tiene futuro, un pueblo rico en valores está construyendo su progreso en la roca firme de la verdad, está construyendo la civilización de amor y la cultura de la paz. Te consagramos cada una nuestras parroquias y capillas, cada una de nuestras comunidades de fe para que siempre las acompañes y las asistas y así puedan convertirse en comunidades vivas, casas y escuelas de oración, comunión y misión.
Que todas nuestras comunidades evangelizadas se enamoren de Cristo y no puedan menos que salir a compartir con alegría con sus hermanos el tesoro de su fe y la perla preciosa de su amor a Cristo, que ha llenado sus vidas de paz, de verdad, de amor, de sentido profundo y de gozosa esperanza. Te consagramos a todos nuestros sacerdotes y agentes laicos de pastoral para que cada día crezcan en la fe, la esperanza y el amor, para que se conviertan en verdaderos discípulos, misioneros de tu amor. Te consagramos a nuestros hijos para que cada día crezcan en sabiduría y gracia y en la vivencia de los valores que los harán hombres de bien para la sociedad.
Queridos hermanos, volvamos a nuestro estado llenos del amor de Dios y de María Santísima para que nuestra peregrinación produzca frutos abundantes de santidad y vida eterna en los fieles católicos de Quintana Roo. Que nuestra consagración sea como la de María: perfecta, total, generosa y gozosa. Y que los frutos de esa consagración se multipliquen y se noten en el ardor misionero de la nueva evangelización.
Somos instrumentos de su amor para llevar adelante la misión evangelizadora de la Iglesia. “Ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión continental siguiendo nuestro plan pastoral. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos”.
Somos una Iglesia con corazón misionero. Sigamos el ejemplo de San Juan Diego. Sigamos el ejemplo de la virgen de Guadalupe, estrella de la evangelización. Ella salvará la fe católica en nuestra Prelatura. Ella nos salvará del egoísmo, del materialismo, del sectarismo que nos amenaza y se vuelve cada día más agresivo y peligroso: “Ella te aplastará la cabeza mientras que tu intentas morder su calcañar”.
María es la estrella de la nueva evangelización que brillará resplandeciente y luminosa, guiando a buen puerto a todos los discípulos misioneros que como navegantes reman mar adentro en los profundos mares de la nueva evangelización y de la misión continental y los llevará al buen puerto que es Cristo: camino verdad y vida. Él es el único que nos desvela el misterio del hombre al propio hombre y le manifiesta la sublimidad de su vocación al amor más grande. Con la presencia y el auxilio de María Santísima, la nueva evangelización logrará restablecer la civilización del amor y la cultura de la paz en nuestro corazón, en nuestra comunidad y en nuestro estado de Quintana Roo. Así sea.