miércoles, 26 de octubre de 2011

IGLESIA EN PROCESO DE CONVERSIÓN


IGLESIA EN PROCESO DE CONVERSIÓN

26 de Octubre de 2011

 

Artículo escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de san Cristóbal de las Casas, Chiapas.


VER

En el encuentro que tuvimos sacerdotes, religiosas y laicos de nuestra diócesis para analizar los cambios que viven los pueblos y los retos que plantean a la pastoral, subrayamos lo siguiente, que compartimos porque puede servir en otras latitudes:

Chiapas ha disminuido un poco su pobreza extrema, pero seguimos en los últimos lugares en desarrollo, educación, vivienda, salud y seguridad social. Los jóvenes han cambiado mucho y no los atendemos adecuadamente. Hay otros modelos de familia, distintos al tradicional. Sigue decreciendo el número de católicos, fenómeno que se repite en toda la nación y el continente. Muchas personas se sienten atraídas por ofertas religiosas, también católicas, distintas a las nuestras, lo que genera divisiones y desgastes internos dolorosos. Nos sentimos rebasados, interpelados, dispersos, cuestionados, pequeños, ante cambios que amenazan con arrollarnos. Hemos idealizado algunas cosas y necesitamos ser autocríticos.

Sin embargo, vivimos un momento de gracia, porque Dios permite que reconozcamos tanto nuestras limitaciones como nuestras riquezas que nos animan. Experimentamos paz, porque hay mucha vida y muchos laicos comprometidos. Percibimos que surgirá una nueva semilla y nos sentimos muy motivados a trabajar en esperanza, pues hay directrices diocesanas claras.

JUZGAR

Alguien podrá pensar que, al analizar la realidad actual y esforzarnos, desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, por responder a los retos que plantea, nos estamos saliendo de nuestra identidad y misión. Como una persona de Saltillo que envió una carta anónima a todos los Obispos del país y a la Congregación para los Obispos en Roma, en que, desinformado y malinterpretando lo que hacemos o decimos, acusa a varios de nosotros de diversas cosas. ¡Lo que tenemos que soportar! Todo sea por el Reino de Dios y su justicia.

Ante estas situaciones, decimos en Aparecida: “Nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos. Esto requiere una evangelización mucho más misionera” (DA 13).

“Las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen el proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos cerrar los ojos ante estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte: ‘Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte’ (1 Jn 3,14)”. (DA 358).

ACTUAR

¿Qué hacer? Nos propusimos: Salir al encuentro de las personas, acompañarlas. Conocer la realidad. No sólo ver la paja en el otro sino la viga que llevamos. Abrirnos con creatividad y lenguaje nuevo a la gente que no llega a la Iglesia. Confiar en que somos luz y levadura; algo pequeño, pero eficaz. Desinstalarnos para llevar la buena nueva de Jesús; romper la inercia y la monotonía pastoral. Necesitamos conversión personal y pastoral. Es tiempo de despojarnos, para dejarnos conducir por el Espíritu. Renovar nuestra espiritualidad. Volver a las fuentes. Ser testimonio vivo y creíble. Tener espíritu misionero y un trato amable con todos, dentro y fuera; tolerancia. Ser hombres y mujeres de fe; animarnos unos a otros y ser agentes de esperanza.

Fortalecer el trabajo con los niños. Atención a los jóvenes, desde la adolescencia. Elaborar un plan de pastoral familiar. Incrementar la pastoral penitenciaria. Consolidar la pastoral de migrantes. Apoyar de manera más decidida la participación de las mujeres. Pastoral de la comunicación. Prepararnos para manejar la violencia y hacer procesos de reconciliación. Que nos dejemos ayudar por los laicos y darles más responsabilidad. Formar servidores que impulsen la labor evangelizadora. Permanecer fieles como María.