jueves, 8 de septiembre de 2011

EL INFORME PRESIDENCIAL Y MÉXICO


EL INFORME PRESIDENCIAL Y MÉXICO

Artículo escrito por Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Tuxtla

Tradicionalmente septiembre se ha convertido en el mes de la patria. Esta es una razón para poder reflexionar sobre todo aquello que acontece en nuestra querida Nación.

No somos ajemos a la inseguridad y violencia que se vive, pese los esfuerzos que se hacen por parte de nuestras autoridades, vemos con tristeza que hay grupos delictivos que realmente no aman a México. En el informe del Presidente, cabe reconocer que se ha hecho un análisis de este problema que afecta a todos los sectores de nuestra sociedad y que vuelve vulnerable a toda la Nación.

Todos estamos invitados a velar por nuestro México y cada uno de nosotros es responsable en su propio ambiente. Es importante, el llamado que ha hecho el presidente Felipe Calderón, a todos los gobiernos locales para implementar mayores controles de confianza y detener la ola  sobre el rubro de la violencia e inseguridad, es digno de ser tomado en cuenta, de tal manera que  cada uno conociendo la situación particular, se asuma con mayor responsabilidad.

Si queremos medir el desarrollo de México, no podremos hacerlo solo con la respuesta económica, sino también en la estabilidad social, educacional y política.

Los Obispos de México hemos reflexionado sobre eso en nuestra exhortación Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna. Y tristemente también hemos afirmado que: “En los últimos años se ha incrementado en nuestro país la violencia causada por organizaciones criminales, distinta de la violencia intrafamiliar y de la que es causada por la delincuencia común. Esta violencia tiene sus propias características, sus causas y sus circunstancias. Se caracteriza por la crueldad, por la venganza, por la exhibición de poder y por la intención de intimidar a quienes son considerados rivales y a  toda la sociedad. Algunas de las actividades criminales más comunes en este contexto son: el narcotráfico, el secuestro, la trata de personas, el lavado de dinero, distintos tipos de extorsión y las ejecuciones intimidatorias.  Las actividades de la delincuencia organizada no son una novedad, tienen raíces hondas. Quizá antes no eran tan evidentes como lo son ahora por la cruel violencia que ejercen sobre muchas personas y sobre la sociedad. Lamentamos profundamente que no haya sido combatida de manera oportuna y que se haya dejado crecer. Si en su momento, la omisión, la indiferencia, el disimulo o la colaboración de instancias públicas y de la sociedad no fue justa y toleró o propició los gérmenes de lo que hoy son las bandas criminales, tampoco es justo ahora exculparse, buscando responsables en el pasado y evadir la responsabilidad social y pública actual, para erradicar este mal social” (12 y 13).

Pero con firme esperanza hemos dicho al final que  aunque: “Vivimos tiempos difíciles, pero tenemos la certeza de que Cristo venció a la muerte y en Él hemos puesto nuestra confianza (Cf. 2 Tim 1,12). La historia de nuestro pueblo no ha sido fácil, pero siempre ha contado con la nobleza de sus hombres y de sus mujeres. Hoy no puede ser distinto, pero debemos reconciliarnos, debemos reconstituir la unidad nacional en la riqueza de la pluralidad de sus culturas y de la sociedad. Debemos unirnos en la construcción de la paz y en el impulso del desarrollo humano integral y solidario de cada mexicano y de todos los mexicanos” (257).

Queremos unirnos a las propuestas del presidente: sobre todo en la tercera  donde afirma que es necesario: Reconstruir el tejido social lesionado por la falta de oportunidades para los jóvenes, la desintegración familiar y social, y la pérdida de valores.