jueves, 8 de septiembre de 2011

DERECHOS HUMANOS Y DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (IV)


DERECHOS HUMANOS Y DOCTRINA
SOCIAL DE LA IGLESIA (PARTE IV)

Artículo de Mons. Enrique Sánchez Martínez, Obispo Auxiliar de Durango

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia termina su exposición sobre los derechos humanos con los siguientes párrafos (nº 158-159).

La solemne proclamación de los derechos del hombre se ve contradicha por una dolorosa realidad de violaciones, guerras y violencias de todo tipo: en primer lugar los genocidios y las deportaciones en masa; la difusión por doquier de nuevas formas de esclavitud, como el tráfico de seres humanos, los niños soldados, la explotación de los trabajadores, el tráfico de drogas, la prostitución: También en los países donde están vigentes formas de gobierno democrático no siempre son respetados totalmente estos derechos.

Existe desgraciadamente una distancia entre la “letra” y el “espíritu” de los derechos del hombre a los que se ha tributado frecuentemente un respeto puramente formal. La doctrina social, considerando el privilegio que el Evangelio concede a los pobres, no cesa de confirmar que los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás y que una afirmación excesiva de igualdad puede dar lugar a un individualismo donde cada uno reivindique sus derechos sin querer hacerse responsable del bien común.

La Iglesia, consciente de que su misión, esencialmente religiosa, incluye la defensa y la promoción de los derechos fundamentales del hombre, estima en mucho el dinamismo de la época actual, que está promoviendo por todas partes tales derechos. La Iglesia advierte profundamente la exigencia de respetar en su interno mismo la justicia y los derechos del hombre.

El compromiso pastoral se desarrolla en una doble dirección: de anuncio del fundamento cristiano de los derechos del hombre y de denuncia de las violaciones de estos derechos. En todo caso, el anuncio es siempre más importante que la denuncia, y esta no puede prescindir de aquél, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su motivación más alta. Para ser más eficaz, este esfuerzo debe abrirse a la colaboración ecuménica, al diálogo con las demás religiones, a los contactos oportunos con los organismos, gubernativos y no gubernativos, a nivel nacional e internacional. La Iglesia confía sobre todo en la ayuda del Señor y de su Espíritu que, derramado en los corazones, es la garantía más segura para el respeto de la justicia y de los derechos humanos y, por tanto, para contribuir a la paz: promover la justicia y la paz, hacer penetrar la luz y el fermento evangélico en todos los campos de la vida social; a ello se ha dedicado constantemente la Iglesia siguiendo el mandato de su Señor.

Durango, Dgo., 4 de Septiembre del 2011.