PALABRAS PARA CHAVOS BANDA
Artículo de Mons. José G. Martín Rábago, Arzobispo de León.
Quiero compartir las palabras de invitación a la conversión que dirigí a muchachos que militan en pandillas en nuestra ciudad de León; tal vez alguno las leerá y el Señor tocará su corazón.
Jóvenes: les agradezco que hayan aceptado la invitación a venir y encontrarnos; manifiestan así que quieren dejar atrás rencores, odios y agresiones. Me interesa sólo su propio bien, quiero darles la buena noticia de que para ustedes hay esperanzas de salvación y de vida nueva.
Permítanme gritarles que Dios los ama. Jesús mismo lo dijo: “Yo no he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores”. Todos lo necesitamos, porque todos somos pecadores. Él dijo: “no son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos”. Todos somos enfermos de diferentes enfermedades del alma.
Hoy te has animado a venir a este encuentro porque sientes una necesidad: quieres encontrarte con Dios, lo necesitas a Él. Cuando más hundido se encuentra uno, es cuando más se siente la necesidad de agarrarse de la mano de un amigo para levantarse, para ponerse en pie y empezar a caminar. Ese amigo que nunca nos fallará es Jesús. Estás aquí porque Él te ha traído a este encuentro; tú lo buscas, tal vez, sin darte cuenta; pero Él ha pasado cerca de ti, te ha mirado con amor y te ha dicho: “por ti voy a entregarme a la muerte para que tú tengas vida”.
Quizá pienses que no es verdad, que para ti ya no hay solución; que el mundo de la droga, de la violencia y de la maldad es demasiado poderoso y que te tiene atrapado; te sientes pequeño y sin ánimo para vencer ese gigante de maldad. Recuerda la historia de David, aquel jovencito que sin armas, pero con la confianza puesta en Dios, derrotó a un hombre muchas veces más grande y más fuerte que él. Acércate a Cristo, conócelo como amigo, trátalo y déjalo entrar en tu corazón; allí encontrarás la fuerza para vencer ese monstruo que te parece invencible: ten confianza en Él y ten confianza en ti mismo.
Acércate a personas que en nombre de Cristo vienen a tu encuentro para hacerte el bien. Probablemente sean familiares tuyos, tu madre o tu padre; tal vez sean personas que desinteresadamente te ofrecen los servicios de alguna casa donde tratan a muchachos como tú; tal vez algún sacerdote o algún compañero que ya vivió lo que tú vives ahora y salió del vicio y quiere compartir contigo su experiencia.
Oye la voz de tu conciencia y anímate: una vida mejor es posible para ti.
Oye también la voz de quienes han sido maltratados por tu comportamiento, de quienes han sufrido la violencia, han llorado la muerte de alguno de sus familiares, de quienes han perdido sus bienes arrebatados injustamente. Son voces llenas de dolor y sufrimiento que te gritan: “¡Ya basta! ¡Queremos vivir en paz”.
Es la voz misma de Dios que te ofrece el perdón, pero te grita también: “¡Ya basta! Nadie tiene derecho a pasar por encima del mandamiento que yo mismo he dado: “NO MATARÁS”.
Jóvenes amigos: me animo a decirles, como Pastor, como alguien que sólo busca su propio bien: ¡Ya basta con la violencia!
¡Basta con los ataques que causan dolor y miedo! Es tiempo de abrir el corazón a Dios que es justo y misericordioso y les pide un sincero cambio de vida.
No nos confundamos; Dios es misericordioso y perdonador, pero quien se resiste a sus invitaciones, quien se hace responsable de derramar con violencia sangre humana, quien hace sufrir injustamente a su hermano tendrá que responder ante el juicio de Dios.
Debo decirles esto mismo a quienes han empujado a algunos de Ustedes a la maldad; a los que los han maltratado cuando eran niños, a quienes los han humillado, a quienes no les han ofrecido oportunidades de una vida mejor; ellos también tienen que cambiar, tienen que arrepentirse. Dios está siempre dispuesto a perdonar a todos; sólo nos pide que reconozcamos nuestros errores y pecados; que nos arrepintamos; que no los maltratemos en sus hijos que son nuestros hermanos; que todos reparemos los males que hemos causado y que han provocado tanto sufrimiento, lágrimas y hasta la muerte.
¿Quieres vengarte de los que te hicieron tanto mal? Oye como lo hace un cristiano: “¡VENCE AL MAL CON EL BIEN!”.