jueves, 18 de agosto de 2011

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

Artículo escrito por Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de Tehuacán.

Nos llegan las primeras imágenes y mensajes de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, España, que ha iniciado como se esperaba: con entusiasmo que contagia. Tal vez para muchos medios de comunicación no vaya a ser noticia de primera plana ni de páginas intermedias, pero usted puede elegir buscar por su cuenta. El domingo 21 de agosto será la culminación.

Estimula ver numerosos jóvenes llenos de energía positiva: con alegría y colorido; con franqueza, cercanía y confianza en el trato; exigentes pero también adaptables; críticos y solidarios; disponibles a grandes retos, pero reclaman encontrarse con adultos como testigos creíbles y leales compañeros de camino.

El espíritu del Papa Juan Pablo II sigue presente, ahora como Beato. El Papa Benedicto XVI llega a dar continuidad y renovado empuje a este tipo de encuentros, como ya lo hizo en Colonia y en Sidney.

Miles de jóvenes que han participado en las anteriores Jornadas dan cuenta de ello, desde la primera en Roma, en 1985, y ahora están diseminados en el mundo entero realizando muy variados servicios, sea varones o mujeres, muchos como casados o también en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada.

A lo largo de la Jornada Los jóvenes se encuentran con el Papa, se encuentran entre ellos mismos y sobre todo se encuentran con Jesucristo, el Amigo y Hermano que no falla, cuya mirada limpia y profunda los involucra y lanza a nuevos caminos, “firmes en la fe” y con fuego en el corazón.

Este tipo de Jornadas nos interpela a los adultos. Para dar y recibir. Para dar a los jóvenes acogida amable, escucha atenta, comprensión respetuosa, compañía limpia, testimonio de heroísmo en la verdad, en el bien y en la belleza de la vida ordinaria y extraordinaria. Para recibir de los jóvenes su vitalidad y alegría, también sus inquietudes e inconformidades, sus gritos de ayuda, los cuales a veces son claros y abiertos, otras veces muy velados. Los jóvenes no son esperanza del mañana, sino fuerza viva del presente.

Este tipo de Jornadas igualmente interpela a muchos jóvenes desorientados, confundidos, apocados, sin sentido de la vida. Cristo mismo lo ha dicho: “Quien crea en mí, no quedará defraudado”.

Los adultos somos responsables de los jóvenes: para asumir capacidad y efectiva-afectiva actitud de escuchar sus preguntas, abiertas o escondidas; capacidad de responder a sus retos; capacidad de hacernos cargo de ellos en la medida que nos corresponde, a fin de ayudarles a convertirse en adultos íntegros.

Los adultos y los jóvenes somos corresponsables de heredar juntos un mundo más humano a los niños y adolescentes, donde la belleza, la verdad y la bondad sean ideales que se anhelen, se cumplan y se conviertan en patrimonio de la humanidad: no sólo la belleza pasajera de los cuerpos que conduce al recíproco embeleso pero con enfoque egocéntrico, sino la belleza alimentada por la “teología del cuerpo”, recordando la doctrina del Beato Juan Pablo II, pues hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios; la verdad como reflejo de la suma Verdad que es Cristo Jesús; la bondad que nos hace recoger con asombrada gratitud la herencia de un Dios que se hace hombre para que seamos hechos hijos de Dios; la belleza de la verdad y de la bondad; la verdad profunda de la bondad y la belleza en nuestros pensamientos, afectos y acciones.

Unámonos espiritualmente a la Jornada Mundial de la Juventud, participando de su dinamismo y de sus frutos, de modo que nos convirtamos también en promotores de sus valores en todos los ámbitos: familiar, social, laboral, educativo, político, religioso, recreativo. No como espectadores criticones de lo que otros hacen mal según nosotros, sino como actores creativos y corresponsables de nuestra misión. Nadie está de más, todos podemos y debemos ayudar.