sábado, 9 de julio de 2011

UN OBISPO MODELO


UN OBISPO MODELO

Artículo de Pbro. José Benigno Zilli Manica, publicado en el Semanario Alégrate de la Arquidiócesis de Xalapa, en su edición del Domingo 3 de Julio de 2011.

No una, ni dos, sino hasta tres veces, Mons. Sergio Obeso Rivera fue Presidente de la Conferencia Episcopal que reúne a todos los obispos de la nación mexicana.

Y si la ley interna lo hubiera permitido, lo habrían elegido una vez más, porque todos los pastores reconocían la prudencia y el acierto de su conducción. Fueron los años en que finalmente se logró el cambio de la Constitución Mexicana y la Iglesia obtuvo la libertad por la que tanto se había luchado.

Estas cosas comienzan a olvidarse, pero si uno lee la Constitución de 1917, se da cuenta de que la Iglesia estaba sometida y los gobernadores podían intervenir en su vida interna, como sucedió en los casos de Adalberto Tejeda, Garrido Canabal y Carrillo Puerto. ¡Cuánto sufrieron los obispos! Nosotros conocemos especialmente las dolorosas peripecias por las que tuvo que pasar Mons. Rafael Guízar Valencia. Todo eso se arregló cuando se dio libertad a la Iglesia y a las otras denominaciones religiosas en general.

Mons. Obeso se distinguió en su diócesis por su celo con los más pobres y alejados. Es célebre la anécdota de cuando lo mandaron llamar de parte del presidente de la República y no lo encontraban por ninguna parte, porque se hallaba remontado en una lejana ranchería de Tlacolulan, rodeado de una inmensa neblina. Los enviados a buscarlo se quedaron sumamente sorprendidos al ver cómo un obispo se mueve en las regiones más inaccesibles y abruptas.

Dos grandes acontecimientos pastorales se atribuyen a sus años de ministerio Episcopal: el segundo sínodo (del 16 al 20 de julio de 1990) y el tercer sínodo (del 17 al 21 de junio de 2002). Y quizá la medida pastoral más importante haya sido la erección e independencia de dos nuevas diócesis desprendidas de la Arquidiócesis de Xalapa: Córdoba y Orizaba (el 15 de abril de 2000 por Su Santidad Juan Pablo II).

Una característica principal del obispo ha sido su incansable laboriosidad y sensatez. Ahora como Emérito trabaja modesta y discretamente, sin que nadie parezca advertirlo. Es uno de los hombres más educados que se conozcan.