jueves, 7 de julio de 2011

LA ESPERANZA EN EL SUFRIMIENTO


LA ESPERANZA EN EL SUFRIMIENTO

Artículo escrito por Mons. Rogelio Cabrera López, Arzibispo de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Vengan a mí, todos los que están fatigados
y agobiados por la carga y yo les daré alivio.
Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí
que soy manso y humilde de corazón”.
Mt 11, 28-29

Vivimos inmersos en realidades que ponen a prueba nuestra situación de vida. El sufrimiento aparece constantemente como algo adverso a lo que deseamos. Las desilusiones, las incertidumbres, las preocupaciones todas ellas nos agobian y sumergen en momentos de desesperación.

No podemos negar estas situaciones, pero tampoco podemos olvidar que la adversidad en muchos casos nos brinda, pedagógicamente, la oportunidad de madurar y de adquirir una visión más sensata de la vida.

Decimos que es pedagógica porque nuestra esperanza también se ve acrisolada y nos permite captar con mayor objetividad las cosas. El Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spes Salvi, nos ha reflexionado que aun el sufrimiento es un lugar para el aprendizaje de la esperanza:

El esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida ni siquiera por frustraciones en lo pequeño ni por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica. Si no podemos esperar más de lo que es efectivamente posible en cada momento y de lo que podemos esperar que las autoridades políticas y económicas nos ofrezcan, nuestra vida se ve abocada muy pronto a quedar sin esperanza. Es importante sin embargo saber que yo todavía puedo esperar, aunque aparentemente ya no tenga nada más que esperar para mi vida o para el momento histórico que estoy viviendo. Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar” (n. 35).

El Papa retoma el tema del sufrimiento, invitando a vivirlo dándole un sentido. En efecto, el sufrimiento por el sufrimiento nadie lo quiere y no se desea a nadie; pero cuando este sufrimiento toma un sentido de fe, entonces podemos entender que no es dolor lo que Dios quiere, sino la certeza de la confianza; de sentir que no se camina solo, sino que Alguien está caminando con nosotros.

El sufrimiento forma parte de la existencia humana. Éste se deriva, por una parte, de nuestra finitud y, por otra, de la gran cantidad de culpas acumuladas a lo largo de la historia, y que crece de modo incesante también en el presente... Es cierto que debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento, pero extirparlo del mundo por completo no está en nuestras manos, simplemente porque no podemos desprendernos de nuestra limitación, y porque ninguno de nosotros es capaz de eliminar el poder del mal, de la culpa, que –lo vemos– es una fuente continua de sufrimiento. Esto sólo podría hacerlo Dios: y sólo un Dios que, haciéndose hombre, entrase personalmente en la historia y sufriese en ella. Nosotros sabemos que este Dios existe y que, por tanto, este poder que «quita el pecado del mundo» (Jn 1,29) está presente en el mundo.

Con la fe en la existencia de este poder ha surgido en la historia la esperanza de la salvación del mundo. Pero se trata precisamente de esperanza y no aún de cumplimiento; esperanza que nos da el valor para ponernos de la parte del bien aun cuando parece que ya no hay esperanza, y conscientes además de que, viendo el desarrollo de la historia tal como se manifiesta externamente, el poder de la culpa permanece como una presencia terrible, incluso para el futuro”. (n. 36)

Desde la fe, creemos que Dios nos permite aprender de esta realidad humana. De esta manera Jesús nos invita a descansar en él: “Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo. Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito”. (n. 37) Por eso el sufrimiento en la esperanza es fuente de libertad, de mansedumbre y humildad.