sábado, 30 de julio de 2011

ES LA HORA DE LOS AUTÉNTICOS CREYENTES

ES LA HORA DE LOS AUTÉNTICOS CREYENTES

Homilía de Mons. Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, en la Consagración Episcopal de Mons. Efraín Mendoza, Obispo Auxiliar de la misma Árquidiócesis, el 27 de Julio de 2011.

Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo […]. Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos. En qué consiste ser sal de la tierra, cómo ser luz del mundo en medio de una sociedad, que debate sobre los auténticos valores y duda de su identidad cristiana.

Si bien es cierto, que en todas las épocas ha habido antitestimonios y conductas contrarias a los valores cristianos, sin embargo hasta hace algunas décadas el consenso sobre los valores era manifiesto, aceptado, y claramente asumido. Hoy, no solamente constatamos conductas contrarias, sino también el abierto cuestionamiento a la levadura del Evangelio y a la propuesta de Jesucristo, que transmite la Iglesia.

Por otra parte, cuando uno mira el amplio elenco de alternativas religiosas en la actualidad podría parecer que el cristianismo es una más. Una doctrina que simplemente ofrece un cierto dogma, unos ritos y eventualmente una moral. Sin embargo, si bien es cierto que el cristianismo conlleva todos estos elementos, su núcleo esencial no es de este orden.

Lo sorprendente de nuestra fe es que no se basa en una elaborada idea, en un sofisticado conjunto de prácticas de grupo y ni siquiera en un conjunto de valores. La fe cristiana no tiene su inicio más radical en una proyección de la subjetividad alterada del creyente, en los diversos determinismos sociales o en la dinámica de los juegos de poder político o económico.

El Papa Benedicto XVI en su primera Encíclica “Deus Caritas Est” afirma: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.

La palabra del apóstol Pablo, proclamada en la segunda lectura, resuena con gran fuerza en este contexto, Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo.

Efectivamente es urgente presentar a Cristo, ya que cuando la vida social margina o excluye a Dios como el centro y razón de la existencia humana, la consecuencia es terrible, no se entiende la finalidad de la vida misma, queda sin brújula, a merced de las inercias que satisfagan las pasiones y los instintos, sin más futuro, que la inmediata satisfacción cada vez más desbordada y sin control, cayendo en todo tipo de adicciones y esclavitudes, camino de muerte.

Cuando el ser humano y la sociedad que lo acompaña no tiene una referencia a la Verdad Trascendental, es decir, cuando en la perspectiva de visión, todo concluye con la muerte, entonces todo se vuelve relativo, todo queda condicionado a la subjetividad personal. Incluso la libertad, que es una de las características que define la naturaleza del ser humano.

Por eso, el apóstol Pablo ha dicho: Ustedes han oído hablar de Cristo, y en él han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús. El les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos del placer.

La presencia de Cristo en el mundo a través de la Iglesia permite el encuentro, es decir, el momento preciso en el que nuestra humanidad queda rebasada al sorprenderse delante de una Presencia que cumple y supera las expectativas más profundas del corazón. Así es como en Cristo se descubren los fundamentos del hombre nuevo, se descubre en el fondo, el verdadero rostro de cada hombre y su verdadera vida en plenitud.

No es en el monólogo individualista en dónde cada uno de nosotros encuentra su verdad. No es tampoco en los programas de superación o introspección puramente humana donde se halla la paz y se descubren fuerzas reales para seguir adelante. Es Cristo el único que conoce perfectamente nuestra humanidad, nuestra historia personal; y por ello, los caminos para que podamos vivir con auténtica dignidad y verdadera alegría.

Hay que generar en cada persona la transformación espiritual para dejar el viejo yo, egoísta, individualista, que se ha centrado en una visión inmanente, que solo mira el presente, descuidando la responsabilidad de construir con los demás el futuro. San Pablo indica el camino: Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad.

La misión de la Iglesia ya no es simplemente instruir, educar y formar a los fieles cristianos. Ahora es indispensable dar razón de nuestra Esperanza, manifestar nuestras convicciones, y vivir con honestidad y transparencia lo que creemos, tenemos que ser testigos de la Vida.

El mundo necesita el testimonio de comunidades que se vinculan ejercitando la reconciliación y que viven el amor, al estilo de la vida divina, de la comunión trinitaria, dándole a cada persona su lugar, reconociendo su dignidad. Por eso es tan importante continuar trabajando nuestro Plan Diocesano de Pastoral como camino de comunión hacia la Santidad.

Para ser sal de la tierra y luz del mundo, es indispensable el hombre nuevo en Cristo, es necesaria la comunidad eclesial que dé testimonio, de ese estilo de vida, y ofrezca las herramientas y las ayudas en la Parroquia para que los fieles se conviertan en nuevas creaturas, en auténticos hijos de Dios.

Ustedes son la sal de la tierra. Ustedes son la luz del mundo. Dando sabor a todo tipo de situaciones, dando sentido a las angustias existenciales, haciendo de toda crisis oportunidad de crecimiento y madurez, convirtiéndose en prenda tangible de esperanza.

Y esto, lo debemos hacer, conscientes de que no tenemos, con los elementos humanos, escenarios claros del mañana, solamente nos conduce, como en una gran noche, la luz de la Fe en Jesucristo, Señor de la Historia.

Es, sin lugar a dudas, una vocación y misión más exigente, pero también más apasionante y llena de sorpresas, estamos llamados a vivir intensamente de la mano de Dios para ir caminando en el Misterio y descubriéndolo siempre parcialmente.

Es la hora de los auténticos creyentes, es el tiempo del cristiano místico y de la comunidad eclesial contemplativa, que escucha atentamente a Jesucristo, la Palabra de Dios, y poniéndola en práctica aprende a mirar el mundo y la sociedad con los ojos de Dios Padre, aprende como buen discípulo que necesita de los otros y que los otros lo necesitan a él, y que la fortaleza espiritual para ser servidor le viene de la comunión y unidad con Cristo Eucaristía, así avanza en la gozosa experiencia de ser conducido por el Espíritu Santo.

En este desafiante contexto social, cultural y eclesial es en el que el Señor Jesús, te ha llamado a ti, Mons. Efraín, a ser un sucesor de los Apóstoles, hoy te agregará al Colegio Apostólico, para servir en esta Iglesia de Tlalnepantla, y desde aquí a toda la Iglesia.

Presentando el testimonio de un Dios vivo, amante de su Pueblo y que le ofrece vida, y vida en abundancia, podrás Mons. Efraín, hablarle al corazón a esta generación que vive en confusión y ambigüedad, más por ignorancia que por malevolencia, más por frustración y desesperanza que por proyecto de vida.

Desde la experiencia de ser discípulo y maestro, servidor y apóstol misionero, en comunión con nosotros tus hermanos Obispos y con el Santo Padre Benedicto XVI, con tus hermanos Presbíteros y los distintos agentes de pastoral, de los fieles en general, ejercerás con gran fecundidad tu ministerio episcopal.

Mons. Efraín, serás así un buen pastor, que consuela y transmite la buena noticia de que el Reino de Dios está en medio de nosotros.

Que Nuestra Señora de los Remedios te acompañe siempre.